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El terrorismo rampante

Kersten Knipp (ERC/PK)14 de junio de 2016

Quienes perpetraron las masacres de París (13.11.2015) y Orlando (12.6.2016) aplicaron la estrategia que líderes yihadistas vienen promoviendo desde hace años: la de llevar el terror a la cotidianidad de Occidente.

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Imagen: picture-alliance/Zuma Press

“Destrózales el cráneo con una piedra, córtalos en pedazos con un cuchillo, atropéllalos con tu coche, lanza sus cuerpos desde las alturas, ahórcalos o envenénalos”. Esas son acciones que Abu Mohamed al-Adnani, vocero del autoproclamado Estado Islámico (EI), le recomendó a los simpatizantes de la organización terrorista en una grabación difundida en septiembre de 2015. Aunque los “soldados” de EI debían atacar ante todo a los “viles y mugrientos franceses”, a juicio de Adnani, también los “infieles” de todos los demás Estados constituían blancos legítimos de la violencia yihadista.

Los atentados de París (13.11.2015) y Orlando (12.6.2016) son evidencia de que el mensaje de Adnani –llevar el terror a la cotidianidad de Occidente– echó raíces en suelo fértil. Esos sucesos ponen a la Justicia y a los organismos de seguridad frente a un serio desafío: ¿cómo lidiar con personas políticamente radicalizadas que simpatizan con líderes y grupos extremistas o pueden terminar convirtiéndose en un peligro para la seguridad pública? ¿Cómo identificar a quienes están dispuestos a perpetrar actos terroristas por cuenta propia en nombre de un entidades como Estado Islámico.

Redes cambiantes

En los países occidentales, una de las fortalezas del EI es el hecho de que carece de estructuras formales; es más difícil identificar a quienes respaldan a una red terrorista que a los combatientes de una organización con jerarquías claras, explica el experto Peter Neumann. “Nizam, la tanzim (un sistema, no una organización)”. Esa fórmula célebre, presuntamente propagada por el yihadista sirio Abu Musab al-Suri, recomienda la formación de tejidos basados en relaciones personales de confianza; redes amorfas, cambiantes, fáciles de armar y de abandonar que le den espacio a la iniciativa propia.

La teoría de Suri, incluida en el texto “Un llamado ala resistencia islámica global”, contiene un segmento ideológico y uno estratégico. El último menciona, entre otras cosas, los blancos de ataque más “recomendables”: los “objetivos duros” –personalidades políticas y militares, construcciones de vital importancia para la economía y el transporte– y los “objetivos blandos”, como las empresas mediáticas y sus representantes, “las arenas deportivas, los eventos anuales, las exhibiciones internacionales, los mercados llenos, los rascacielos y otros edificios llenos de gente”.

Los estrategas y sus alumnos

Suri comenta que “el tipo de ataque que hace tambalear a los Estados y los Gobiernos es la masacre de su población civil. Eso se consigue atacando lugares con grandes concentraciones de gente, sitios en donde se puede contar con la máxima pérdida de vidas humanas”. Suri vivió mucho tiempo en Europa; a él se le atribuye un rol importante en la planificación del atentado de 2003 contra un tren en Madrid, donde 190 personas murieron y 2.000 resultaron heridas. El rastro de Suri se perdió hace algunos años en las cárceles del régimen de Bashar al Assad en Siria.

Hoy día, sus lecciones son difundidas a través de Internet por una generación más joven. En esa nueva camada destaca el francés Omar Diaby, alias Omar Omsen. Adnani, Suri y Omsen son tres de las figuras más prominentes en lo que respecta al reclutamiento de jóvenes para la yihad internacional, una guerra que seguramente seguirá apostando a ataques contra “objetivos blandos” en Occidente.