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Francia: Chirac y de Villepin en la trampa

José Ospina Valencia4 de abril de 2006

Lo que empezó como una "brillante idea" para reducir el desempleo juvenil, ha desembocado en caos nacional que le costará la cabeza a Chirac y a de Villepin: su sucesor predilecto. La ley de empleo tampoco se salvará.

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A fuego y sangre en pleno París: "la capital mundial de la luz".Imagen: AP

Los manifestantes franceses de este martes 4 de marzo se parecen cada vez más a los acompañantes de un sepelio. El muerto (en vida) es el Contrato de Primer Empleo o "Contrat Première Embauche", (CPE) que deja, prácticamente sin protección a los jóvenes que asuman un empleo por primera vez.

"Jacques, Dominique, Nicolás - si no lo han escuchado lo diremos más fuerte. ¡Abajo con el CPE!" La exigencia va dirigiría al presidente Chirac, al primer ministro de Villepin, así como al ministro de Interiores Sarkozy.

Al principio fueron sólo estudiantes los movilizados contra la detestada nueva ley laboral, entretanto se han sumado a la lucha sindicatos, escolares y gremios de trabajadores ajenos a la educación. Algunas cifras hablan de cerca de 3 millones de manifestantes los presentes en la última jornada.

Hoy también hubo bancos y correos cerrados. Trenes, buses y aviones que no se movieron en señal de solidaridad con los jóvenes franceses. Incluso la radiodifusora estatal Radio France Internacional, se ha sumado a la huelga cada vez más generalizada, como lo pudo comprobar DW-WORLD. Este martes algunas rotativas también pararon impidiendo la aparición de diferentes periódicos.

"El CPE ha muerto"

La nota necrológica (inoficial) la pronunció ya Eduard Balladur. Pero el verdadero culpable de la muerte del CPE es el mismo presidente Chirac. Después de haber apoyado, firmado y defendido el proyecto durante 10 semanas - probablemente bajo presión de Villepin - el viernes anterior le dijo a la nación que la ley sería reformada. Un acto de carpintería que no satisface a las masas que han salido a las calles que sólo quieren su completa abolición.

La jugada de Chirac no podía ser más funesta, para él mismo y sus conservadores correligionarios en el poder, además para los que aspiran a él en las próximas elecciones presidenciales de comienzos de 2007. Al contrario de aplacar los humos de la sublevación popular, la intervención del presidente generó aún más caos, amén de haber desautorizado tácita y públicamente a Dominique de Villepin: su sucesor predilecto.

¿Cuándo tirará la toalla?

El primer ministro Dominique de Villepin dijo sin embargo a un ruidoso Parlamento que el Gobierno "no tiraría la toalla". Pero el aliado de Chirac se arriesgó a ser dejado a un costado cuando el ministro del Interior, Nicolás Sarkozy, su principal rival para liderar a la derecha en las elecciones presidenciales del 2007, surgió como un posible intermediario para terminar con el conflicto.

Sarkozy, que encabeza una facción rival a la de Chirac y Villepin dentro de la derecha francesa, no ha mantenido en secreto su deseo de ser el principal candidato conservador a la presidencia.

Una oportunidad de oro para Nicolás Sarkozy, el segundo en la jerarquía, a quien le queda el cómodo papel de pacificador y mediador. Algo que no ha desaprovechado invitando a "retomar los hilos del diálogo", no sin dejar de recordar que "Francia tiene que volver a aprender a entablar una conversación". Insinuando así que de Villepin ha demostrado ser un incapaz.

Sarkozy: "el verdadero jefe"

No en vano Sarkozy es tenido por el "verdadero jefe" de la Unión por un Movimiento Popular (UMP). El menos carismático pero efectivo político no vaciló en convocar personalmente a los sindicatos y gremios estudiantiles a un diálogo de "socios sociales".

El llamado de Sarkozy bien puede señalizar que la ley en cuestión no entrará en vigencia, ni siquiera en la versión "light" propuesta por Chirac. Su propósito de "mantener la concordia dentro de la mayoría de la fracción de Gobierno" sólo puede lograrlo omitiendo conflictivos debates sobre el particular y dejando morir la de por sí, mal nacida idea de de Villepin.

La campaña presidencial para suceder a Chirac queda así abierta, aunque está muy lejos de estar definida.