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El meritorio silencio del emperador

30 de abril de 2019

Aunque estuvo más tiempo del esperado en el cargo, el emperador Akihito supo ocupar su puesto con dignidad. Su abdicación es ahora el fin de una era no solo para Japón, opina Alexander Freund.

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Thronwechsel Japan - Kaiser Akihito
Imagen: picture-alliance/dpa/N. Datiche

Tras un periodo de 30 años, la ceremonia fue corta y digna. Toda una era llegó a su fin. Podría sonar conmovedor pero, en el caso del emperador Akihito, su abdicación supone realmente un gran cambio no solo para Japón, sino también para sus antaño rivales de guerra, con quienes todavía no ha existido una reconciliación real.

Monarquía sin pompa

Akihito no era hombre de muchas palabras. La familia imperial japonesa no recurre a esa pompa tan rentable para las casas reales europeas. Durante toda su vida, Akihito se mantuvo dentro de su papel, haciendo gala de una forma de ser modesta y humilde. También fue un gran defensor de esa Constitución pacifista de posguerra que, tras el desastroso reinado de su todavía venerado padre Hirohito en la II Guerra Mundial, quitaba el poder político a la familia imperial, relegándola a una función simbólica para la unidad nacional.

Defensor de la Constitución pacifista

Alexander Freund, de DW.
Alexander Freund, de DW.

Aunque el emperador evitó enfrentarse públicamente a los nacionalistas, tampoco se dejó apocar por ellos. Consideró que no era buena idea cantar el himno nacional diariamente con la izada de bandera. Incluso se atrevió a mencionar a una antepasada coreana dentro de la estrictamente protegida línea dinástica nipona. En 1992, Akihito tuvo que soportar críticas de los nacionalistas al convertirse en el primer emperador que visitó China y mostró sus condolencias incluso en nombre de su padre. Supo encontrar palabras de consuelo en Okinawa y Saipan, donde miles de personas fallecieron sin sentido en los últimos meses de la II Guerra Mundial. Por eso, no es casual que su regencia fuese denominada bajo el nombre de "Heisei”, que significa algo así como paz.

Ante los momentos más duros

En momentos de necesidad, como tras el devastador terremoto de Kobe de 1995 o el terremoto, tsunami y accidente nuclear de Fukushima en 2011, el pueblo siempre pudo contar con su pareja imperial. Para molestia de los conservadores, los monarcas se arrodillaron ante un  pueblo consternado en señal de apoyo. Sin esperar felicitaciones y sin la complicada jerga habitual de la corte, la pareja supo mostrar tanta solidaridad como le permitió el rígido corsé de la corona.

En esta supuesta "monarquía más antigua del mundo” queda poco espacio para deseos individuales o personales. Pero, a pesar de eso, Akihito escogió a Michiko como esposa, una plebeya a quien había conocido jugando al tenis. También fue el primer emperador japonés que estudió y crio a sus tres hijos, incluido el príncipe heredero Naruhito, el futuro emperador.

Altas expectativas para el heredero

Bajo la divisa "Reywa” (armonía hermosa), el hasta ahora menos carismático Naruhito quiere continuar con el popular estilo de su padre. Tendrá que enfrentarse a los nacionalistas durante su mandato. Se le considera moderno y cosmopolita, y también se casó con una plebeya, Masako, una ex funcionaria del ministerio de Exteriores que había estudiado den Oxford y Harvard. Seguramente, la pareja también tendrá dificultades para lidiar con la presión de la corte y una vida determinada por otros.

Akihito fue testigo del milagro económico de los años 60 y 70 en Japón, seguido de la edad de oro de los ochenta. Japón conquistó tecnológicamente el planeta y salió de compras por todo el mundo con una riqueza inimaginable. Después estalló la burbuja inmobiliaria y Japón todavía no ha conseguido recuperarse completamente de esa repentina caída. Sus Gobiernos iban y venían, a veces cada año. Sin embargo, Akihito siempre supo mantenerse durante estos años de cambios sin siquiera intervenir en la contingencia. En los buenos tiempos, Akihito parecía ser prisionero de las ceremonias de la corte. En los malos tiempos, era la figura que encarnaba solidaridad y confianza.

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