En México gobernará un enigma
2 de julio de 2012El Partido Acción Nacional (PAN) logró en el año 2000 lo que parecía imposible: vencer al régimen autocrático del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se mantuvo más de setenta años al frente del gobierno de México. En 2012, le toca al partido conservador regresar la estafeta, dejando un balance incompatible con las esperanzas de principios de siglo. El país presenta halagadoras cifras de crecimiento económico, que no necesariamente se han transformado en más empleo. La desigualdad sigue estando presente en una sociedad que tiene rasgos modernos y, al mismo tiempo, continúa anclada en problemas atávicos como la pobreza. La incapacidad del Estado para hacer frente al crimen organizado y para garantizar seguridad a la ciudadanía es hoy por hoy el principal déficit que el PAN hereda a sus sucesores en el poder. Incluso, los balances más críticos señalan al propio PAN y a la “guerra contra las drogas” del aún presidente Felipe Calderón como elemento coadyuvante en la muerte de decenas de miles de personas a lo largo de los pasados seis años. No es de extrañar, pues, que la sociedad mexicana busque un cambio rápido y efectivo tras dos gobiernos conservadores. El cambio quedará previsiblemente en manos del PRI, por mandato del electorado.
Esto no significa la restauración del viejo régimen. De resultar electo, el candidato del PRI llegará al poder con casi 40 por ciento de los votos, y no con más de 90 por ciento, como solía ocurrir en otros tiempos. La ciudad de México, centro de la vida política, será gobernada de nuevo por el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Las redes sociales y el movimiento #yosoy132, que resultaron irrelevantes para la definición del resultado electoral, desvelaron una nueva consciencia política entre jóvenes que criticaron fuertemente al PRI, a su candidato y al papel de los medios de comunicación en estas elecciones. Hoy es posible consultar minuto a minuto los resultados electorales a través de internet.
Al mismo tiempo, en muchos sentidos el PRI jamás se fue del poder. Aunque el PAN ostentó la presidencia durante los pasados dos sexenios, importantes estructuras políticas del viejo régimen continuaron vigentes y en buena parte hicieron posible el triunfo de Peña Nieto. Además, durante los pasados doce años el PRI fue el fiel de la balanza en el Poder Legislativo, y podría seguir siéndolo tras la elección del domingo. En resumen, México ha cambiado; es el perfil del “nuevo PRI” el que continúa como un enigma por resolver.
Según los resultados preliminares oficiales, el aún gobernante PAN perdió cerca de 4 millones de votos en esta elección presidencial, en relación con los de 2006. La ciudadanía y la opinión pública juzgarán al nuevo presidente mexicano con la misma dureza que al anterior, según sus logros en materia de seguridad. En el marco de la democracia mexicana, se le exigirá que conforme una alternativa a la “guerra contra las drogas”, que combata de manera efectiva todas las formas de criminalidad asentadas en el país, que termine con la corrupción e impunidad, que garantice el fin de las matanzas sin sentido, que proteja la libertad de prensa y otorgue seguridad a los periodistas y, por si fuera poco, que logre convencer a propios y extraños de que todo esto se produce en un marco de respeto a los derechos humanos.
Si no cumple estas metas, el regreso del PRI al poder podría durar mucho menos que los dos sexenios panistas. Por lo pronto, el proceso electoral se llevó a cabo en paz y alejado de la amenaza de una crisis institucional. En comparación con las elecciones presidenciales de hace seis años, y tomando en cuenta el entorno de violencia que pende sobre el país, es una ganancia notable.
Autor: Enrique López Magallón
Editora: Claudia Herrera Pahl