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Estudio: valores democráticos en peligro

Friedl Taube (JAG/ELM)29 de febrero de 2016

El índice de transformación publicado por la Fundación Bertelsmann muestra una imagen desoladora. Cada vez más países limitan los derechos de los ciudadanos y la libertad, y no solo son los regímenes autocráticos.

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Imagen: Reuters/Waguih

La sentencia de la Fundación Bertelsmann es dura. En la quinta parte de los países analizados ha caído claramente la calidad de la democracia, la represión avanza y cada vez hay menos participación política. La fundación realiza ese informe cada dos años, analizando el desarrollo de 129 países en evolución bajo la perspectiva económica y política. Se estudian tanto los principios del Estado de derecho como la política social.

Cada vez más Estados autocráticos

El estudio divide en su última edición entre 74 países democráticos y 55 bajo regímenes autoritarios. En relación con el análisis de 2014, en los autoritarios aumentó notablemente la represión y únicamente en 15 de ellos hay una protección rudimentaria del ciudadano, concluye el estudio. Las tres cuartas partes de esos Gobiernos limitaron las libertades de tal forma que se podrían calificar como un sistema “duramente autocrático”. Entre ellos, muchos países del norte de África, pero también es preocupante el retroceso de la libertad de prensa y opinión en países como Egipto y Tailandia. Sobre el tema “elecciones libres”, el estudio destaca la situación de Burkina Faso y Libia. Y en cuanto al derecho de reunión, Libia, Egipto y Tailandia salen mucho peor parados con la represión de unos derechos que, con frecuencia, se hace bajo el manto de la lucha contra el terrorismo.

También las democracias

Aparte de los estados autocráticos, la situación afecta también a los derechos y libertades de ciudadanos en los estados democráticos. Sobre todo en el centro de Europa, en países que en estudios anteriores habían sido calificados como bastante estables. El ejemplo más relevante de estas “democracias no liberales” sería Hungría donde, según el estudio, el régimen de Orban limita fuertemente la libertad de prensa, tendencia también presente en Macedonia y Eslovenia. El análisis no llega a contemplar las últimas reformas del Gobierno conservador de Polonia, pero la fundación indica lo mismo que temen muchos observadores: que los logros democráticos quedarán enterrados en el futuro.

Sobre Turquía, el texto la denomina como una “democracia defectuosa”. El aumento de la influencia del Gobierno de Erdogan sobre la justicia es una prueba de ello, así como la violencia y la persecución penal contra periodistas y la limitación del derecho de reunión en aras de la legislación antiterrorista. Según el estudio, el Gobierno turco va camino de transformarse de un sistema parlamentario a un sistema presidencialista. Además, Turquía pertenece al grupo de 42 países donde se observa una gran influencia religiosa. Junto a muchos estados de la zona de influencia árabe, también están en este grupo otros como Nigeria, Senegal, Indonesia y, para sorpresa de muchos, Rusia, con una iglesia ortodoxa cada vez más instrumentalizada por el Gobierno. Muchos rusos identifican su iglesia como defensa de los valores tradicionales ante las ideas liberales occidentales.

Viktor Orban, premier de Hungría.
Viktor Orban, premier de Hungría.Imagen: imago

Causas en los problemas sociales

La base para las crisis y conflictos en muchos de estos países en transformación es, en casi todos los casos, una política social fallida. La pobreza, desigualdad y las pobres perspectivas económicas provocan la división y generan las protestas. Pero también la estabilidad política ha caído en muchos países. Entre ellos, en más de la mitad de los países del G20 como Brasil y Rusia. En este contexto, es difícil implantar las “urgentes medidas de política social”, aclara la fundación Bertelsmann.

Como colofón, se plantea la pregunta: ¿Qué hacer para enfrentarse a este déficit democrático global? La receta del estudio es fomentar la participación y el diálogo, implantar reformas y luchar contra la corrupción. Al final es necesario un consenso entre gobernantes y gobernados para saber en qué dirección ir. Todo lo demás llevaría a más populismo y una radicalización mayor. Y el próximo estudio sobre el índice de transformación de 2018 podría ser todavía peor.