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Física cuántica desde la guardería

Luna Bolívar Manaut17 de abril de 2007

Cuando el niño descubre el mundo, sus ansias por saber se encuentran en un punto álgido. Científicos alemanes opinan que aprovechar este momento para enseñar podría facilitar el desarrollo de la inteligencia.

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La guardería puede ser un buen lugar para familiarizarse con las ciencias naturales.Imagen: picture-alliance/dpa

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Un niño es capaz de disparar esta pregunta las veces necesarias hasta que al adulto se le acaben todas las respuestas. Sin embargo, no es el afán de molestar a los mayores lo que se esconde tras el interrogante, sino una curiosidad infinita. ¿Por qué no aprovecharla?, se dicen otros acostumbrados a cuestionarlo todo: los científicos.

Y las nubes, ¿por qué no se caen?

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La curiosidad: el gran incentivo.Imagen: AP

Llegará un día en que aprender ya no sea cool y el niño a medio camino de la adolescencia empiece a pensar que lo sabe todo. Pero para entonces, una buena educación y una enseñanza temprana pueden haber sentado en él las bases que le ayudarán a razonar.

Por lo menos, así lo creen los investigadores alemanes de la Universidad de Münster y el Instituto Max Planck para la Investigación Educativa. Conjuntamente, estas dos instituciones trabajan en un proyecto cuyo objetivo es lograr un espacio para las ciencias naturales entre el corta por la línea de puntos y colorea el pato de amarillo de las guarderías.

Flüsternde Kinder
En edad de descubrir el mundo.Imagen: Bilderbox

La gran ventaja que presenta la edad preescolar es la curiosidad. ¿Por qué flota un barco?, ¿por qué no se caen las nubes?, ¿por qué quema el fuego? La ciencia puede dar respuesta a todas estas dudas existenciales. Pero en la edad preescolar reside igualmente una gran desventaja: la memoria. De poco sirve avasallar al niño con datos abstractos porque los habrá olvidado al poco tiempo.

Nada como la experiencia

Sin embargo, los científicos alemanes conocen una píldora infalible contra el olvido infantil. No hay que contestar a las preguntas, ni explicar la teoría, ni contar al niño cómo las nubes se sujetan al cielo: hay que poner los medios para que los pequeños descubran por sí mismos.

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Aprender jugando: el modo más efectivo para no olvidar.Imagen: AP

De las experiencias se aprende, y este no es sólo un dicho popular que sirve para sobrellevar el mal de amores sino un principio científicamente probado. Si se construye con un niño un pequeño barco de madera y se le hace flotar, poco sabrá el niño sobre el volumen del cuerpo y el peso del líquido desplazado.

Pero habrá aprendido a enfrentarse a un desafío, a solucionar un problema y a seguir un procedimiento sin que nada de eso se pierda en las esquinas de la memoria. Y un pequeño que domine los trucos del razonamiento podrá comprender el día de mañana con mayor facilidad que el peso es igual a la masa por la aceleración de la gravedad.

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También con la música empiezan pronto.Imagen: picture alliance / dpa

El niño aprende, por lo tanto, en la medida en que participa activamente de las cosas que se le enseñan. Y esas son, según los científicos alemanes, las clases de física más instructivas que se pueden dar en una guardería.

"No se trata de transmitir conocimientos científicos sino de desarrollar la capacidad de comprensión. Eso sólo es posible razonando, pensando científicamente y no aprendiendo la ciencia de memoria", explicó Kornelia Möller, profesora de didáctica del ajedrez en la Universidad de Münster, a la emisora de radio alemana Deutschlandfunk.