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Consejo Económico para el desarrollo del Ártico

Irene Quaile /ers3 de septiembre de 2014

La fundación del Consejo Económico del Ártico preocupa a los ecologistas, que temen un rápido incremento de la actividad económica en una región ya fuertemente afectada por el cambio climático.

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Iqaluit
Vista de Iqaluit.Imagen: Peter Prokosch

En Iqaluit ha habido mucho movimiento esta semana. Destacados políticos y empresarios se dieron cita allí para fundar el Consejo Económico del Ártico (CEA). En esta localidad, capital del territorio autónomo de Nuavut, en Canadá, se celebró en 1998 el primer encuentro ministerial del Consejo del Ártico, que habrá de tener estrechas relaciones con la nueva organización, aunque ésta tendrá carácter independiente.

Ocho países y seis organizaciones indígenas pertenecen al Consejo del Ártico, que se propone lograr un desarrollo sostenible y preservar el medio ambiente en la región. Pero los intereses económicos podrían ganar la delantera en la carrera por la apertura del Ártico a la navegación y la búsqueda de petróleo, gas y minerales.

Canadá apuesta por la economía

Canadá, que preside actualmente el Consejo del Ártico, ha impulsado la creación del CEA. Sus críticos consideran, sin embargo, que es un error. Neil Hamilton, experto de Greenpeace, dijo a DW que el Consejo del Ártico ha socavado su propio mandato, al crear una organización autónoma que no tendrá que rendirle cuentas a nadie.

La economía desempeña para Canadá un importante papel en el desarrollo del Ártico. Y eso no tranquiliza en lo más mínimo a los ambientalistas, que a menudo critican a este país por respaldar industrias que conllevan riesgos para el medio ambiente. También reprochan al gobierno canadiense frenar los esfuerzos por combatir el cambio climático.

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El deshielo causado por el cambio climático abre paso a los baros en el Ártico.Imagen: DW/I. Quaile

Explotación económica y medio ambiente

Organizaciones ecologistas temen que los aspectos ambientales pasen cada vez más a segundo plano, mientras las empresas probablemente presionen por la flexibilización de las disposiciones de protección de la naturaleza. Hamilton ve en el documento fundacional del CEA “el marco de condiciones para una nueva era de explotación del Ártico, sin reparos con la defensa del medio ambiente”. Por eso, exhorta al Consejo del Ártico a conceder a la sociedad civil privilegios similares a los de la alianza empresarial, facilitando las condiciones para adquirir estatus de observador en la nueva organización.

En los próximos meses, el Consejo del Ártico tendrá que poner en claro sus relaciones con el CEA. Y, sobre todo, deberá demostrar cómo se propone conciliar la creciente presión a favor de la explotación económica con la defensa del medio ambiente.