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El nuevo plan de Joschka Fischer

11 de julio de 2002

El ministro de Relaciones Exteriores alemán ha vuelto a plantear ideas para superar el estancamiento en la búsqueda de paz para el Medio Oriente.

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Fischer junto a Scharon, durante una visita a Jerusalén, en mayo.Imagen: AP

El jefe de la diplomacia alemana intenta desde hace tiempo destrabar el proceso de paz entre Israel y los palestinos. Sus propuestas, dadas a conocer en lo medular por el Financial Times, apuntan a buscar soluciones prácticas que posibiliten un avance. Consciente de que el papel de Estados Unidos resulta clave para conseguirlo, Joschka Fischer a todas luces intenta tender puentes.

De ahí que su plan contemple restar poder de facto al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. Ciertamente, Fischer no llega tan lejos como el presidente estadounidense, George Bush, quien condicionó sus esfuerzos en pro de la instauración de un estado palestino a la remoción de las actuales autoridades de ese pueblo. Al fin y al cabo, los europeos defienden el derecho a la autodeterminación.

Pasos concretos

Pero, en la búsqueda de una salida elegante, encontró una opción intermedia: que Arafat entregue de momento la conducción ejecutiva a un primer ministro. Éste habría de ser una figura de prestigio internacional que tendría la misión de crear un mecanismo efectivo de seguridad y proponer reformas, hasta la celebración de elecciones. En una segunda etapa, posterior a los comicios convocados para el 2003, se establecería un estado palestino provisorio. Paralelamente deberían sostenerse negociaciones para lograr una solución definitiva hasta el año 2005.

La propuesta del ministro alemán incluye además la designación de un representante de las Naciones Unidas, que habría de supervisar las reformas de la administración autonómica palestina.

El plan de Fischer tiene, sobre todo, un mérito: plantea pasos concretos y un calendario que cuadra con las ideas de Bush. No obstante, presenta también inconvenientes de consideración.

Los inconvenientes

En primer lugar, no parece muy probable que Israel consienta la intervención de un comisionado de la ONU en el proceso. De hecho, el primer ministro Ariel Scharon ha rechazado hasta ahora sistemáticamente los pedidos palestinos de que las Naciones Unidas tercien en el conflicto.

Por otra parte, tampoco es de esperar que Arafat esté dispuesto a entregar sin más el poder a un primer ministro por nombrar. Aunque el presidente conservaría así su cargo, no tendría de facto ya sus atribuciones. Y, en este punto, podría quedar en entredicho el derecho de los palestinos a elegir a las autoridades que estimen convenientes.

Cuando la próxima semana se reúna en Nueva York el llamado "cuarteto del Medio Oriente" (Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU), habrá por lo menos un documento con nuevas ideas para someter a discusión. Si bien entre los expertos se mantiene el escepticismo, lo fundamental para los europeos es dotar de contenido específico los lineamientos trazados por Bush. Porque es necesario evitar que la idea de un estado palestino se desvanezca, en medio de la polvareda que levanta la violencia en la región.