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El euro, ¿adecuado para Europa?

Andreas Becker/ CP3 de junio de 2013

Según un sondeo actual, menos de la mitad de los europeos confía aún en la Unión Europea. Parecería que la crisis hizo que la idea de una Europa unida esté perdiendo vigencia.

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Imagen: picture-alliance/ZB/Montage DW

Ahora, en tiempos de crisis, cuando las estructuras europeas crujen y amenazan con derrumbarse, muchos opinan que la unión monetaria del Viejo Continente siempre fue una mala idea. El argumento es que la introducción del euro no fue un proyecto económico, sino uno puramente político. El objetivo de una eurozona varía de acuerdo con los análisis: para algunos, se formó para que la Alemania reunificada formara parte de Europa. Para otros, el euro fue creado para que Alemania dominara económicamente a sus vecinos europeos.

Ambos son mitos, y ambos son falsos, dice Howard James, historiador británico de la Universidad de Princeton, EE. UU. Según él, que investigó el largo proceso de la introducción del euro, la moneda europea fue una reacción a las fuertes oscilaciones en los tipos de cambio desde los años 70.

Mitos fundacionales

“En ese momento, la idea era: ya que en el mundo no había estabilidad, entonces que, al menos, en Europa sí la hubiera, a través de un banco central independiente”, explica James a DW. “Esa fue también la condición del concepto de estabilidad”, añade, una idea que encontró expresión en los criterios del Tratado de Maastricht, es decir, en la definición de un techo para la deuda fiscal y para el endeudamiento estatal de los países de la eurozona. Sin embargo, varios países no lo han respetado, incluyendo a Alemania y a Francia.

Al mismo tiempo, la Comisión Europea impulsaba el crecimiento económico. El objetivo era y sigue siendo implementar la validez de las mismas reglas para todos los países miembros. “Es muy importante que en el mercado interno rijan las mismas condiciones para todos”, señala Werner Abelshauser, de la Universidad de Bielefeld, en entrevista con Deutsche Welle. “Pero eso entra en conflicto con el hecho de que en Europa hay diferentes culturas económicas, es decir, que lo que para algunos es bueno, es malo para otros”, añade el experto.

Siete billones de euros contra 35

Esas diferencias en las formas de la economía no son, según Werner Abelshauser, estereotipos como la laboriosidad o la puntualidad, sino estructuras que se han ido formando a lo largo de mucho tiempo. De acuerdo con Abelshauser, es diferente si las columnas fundamentales de la economía de un país están formadas por las medianas empresas o por grandes grupos empresariales. Y la diferencia también reside en si un país cuenta con un sistema estatal de salud y de jubilaciones, o si posee un sistema privado de seguridad social.

“En Estados Unidos no hay Estado social. Eso significa que las rentas diferidas tienen que colocarse y administrarse en el mercado de capitales”, dice Abelshauser. “Son 35 billones de euros que buscan una inversión”. Los fondos de pensión y las aseguradoras que administran esa suma disponen de ésta a muy corto plazo, ya que están en constante concurrencia por ganar la confianza de los inversores. “Intentan impresionar a los potenciales inversores con nuevas y mejores cifras cada trimestre, y eso conduce a que las reglas del mercado se vuelvan muy efímeras”, subraya Abelshauser.

En cambio, eso no condice con la cultura económica alemana. En Alemania hay cerca de siete billones de euros en rentas diferidas que no se pueden utilizar en el mercado. Para la mayoría de las medianas empresas alemanas sería mejor si el mercado ofreciera perspectivas a mayor plazo, es decir, a diez años, en lugar de a tres meses.

“Pero justamente eso es lo que no hace el mercado”, dice el experto. “De ese modo, las empresas alemanas de pequeña y mediana envergadura tienen un problema con las reglas del mercado, que se orienta de acuerdo con las necesidades de los clientes angloamericanos”, asegura.

Fin del euro no sería dramático

El fin del euro no sería algo dramático, dice Werner Abelshauser, ya que para Europa sería mejor contar con un tipo de cambio fijo pero flexible. Su colega británico, Harold James, opina, por el contrario, que se debe mantener el euro como moneda común, ya que se ha invertido demasiado en ella. Además, aconseja calma: “El debate actual sobre el euro se asemeja a los que han tenido lugar durante largas etapas de la historia”. Con la discusión sobre la política expansiva de Alemania, por ejemplo.

Asimismo, Harold James se remite al economista británico Walter Bagehot, editor de la revista The Economist, que ya en 1869 escribió acerca de las posibles consecuencias de una Europa unida: una unidad monetaria europea no le parecía algo realista. Bagehot creía en la concurrencia entre dos tipos de moneda: por un lado, el dinero de los países europeos “teutones”, o del norte de Europa, y por otro el de los países del sur europeo, los “latinos”.

Pero, seguramente, la discusión en torno al euro se da debido a los efectos concretos de la crisis, como la caída en bancarrota de la española Bankia, una fusión de cajas de ahorro. Muchos europeos creen, y así lo confirma una encuesta del Pew Research Center, que la unidad de Europa les ha traído más desventajas que ventajas.

Autor: Andreas Becker/ CP
Editor: Diego Zúñiga

Harold James, investigador de la Universidad de Princeton.
Harold James, investigador de la Universidad de Princeton.Imagen: privat
Werner Abelshauser, experto de la Universidad de Bielefeld.
Werner Abelshauser, experto de la Universidad de Bielefeld.Imagen: picture-alliance/dpa
Firma del Tratado de Maastricht.
Firma del Tratado de Maastricht.Imagen: picture-alliance/dpa