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El Tratado de Maastricht: su primera década

José Ospina Valencia31 de octubre de 2003

El Tratado de Maastricht es un eslabón de la historia comunitaria. La moneda común, una política exterior y de seguridad de la Unión, así como la coordinación de la justicia e interiores son algunos de sus frutos.

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Madres y padres de MaastrichtImagen: AP

El alivio fue grande. La entrada en vigor del Tratado de Maastricht - por el nombre de la ciudad holandesa donde se firmara – el 1° de noviembre de 1993, fue motivo de un profundo suspiro entre los políticos europeístas de los 12 países que, en aquel entonces, componían la Unión Europea. Atrás quedaron dos largos años de lucha por la causa unionista. Los franceses lo ratificaron en un reñido referendo. Para ello necesitaron los daneses incluso dos intentos. En Alemania la Corte Constitucional tuvo incluso que fallar sobre su compatibilidad con la "Ley Fundamental" alemana.

La importancia de Maastricht

Tras la implosión del bloque comunista y la consecuente caída del Muro de Berlín era necesario prepararse para el futuro. Maastricht, fue el fundamento para la profunda integración Europea y su ampliación hacia el Este. Maastricht fue además un instrumento que permitió acoger a la Alemania unificada en las estructuras europeas, como dijera, a su tiempo, el ex canciller Helmut Kohl. Un proceso que no estuvo libre de prejuicios, temores y celos. Francia, Inglaterra y Holanda tuvieron primero que convencerse de que Alemania, "el coloso", aunque fuera un país de más de 80 millones de habitantes, es una nación profundamente democrática. Al fin y al cabo, la Alemania de hoy, no es la misma que aún algunos –propios o ajenos- tienen en la cabeza.

La meta es la unión política

De la Comunidad Europea el Tratado de Maastricht hizo la Unión Europea. Su pieza central, la unión económica y monetaria, se ajustó con la célebre introducción del euro como valor monetario común el 1° de enero de 2002. La unión política es empero, una larga tarea en la que aún se trabaja en la plácida Maastricht, aquél elegante y tranquilo pueblito holandés a orillas del río Maas.

Diez años después del Tratado de Maastricht, Europa se reúne de nuevo preñada por el espíritu comunitario. Veinticinco son ahora los miembros, entre actuales y futuros, que debaten sobre la hoja de ruta de la Europa del mañana. La Constitución Europea en discusión modificará, visiblemente, las coordenadas del poder dentro de la Unión. La adopción de esta Carta Magna podría llevar a la coronación del camino vislumbrado: la unión política de Europa.

Europa "à la carte"

La unión económica y monetaria de Maastricht le concedió, indudablemente, a la UE, un peso agregado en la economía mundial. Al mismo tiempo empero, sacó a relucir las distintas velocidades y grados del desarrollo y la integración internos. Sólo 12, de 15 países introdujeron la moneda común. Suecia lo acaba de rechazar. La Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda, por lo demás, sacaron su buena tajada asegurándose ciertos privilegios políticos. Alemania y Francia, por su parte, agobiadas por sus crisis financieras, quieren ahora un trato permisivo ya que, por tercer año consecutivo, vulnerarán el criterio del déficit fiscal estatal.

Esa Europa "à la carte" contraviene, en realidad, el espíritu de Maastricht. La ampliación de la Unión en mayo de 2004 en 10 Estados dificultará más las cosas: grandes diferencias económicas y sociales y 10 nuevas monedas. Tomará su buen tiempo lograr un nivel aceptable para todos.

De la, por unos, añorada, y otros maldita unión política está Europa hoy más lejos de lo que estaba hace una década. La invasión de Irak y la política "divisionista" de EEUU han cavado una brecha profunda entre ambos continentes. Pero, hay motivo para ser optimista. La Constitución Europea creará un marco de convivencia pacífica y solidaria en toda Europa.