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Europa del Este: ¿bajo la influencia de Putin?

Robert Schwartz (JAG /ELM)26 de septiembre de 2014

Desde hace tiempo, en algunos países del Este de Europa se observa una vuelta a la costumbre de políticas autoritarias. Muestra de ello son algunos fenómenos antidemocráticos en Hungría, Rumania y Bulgaria.

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Faire Mobilität und Arbeitnehmerfreizügigkeit Symbolbild
Imagen: picture-alliance/dpa

La Organización No Gubernamental Freedom House informa de un continuo empeoramiento de los procesos democráticos en la Unión Europea. En su lista de democracias consolidadas, Hungría está situada en el último lugar, muy por detrás de los países bálticos o de Polonia. En democracias a medio consolidar, aparecen Bulgaria y Rumania y la ONG denuncia que, bajo la excusa de reformar sistemas democráticos, algunos presidentes tienden a destruirlos. Para definir este fenómeno, Freedom House habla desde hace dos años de una “putinización” del Este y le Centro de Europa, en referencia al presidente ruso.

Hungría, Rumanía y Bulgaria, un giro hacia el este

La gran sorpresa en esta clasificación es Hungría. Actualmente, el que durante años fue niño modelo de la integración europea, se encuentra en un curso autoritario bajo la figura del primer ministro Viktor Orban. Con una mayoría de dos tercios en el Parlamento, su partido nacionalista FIDESZ podría reformar la constitución y Bruselas teme sus escarceos con la ultraderecha y el antisemitismo. El mismo Orban proclama a Vladimir Putin como ejemplo de “Derecho y Orden” en Rusia, a la vez que se quita a sus opositores, acusándolos de actuar contra la nación. Sobre todo en referencia a activistas y ONGs, expuestas a veces a detenciones y registros por parte del Estado. Estos activistas también hablan de “putinización”, exigiendo reacciones desde Bruselas.

Un modelo parecido es el que sigue el primer ministro rumano Victor Ponta, cuando habla de un camino distinto al de Occidente para Rumania. Como candidato presidencial de los socialistas poscomunistas, Ponta concurrirá en las elecciones de noviembre y ha descubierto la veta nacional religiosa. Orgulloso de de ser el candidato ortodoxo de su país, el discurso nacional religioso está cada vez más presente. Sobre todo desde la aparición de Klaus Johannis, un rival de los liberales perteneciente a la minoría evangélica alemana, al que sus rivales califican de xenófobo o nazi para frenar su ascenso en las urnas.

En la clasificación presentada también destaca Bulgaria. La ilusión por la UE es cada vez menor al tiempo que el país aumenta su inclinación hacia su gran hermano de Moscú. El gobierno alemán avisó a mitad de año sobre la influencia rusa en la política búlgara. En un informe que llegó a manos de la prensa alemana, se citaba que Rusia usa a Bulgaria como puente a la UE. En el partido del gobierno búlgaro participan antiguos jefes comunistas, ex agentes de servicios secretos y oligarcas, que hacen negocios con partidarios de Putin.

Victor Ponta, premier de Rumanía.Victor Ponta
Victor Ponta, premier de Rumanía.Imagen: picture-alliance/dpa

Entre confianza y política real

A pesar de todo, el concepto de “putinizacion” es controvertido. Gunter Krichbaum, presidente de la comisión de Europa en el Bundestag, no cree que sea una definición adecuada para hablar de los tres casos, aunque sí reconoce que el fenómeno es todo un reto para la UE: “Es una cuestión de confianza, de si predicamos con los valores europeos de democracia, libertad y estado de derecho hacia fuera o también los aplicamos dentro”.

Kai-Olaf Lang, politólogo de la Fundación Ciencia y Política, no cree que la erosión de la democracia en estos países se deba a la influencia rusa: “Yo lo vería de otra forma: la destrucción de la democracia liberal y el aumento de la opacidad abren nuevas vías para influencias extremas, sobre todo del este y de Rusia”. La UE tiene que tener claras tres cosas: el problema del retorno a un panorama antidemocrático debería ser evaluado. Es decir, dónde se destruye la democracia, dónde se trata de gobiernos corruptos y dónde hay redes en la sombra. En segundo lugar, continúa Lang, la UE ha que marcar una línea roja que diferencie entre lo que “no es bueno pero aceptable” y lo que es un peligro. Y por último, Bruselas no debería olvidar la discusión sobre posibles sanciones efectivas. Por su parte, Krichbaum llama a un mecanismo de control sencillo y un monitoreo continuo para evitar el incumplimiento de estos valores.

Putinizados o democratizados de forma distinta, Hungría, Rumania y Bulgaria son ahora mismo los niños problemáticos de la UE, un fenómeno que, ante la crisis de Ucrania, seguro que provocará tensiones tanto en la UE como en sus relaciones con Rusia.