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Europa tiembla

1 de julio de 2003

La controversia en torno al poderoso primer ministro Silvio Berlusconi trasciende las fronteras de Italia, causando preocupación en otras capitales en vísperas de asumir la presidencia de la Unión Europea.

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Berlusconi jura como primer ministro de Italia, en junio del 2001.Imagen: AP

Un revuelo inusual precede esta vez al cambio de mando en la cúpula de la Unión Europea. Críticas, temores y reproches se suman en un coro que en vez de entonar un cántico de bienvenida, más bien da una voz de alarma: Italia asume la presidencia de la UE por seis meses y, con ella, Silvio Berlusconi, célebre no tanto por sus dotes de estadista sino por sus continuas querellas con la Justicia y las triquiñuelas con que suele salirse con la suya.

"El Padrino"

"Europa, unida en la indignación ante la subida de Berlusconi al trono europeo", titula por ejemplo el periódico británico The Independent", mientras el prestigioso semanario alemán Der Spiegel dedica al primer ministro italiano su portada, con el título: "El Padrino", ahora en toda Europa. En varias páginas, la revista hace un recuento de la vida y milagros del gobernante de Roma, sus reformas legales, sus negocios y sus vínculos con Alemania. Para el multimillonario jefe de gobierno, la explicación de las críticas periodísticas es simple: la prensa de izquierda está en campaña permanente en su contra.

Pero no sólo la prensa pone en tela de juicio las prácticas poco convencionales del premier. También en la esfera política cunde la preocupación. En el Parlamento Europeo se preparan ya manifestaciones para el miércoles, día en que ha de presentar su programa para el semestre de presidencia italiana. "La ley es igual para todos", reza una pancarta que piensan levantar algunos verdes en su presencia, aludiendo a la amnistía que lo ha puesto a salvo de los requerimientos de la Justicia en su país.

"La corrupción en persona"

Según el jefe de la bancada liberal, Graham Watson, si Italia fuera un candidato a incorporarse a la UE, no sería admitido. "Pedimos estándares más altos que esos", indicó recientemente el europarlamentario. El tono utilizado en Berlín por el subjefe de la bancada socialdemócrata alemana, Michael Müller, no fue más sutil: "Berlusconi perjudica a Italia y ahora también a toda Europa", señaló el político, agregando que "es la corrupción en persona". Müller tampoco escatima en argumentos para fundamentar su visión: "el jefe de gobierno de Italia socava la independencia de los tribunales, confecciona leyes a su medida, equipara sus intereses con los del estado y somete a los medios de comunicación".

Otros, más cautelosos, se limitan a manifestar la esperanza de que la Unión Europea supere los próximos seis meses sin sufrir daños. ¿Es sólo un problema de mala imagen? ¿En qué medida puede incidir realmente el estilo de gobierno en su función de presidente pro tempore de la UE? Ciertamente, una cosa es lo que pueda hacer en su país y otra, muy diferente, la tarea que le espera como representante de los intereses de los 15.

Malos presagios

No obstante, la política llevada a cabo por Italia en los últimos años no es precisamente un buen augurio. En Bruselas se recuerda, por ejemplo, la resistencia de Roma a la aplicación de impuestos sobre los intereses, a menos de que se le concedieran condiciones especiales. O la escapada verbal del ministro Bossi, que sugirió que la Marina abriera fuego contra las naves con inmigrantes ilegales.

Por otra parte, la antigua rivalidad entre Berlusconi y el actual presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, tampoco augura una etapa libre de fricciones. La agencia Reuters recuerda, en una nota, que tiempo atrás Prodi comparó al actual gobernante nada menos que con el ministro de propaganda de Hitler. "En comparación con Berlusconi, Goebbels era sólo un niño", habría dicho antaño el jefe de la Comisión de Bruselas, según esta fuente. ¿Podrán ahora trabajar juntos productivamente? La duda queda. Y también la interrogante acerca de si el primer ministro italiano logrará contener sus ímpetus y dedicarse a buscar consensos, que es lo que se requiere a la cabeza de la Unión Europea en una etapa tan crucial como ésta, a un paso de la ampliación y de la promulgación de una Constitución para Europa.