El Salvador, en garras de las maras
30 de agosto de 2015
En El Salvador, uno de los países más pobres y violentos de América Latina, hubo 125 homicidios relacionados con las pandillas, conocidas como 'maras', en tres días la semana pasada. Pero una nueva marca se estableció este pasado jueves (27.08.2015): 51 asesinatos en 24 horas, el día más sangriento en más de una década. Ahora, el Tribunal Constitucional ha clasificado las maras como organizaciones terroristas.
Las autoridades de El Salvador registraron al menos 3.854 homicidios en el último año, una cifra que a mediados de agosto ya se había superado este año. Si el número de muertos sigue aumentando a este ritmo, uno de cada mil salvadoreños, de los 6,3 millones que viven en el país, habrá sido asesinado hasta el final de año. Exceptuando zonas de guerra, solamente Honduras tiene una tasa de homicidios comparable.
Estructuras importadas
En ambos países, la mayoría de los asesinatos son achacables a las maras, bandas dedicadas a asaltos, extorsión, tráfico de armas y el tráfico ilegal de drogas. Sus raíces se remontan a las pandillas en los barrios latinos de Los Ángeles en la década de 1980, cuando muchos salvadoreños huyeron de su país durante la guerra civil.
Cuando el conflicto terminó, las pandillas formaron organizaciones criminales en El Salvador. "Este proceso se aceleró cuando Estados Unidos comenzó a deportar inmigrantes ilegales a sus países de origen", afirma un estudio realizado por el departamento de investigación del Congreso estadounidense.
Actualmente, la agencia de la ONU que lucha contra las drogas estima un total de 54.000 pandilleros en El Salvador, Honduras y Guatemala, entre la mara Salvatrucha (conocida como MS-13) y la conocida como Barrio 18. En El Salvador, el más pequeño de los tres países, residen 22.000 de ellos. En la vecina Nicaragua, además, hay muchas otras pequeñas bandas activas.
Tratan de reclutar estudiantes
Quienes se dedican a reclutar jóvenes para estas maras a menudo se fijan en estudiantes de secundaria. Les ofrecen lo que, a veces, sus padres no pueden: una forma de ganarse la vida y la sensación de ser respetado. A menudo expresan su jerarquía a través de tatuajes, que se van ganando con la lealtad al grupo y con brutales acciones.
Al reclutar adolescentes, a veces nos referimos a ellas como "bandas juveniles". Pero quien crea que por eso son menos peligrosas, se equivoca. La edad promedio de los miembros de las maras es baja debido, en parte, a que su esperanza de vida también lo es.
Tregua lucrativa
Durante años, las bandas mantuvieron sangrientas guerras por sus áreas de influencia. En 2012, Salvatrucha y Barrio 18 acordaron una tregua. Las cifras de homicidios se redujo de más de 4.000 en los dos años anteriores a 2.500, en 2012 y 2013. El alto el fuego se ha mantenido porque es más rentable para cada mara poder tiranizar "en paz" su territorio.
Pero ahora, el asesinato está aumentando de nuevo: la cifra de muertos llegó a 3.912 en 2014. Este año ya van por más de cuatro mil. Hasta agosto, la tasa de homicidios diarios era de 16. Una media que, de seguir al ritmo de los últimos días, se podría incluso elevar.
La espiral de violencia
Desde que se estableció la tregua, las víctimas de las pandillas habían sido principalmente civiles. Pero las maras están luchando entre sí de nuevo. De acuerdo con el ministro de Defensa de El Salvador, David Munguía Payés, el 85 por ciento de las víctimas en las últimas semanas pertenecía a pandillas.
Por otra parte, la pelea entre la policía y las maras se ha exacerbado también: en enero de 2015, siete agentes fueron asesinados en dos semanas. Según fuentes de los círculos de la MS-13, eran actos de venganza contra la "tiranía policial". Al menos 44 policías y 14 militares, además de un fiscal, han sido asesinados este año en el país. La policía, por su parte, rápidamente anunció represalias.
Investigadores de InSight Crime, una fundación que investiga el crimen organizado en América del Norte y del Sur, explican que esta es sólo una de las muchas vueltas en la reciente espiral de violencia. Para ellos "es llamativo el carácter de represalia de todas las acciones, acompañado de su retórica de venganza correspondiente".
Esto evoca recuerdos del pasado. Los presidentes salvadoreños a menudo han anunciado políticas de mano dura. Anuncios a los que las pandillas siempre han respondido con brutalidad. En 2009, por ejemplo, durante el gobierno del expresidente Antonia Saca, conocido como "Súper Mano Dura", el número de homicidios subió a un máximo histórico de 4.367 asesinatos. Un registro que pronto podría superar este violento 2015.
Esfuerzos del Gobierno
Es obvio que el gobierno está tomando la ruta de la confrontación. En mayo, una asociación empresarial invitó al exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, a El Salvador para asesorar al país en temas de seguridad. Durante la administración de Giuliani, la tasa de criminalidad en Nueva York bajó drásticamente. Su política de tolerancia cero contra el crimen fue considerada un éxito, y ha recomendado al gobierno salvadoreño que haga lo mismo.
La clasificación de Salvatrucha y de Barrio 18 como organizaciones terroristas demuestra que el gobierno está, probablemente, siguiendo el consejo de Giuliani. Ayer se aplicó esta ley y se condenó, por primera vez, a un pandillero por delitos de terrorismo. Y se está incluso considerando el despliegue de las fuerzas armadas, aunque, según los especialistas de InSightCrime, hay poca evidencia que indique que las medidas militares puedan reducir la violencia. Las dudas sobre la viabilidad de las tácticas de Giuliani vienen también por otro lado: en América Central, donde los oficiales cobran mucho menos que en los Estados Unidos, los agentes son más fáciles de corromper.
Lo más probable es que el gobierno establezca, entre las medidas contra las maras, el primer programa de rehabilitación para pandilleros de la historia del país. Los costos, sin embargo, podrían superar los medios financieros de que dispone. InSight Crime todavía detecta un rayo de esperanza: este año, alrededor de 700 policías han sido suspendidos temporalmente por desobedecer las regulaciones. Otros doscientos fueron expulsados del cuerpo. Una fuerza policial funcional sería el primer paso hacia una mayor seguridad. Las mejoras en la seguridad podrían atraer a los inversores, que a su vez pueden ofrecer a los jóvenes una perspectiva mejor que las que les ofrece el crimen organizado.