El fútbol, un deporte para machos
9 de abril de 2017Parece una anécdota inofensiva; pero, ¿lo es? En días recientes, la prensa deportiva alemana reveló que una fotografía de la actriz, modelo y presentadora de televisión neerlandesa Sylvie Meis adornaba el vestidor del Hanóver 96 y que sus jugadores usaban su imagen –en tamaño real– como espuelazo para rendir en el campo. En el imaginario colectivo, por chistosa que se nos antoje, esa forma de autoestimulación encaja mejor en un taller mecánico que en el recinto donde los futbolistas planean sesudamente sus triunfos. Pero la delgada línea entre lo cómico y lo grotesco se desdibujó cuando se supo que los atletas del Hanóver "desvisten” la efigie de Meis, prenda por prenda, cada vez que el equipo consigue una victoria. ¿Es este un juego gracioso y sin consecuencias? Después de todo, no estamos hablando de Sylvie Meis, la persona, sino de su representación bidimensional. De un icono inanimado. De una evocación decorativa… El asunto es complejo.
¿La "cosificación” de una cosa?
La propia Meis, que hasta cierto punto se gana la vida mercantilizando sus atributos físicos, se ha tomado el asunto con buen humor y hasta prometió visitar a los "simpáticos” muchachos que tuvieron tan "curiosa” ocurrencia si éstos consiguen ascender a la primera división. Personalmente, el autor de estas líneas teme estar exagerando al tomarse esta materia tan a pecho. No siendo el afiche de Meis más que un pliego de papel, no faltará quien me tilde de "feminazi”. Sin embargo, debo admitir que, en alguna medida, me escandaliza que nadie más se escandalice al leer sobre el pueril ritual del Hanóver 96. "Desnudar” a la Meis de cartón "sin su consentimiento” no puede ser considerado acoso sexual, en el estricto sentido del término, porque esa imagen no es la mujer que representa, porque ese póster no deja de ser una cosa. Pero la idea de que la foto de Sylvie Meis sea despojada de su ropa para recompensar a unos atletas por su rendimiento me hace pensar, invariablemente, que una mujer de carne y hueso puede ser tratada como un objeto inerte. ¿Está el problema en mi cabeza y nada más que en la mía?
Los chistes nunca ofenden al que los cuenta
¿Qué tipo de mensaje está transmitiendo el chascarrillo del Hanóver 96? Si los futbolistas tuvieran que explicarle ese juego a sus hijos varones, ¿cómo lo harían? ¿Les dirían que el balompié es cosa de machos? ¿Y qué les dirían a sus hijas si éstas se indignaran al respecto? ¿Les dirían que no vale la pena tomarse el asunto en serio porque es sólo una broma de vestidor? ¿Les dirían que el fútbol es cosa de hombres? No me cuesta imaginar las respuestas a estas preguntas: "¡No exageres! Se trata sólo de un inocente jugueteo entre amigos”. Lo que ocurre con este tipo de chistes es que nunca ofenden al que los cuenta, no duelen si no eres el blanco de los mismos.
El que calla otorga
No es mi intención comenzar una inquisición en contra de la plantilla del Hanóver ni quiero parecer un moralista intolerante y carente de humor. Confieso, eso sí, que me sorprende que fueran tan pocas las voces que comentaron este episodio. A estas alturas, todos conocemos la campaña contra el racismo patrocinada por la FIFA. En nombre del fair play, ¿no debería haber una contra el sexismo o a favor de la igualdad de género? Porque el problema de no decir nada al respecto es que el que calla otorga… Ustedes, ¿qué dicen?