Elecciones en Francia: temor a Europa
17 de abril de 2007Es evidente: los temas europeos se encuentran ausentes de la campaña presidencial francesa; mientras tanto los socios europeos miran impacientemente hacia París esperando que después de las vueltas electorales del 22 de abril y del 6 de mayo puedan contar -dos años después del no francés a la Constitución- con un interlocutor con poder de maniobra.
¿Se podría decir que los candidatos franceses son unos pusilánimes cuando se trata de asuntos que atañen a Europa? Como fuere la respuesta, claro queda que no tocarán el tema por temor a que sea el fiel de la balanza de los electores. Dejando de lado si este silencio es beneficioso o no con vistas a las urnas, hacia Europa resulta peligroso: el nuevo presidente necesita la legitimación del electorado, también para temas europeos.
Temas y temores viejos
Los tres candidatos con mayor perspectiva de éxito -la socialista Ségolène Royal; el conservador Nicolas Sarkozy y el liberal Francois Bayrou- se declaran favorables a Europa. Sin embargo, detrás de tales grandes palabras existe vacío programático. Royal y Sarkozy han logrado incluso pisar los callos a los socios europeos atacando, la una, al Banco Central Europeo y calificando, el otro, de "grave error económico" al mismísimo euro.
Según analistas de la Fundación Robert Schumann, todos los candidatos presidenciales franceses carecen de una visión europea. Sus declaraciones están marcadas por temas proteccionistas y por propuestas demagógicas no adecuadas para las decisiones que deben ser tomadas a la brevedad posible. En cuanto a Europa, el motor de los candidatos al más alto cargo de Francia son viejos miedos. Por eso, cuando tocan el tema machacan aquello de que Europa debe sobre todo proteger. Pero el tema no se ha debatido, y de ello se puede colegir que el sentimiento de rechazo en el seno de la población no ha cambiado mucho.
Doble cara francesa
Este tipo de omisión no es nuevo en la política francesa, opinan analistas. Una cierta hipocresía y bastante demagogia determinan la política de París cuando de la unión de Europa se trata. El mejor ejemplo es la misma Constitución: un proyecto que Francia empujó y en el cual involucró a sus socios, para luego sacar la mano. En Bruselas, cuentan entendidos en la materia, los franceses aprueban medidas que critican duramente cuando están en casa. El no en mayo del 2005 no es más que la factura que le ha pasado el pueblo francés a sus líderes por su política contradictoria. "Si uno se permite denostar a Europa, no debe admirarse de que los electores se opongan a ella", declaraba en noviembre el primer ministro luxemburgués Jean Claude Juncker.
¿Falta de ideas?
A menos de una semana de la primera vuelta de las elecciones francesas, la futura política europea de Francia -sea cual fuere el que gane- sigue estando tras las brumas de la vaguedad. El domingo, los candidatos habrán conseguido esquivar el debate al respecto con sus electores. Lamentable omisión pues pocos días después de la segunda vuelta electoral, el nuevo presidente deberá participar en la tarea de sacar la carreta europea del fango en donde está metida. Y los analistas comparten la duda de que ni Royal con su propuesta de una nuevo referéndum; ni Sarkozy con su idea de una constitución light a aprobarse legislativamente ni el más europeísta de ellos, el liberal Francois Bayrou, con su idea de un mini texto a someterse a referéndum, se encuentran preparados para asumirla.