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Un jurado superado por las circunstancias

Miodrag Soric (CP/ EL)25 de noviembre de 2014

El gran jurado ha decidido y las calles de Ferguson arden. ¿No se habría podido prever que eso sucedería? Lo que está claro es que el caso superó a la clase política y al sistema judicial, opina Miodrag Soric.

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Imagen: Reuters/S. Lam

“In dubio pro reo”: todo acusado es inocente hasta que se demuestre lo contrario. El gran jurado que investigó en Ferguson, Missouri, la muerte del menor Michael Brown a tiros por el policía Darrel Wilson encontró que no existe “causa probable” de homicidio. Evidentemente, las declaraciones de los testigos fueron demasiado contradictorias, y no se halló una prueba fehaciente de que Wilson haya actuado en contra de la ley o de manera culposa. El fallo indica que Wilson gatilló su arma en “defensa propia”, y el mismo Wilson se defendió declarando que “actuó tal como se lo enseñaron”. Sus palabras suenan arrogantes. ¡El victimario se coloca en el lugar de la víctima! Mejor hubiera sido que no dijera nada.

Policías de segunda clase

Con sus palabras, Darrel Wilson revuelve la herida que azota a Ferguson y dificulta aún más que los afroamericanos puedan aceptar la decisión del gran jurado. Además, no se ha ganado precisamente la simpatía de sus cociudadanos, ya que personifica los prejuicios ya de por sí existentes acerca de las fuerzas del orden estadounidenses: primero disparan, después preguntan. Lo malo de algunos prejuicios es que a veces están basados en la realidad.

Miodrag Soric, redactor jefe del estudio de DW en Washington.
Miodrag Soric, redactor jefe del estudio de DW en Washington.Imagen: privat

Las estadísticas hablan un lenguaje muy claro: la violencia extrema de la Policía contra los afroamericanos sigue siendo un gran problema en EE. UU., a pesar de que muchos estadounidenses no lo quieran ver. La formación de los policías es, en parte, insuficiente, y ya no corresponde a los estándares actuales, como, por ejemplo, los que rigen en Alemania. Aquí es impensable que alguien que no es apto para ejercer la profesión de policía en una ciudad, pueda serlo en otra. Y eso es exactamente lo que sucede en el estado de Missouri: a los buenos policías de St. Louis se los manda, por ejemplo, a recorrer las calles con sus automóviles, mientras a los menos buenos –por decirlo amablemente- se les ordena “cuidar” puntos sociales álgidos como Ferguson. Allí, esos “policías de segunda” también perciben sueldos menores a los de sus colegas, lo que no es justamente un estímulo para desarrollar sus tareas.

¿Nuevos disturbios raciales?

La muerte de Michael Brown es más que solo una tragedia. Más que un hecho aislado en el que, evidentemente, un policía, sobrepasado por las circunstancias, se decidió por el gatillo fácil. Casos similares se dan casi todos los días en algún lugar de Estados Unidos, solo que pocos llegan a los titulares. El caso de Michael Brown contiene en sí mismo el potencial de provocar el estallido de disturbios raciales a lo largo y a lo ancho de EE. UU. Mucho depende de cómo maneje el tema la clase política, es decir, en este caso, sobre todo el presidente, Barack Obama, y otros responsables en Washington, ya que la política provinciana de Missouri ya probó que está absolutamente superada por la complejidad del tema. Ese es el caso, por ejemplo, del gobernador, Jay Nixon. En una entrevista televisiva, Nixon no pudo responder a la pregunta de en quién recae, en definitiva, la responsabilidad por la seguridad en Ferguson. Tartamudeó, sin encontrar una respuesta, y fue, a partir de allí, el hazmerreír de todo un país.

Tampoco el desempeño del fiscal del caso, Robert P. McCulloch, fue precisamente brillante. Inmediatamente después de la muerte de Michael Brown, muchos le reprocharon no estar exento de prejuicios en el ejercicio de su profesión. El motivo es que el padre de McCulloch era un policía que fue tiroteado por afroamericanos. Por eso, McCulloch decidió presentar todas las pruebas al gran jurado "para que el jurado decida por sí mismo". Pero hubiera sido mejor que derivara el caso a un fiscal especial para que se ocupase de verificar dichas pruebas. Sin embargo, McCulloch se negó a hacerlo, tal vez por vanidad, tal vez por un falso sentido del deber. Finalmente, le hizo un flaco favor a su ciudad.

Clase política sobrepasada

La lista de políticos sobrepasados por las circunstancias es larga en Missouri, y el alcalde de Ferguson es solo uno más. Se puede hasta decir que contra la incompetencia en la política, poco se puede hacer. Los ciudadanos deberían elegir a otros representantes. Pero la decepción por la actuación de la clase política y de la Justicia en EE. UU. tampoco puede ser justificación para la violencia, tal y como se la está viviendo nuevamente en esa ciudad. El que saquea tiendas o incendia automóviles debe ir a la cárcel. Los habitantes de Ferguson deberían preguntarse qué pueden hacer para desescalar la tensión. Los padres de Michael Brown dan el ejemplo, llamando a que haya tranquilidad y organizando protestas pacíficas. Del mismo modo actúan las iglesias, los sindicatos y las ONGs locales, que en estos días tan difíciles para EE. UU. cargan con una responsabilidad muy especial.