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Estrecho de Ormuz, un callejón sin salida para Alemania

Christian F. Trippe
31 de julio de 2019

La política exterior alemana se ha puesto en evidencia en los últimos días. Su proceder en la crisis con Irán demuestra que Berlín tiene poca capacidad de maniobra, opina Christian F. Trippe.

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Imagen: picture-alliance/dpa/J. Büttner

Donald Trump y Boris Johnson se lo ponen fácil al Gobierno de Angela Merkel. Con ellos dos, no hay nadie en Berlín con deseos de participar enuna misión en el Golfo Pérsico. Preocupa demasiado que Alemania pudiera verse arrastrada a una guerra con Irán. Además, existe la fundada sospecha de que tanto EE.UU. como Reino Unido persiguen objetivos geopolíticos más ambiciosos y que buscan algo más que garantizar la libertad de navegación con una misión en el estrecho de Ormuz  Desde hace semanas, Estados Unidos juega con fuego en el Golfo Pérsico. Su retirada unilateral del acuerdo atómico con Irán marcó el comienzo de la actual crisis con el país islámico.

La alianza de Reino Unido con Estados Unidos depara a la política alemana un inesperado momento de alivio: Alemania no participará de ninguna manera en su misión naval en el estrecho de Ormuz. El Gobierno alemán suavizó diplomáticamente su "no” a la petición estadounidense de apoyo marítimo. En Alemania funciona bien el reflejo anti-Trump, que en realidad oculta un grande y peligroso vacío.

Deutsche Welle Dr. Christian F. Trippe TV Berlin
Christian F. Trippe, redactor de Deutsche Welle. Imagen: DW/B. Geilert

La imagen de Alemania en EE.UU. sufre

La libertad de las rutas comerciales es parte sustancial del orden liberal mundial que predican los principales líderes políticos alemanes, sobre todo la canciller, Angela Merkel, y el ministro de Exteriores, Heiko Maas, es decir, la primera línea de la actual coalición de gobierno. Pero cuando se trata de defenderla, agachan la cabeza. La canciller está de vacaciones y calla, mientras el ministro de Exteriores repite el mantra berlinés que gira en torno a las palabras "diplomacia” y "desescalada”. Por su parte, el representante del Ejército alemán en el Parlamento advierte que la Marina no tiene suficientes barcos operativos. El Gobierno de EE.UU. reacciona ante todo esto con piadoso sarcasmo. También en el equipo de Trump hay un reflejo anti-Berlín.

La imagen de Alemania en Estados Unidos ya había sufrido un deterioro antes de la llegada de Trump. Desde hace tiempo, se considera a los alemanes como los socios que siempre dan un bonito consejo moral, pero que no se ensucia las manos con la realidad.

Como es sabido, el compromiso voluntario de los países de la OTAN de emplear en defensa el dos por ciento de su PIB fue impulsado políticamente y formalizado bajo la presidencia de Barack Obama. Este documento de la OTAN fue firmado por el antiguo ministro alemán de Exteriores, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier. Hoy día, el SPD denuncia este acuerdo –que Alemania incumple de forma deliberada y reiterada- como imposición de Donald Trump, quien no está muy bien visto en el país.

Todo ello no puede ser más polémico. La socialdemocracia alemana está sumida en la crisis más grave de su historia y lucha por su supervivencia como gran partido. En Alemania, las misiones militares son siempre impopulares y la oposición a la izquierda del SPD sabe sacar partido a esa actitud reacia de los alemanes. Todo esto sirve de coartada para explicar las cabriolas en política exterior. También en este contexto se entiende la consideración que la conservadora CDU está mostrando hacia sus socios socialdemócratas de coalición. Nadie quiere poner en peligro la actual alianza de gobierno por una fragata o un par de aviones de reconocimiento.

También Reino Unido esperó en vano

Pero la situación  interna no puede servir de disculpa para los errores alemanes en la crisis de Irán. El fallo principal tuvo lugar ya hace días, cuando los británicos propusieron una misión europea para escoltar buques comerciales. Un petrolero inglés fue capturado por unidades especiales iraníes y los británicos querían defenderse, junto con sus socios europeos, ante ese tipo de piratería naval impulsada por un Estado. Por cierto, la UE ya llevó a cabo con éxito en el pasado misiones de ese tipo en otros mares del globo. Pero si alguien esperaba que los alemanes, tan amigos de Europa, aceptaran la propuesta, se equivocaba. No hubo debate serio sobre una posible participación alemana, sobre estructuras de mando ni tampoco un mandato. Un par de días más tarde, y ya con Boris Johnson como primer ministro, los británicos enrolaron a los estadounidenses en el puente de mando. Mientras, Alemania se pone cómoda en el callejón sin salida político al que nuestro Gobierno nos ha conducido.

(ms/ers)

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