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Frontera colombo-venezolana: el imperio de la violencia

Johan Ramírez
25 de septiembre de 2019

Una decena de bandas criminales realiza actividades de contrabando en la zona, utilizando trochas ilegales. Un reino de delincuencia que afecta a las 35 mil personas que cada día transitan entre Venezuela y Colombia.

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Venezuela Flüchtlinge an der Grenze zu Kolumbien bei Cucuta
Imagen: picture-alliance/AP Photo/M. Mejia

En el contexto colombiano, Los Rastrojos son una banda criminal nueva. Tienen poco más de diez años operando de forma independiente, y lo hacen principalmente en la zona nororiental del país, donde controlan sobre todo negocios de narcotráfico y contrabando de gasolina. Si bien en su mejor momento tuvieron hasta mil doscientos hombres diseminados en siete departamentos, la inteligencia colombiana asegura que tras la captura en 2012 de su líder, Diego Rastrojo, la banda ha caído en franco declive.

Cifras del gobierno afirman que entre 2013 y 2015 más de quinientos de sus miembros fueron detenidos por las autoridades. Pero no fue sino hasta que emergieron unas fotografías del líder venezolano Juan Guaidó con dos de sus exintegrantes que el grupo ha estado en el centro de la opinión pública.

‟Tenemos años denunciando la violencia que genera este grupo narcoparamilitar y hasta ahora nadie nos prestaba atención”, dice en conversación con DW Wilfredo Cañizares, activista de derechos humanos en Cúcuta y quien difundió las fotos de Guaidó. ‟Este es el grupo más violento de todos los que operan en la frontera: poseen una casa de descuartizamiento en Puerto Santander y tienen altísima participación en casos de desaparición forzada. Lo habíamos hablado con el Gobierno, con el ministerio público, con autoridades locales, pero tuvimos que mostrar unas fotos de Guaidó para que el mundo pusiera los ojos sobre esta tragedia”, apunta.

Pero Los Rastrojos están lejos de tener el monopolio del crimen en la zona. A lo largo de los 222 kilómetros de la frontera en Norte de Santander, el Observatorio de Derechos Humanos de la Fundación Progresar ha identificado al menos diez estructuras ilegales activas. De acuerdo con el organismo, no existe un solo espacio que no esté dominado por algún grupo criminal. En lo que respecta a las zonas selváticas, en el Alto Catatumbo se encuentran las disidencias de las FARC, en el Catatumbo Medio el ELN, y en el Bajo Catatumbo el EPL. En tanto, las regiones urbanas son controladas por paramilitares. En la frontera con Villa del Rosario operan dos bandas conocidas como Los Cebolleros y Los Canelones; en La Parada, el Clan del Golfo y Los Urabeños; en el Corregimiento San Faustino y La Mulata (un caserío del lado venezolano), las llamadas Autodefensas Gaitanistas; en una parte de Ureña, bandas locales como La Línea, y desde Ureña hasta Puerto Santander señorean Los Rastrojos.

‟Allí hay entre mil y mil quinientos hombres”, afirma Wilfredo Cañizares, quien tiene treinta años denunciando la violencia en la zona. ‟Y grupos como Los Rastrojos tienen armamento incluso más moderno que el Ejército colombiano”, prosigue.

La proliferación de bandas ilegales en un espacio tan reducido produce fricciones que a su vez generan más violencia. De acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, solo en los primeros seis meses de 2019, 309 personas fueron víctimas de ataques contra la población civil, poco menos del total de víctimas contabilizadas en todo 2018 (364), y una cifra muy superior a las 98 registradas en 2016.

Karte Banden in Cucuta Kolumbien ES

‟Históricamente los puntos fronterizos se han convertido en corredores propicios para el tráfico ilegal, incluyendo el tráfico de personas, y por ende son caldo de cultivo para el crimen”, apunta César Molinares, periodista fundador del proyecto Verdad Abierta, que investiga el tema de la violencia en la frontera. ‟Esta situación ahora se agrava por la tragedia que viven los venezolanos, una población que llega en condiciones de gran vulnerabilidad”, agrega.

Efectivamente, el impacto que las bandas criminales tienen en la zona solo se entiende cuando se inscribe en el contexto de las 35 mil personas que, según cifras oficiales, cruzan la frontera entre Colombia y Venezuela cada día . Un tránsito que es aprovechado por estos grupos para ejercer al menos 22 actividades de contrabando, según el Observatorio de Derechos Humanos de la Fundación Progresar, entre las que se cuentan el contrabando de oro, aluminio, cobre, acero, combustible, insumos químicos, medicinas para personas, medicinas para ganado, ganado en pie, vehículos de alta gama, y luego rubros insólitos como el queso, aguacates, limones y artículos de aseo. Para garantizar el flujo de semejante volumen de mercancía, la policía ha identificado 21 trochas ilegales (organizaciones civiles hablan de 59).

‟Pero más que las bandas criminales, lo que controla la frontera es la corrupción”, señala Cañizares. ‟Las autoridades son cómplices de todo. Para solucionar los problemas de violencia, hay que comenzar atacando la corrupción. Aquí se producen 190 mil kilos de coca al año. Multiplica eso por el dinero que quieras: ese es el poder de extorsión y soborno que existe en esta región”, añade.

De manera que Los Rastrojos no son sino una parte del universo delictivo en esta porosa frontera. Un inframundo de crimen en el que los migrantes venezolanos son reclutados por 500 mil pesos, el equivalente a unos 150 dólares. Un monto inimaginable para quienes huyen de un país donde el salario mínimo ni siquiera alcanza los dos dólares mensuales. Pero a fin de cuentas, una trampa que alimenta la espiral de violencia que hoy se vive en el Norte de Santander.

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