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Fumar (no) es un placer

21 de mayo de 2003

Con la aprobación de la Convención contra el Tabaco, la Organización Mundial de la Salud emprende una cruzada global sin precedentes contra el hábito que anualmente cobra millones de víctimas en este planeta.

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Esto ya no se verá probablemente por mucho tiempo en lugares públicos.Imagen: AP

El mundo ha declarado la guerra a la nicotina. Por primera vez en sus 54 años de existencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó en Ginebra una convención anti-tabaco, que pretende imponer un standard a nivel global. Con un torrente de aplausos, los representantes de los 192 países miembros acogieron la nueva reglamentación, que entrará en vigor cuando la hayan ratificado al menos 40 estados.

"Sensual" y "mortal"

Gro Harlem Brundtland WHO
La directora saliente de la OMS, Gro Harlem Brundtland.Imagen: AP

Las palabras no faltaron para poner de relieve la importancia de la decisión adoptada. En la asamblea general de la OMS se habló de un "momento histórico" y de un "hito" en los esfuerzos por proteger la salud de la humanidad. "Actuamos ahora, para salvar miles de millones de vidas", dijo la saliente secretaria general de la organización, Gro Harlem Brundtland. Más concreta fue la ministra de Salud de Nueva Zelanda, Anette King, al señalar que durante los cuatro años que duraron las negociaciones para este tratado, 20 millones de personas perdieron la vida como consecuencia del hábito de fumar.

Puede que fumar sea "un placer genial, sensual", pero las cifras de la OMS indican que habría que agregar a la lista de adjetivos el de "mortal". Se estima que cobra casi cinco millones de víctimas fatales al año y que en las próximas décadas el número de muertes derivadas de la adicción al tabaco podría elevarse a 20 millones anuales. Razón demás para actuar, péseles lo que les pese a la industria tabacalera y por cierto a los fumadores, que son en este caso víctimas y victimarios, por exponer al prójimo al humo de sus cigarrillos.

Prohibiciones y restricciones

La convención ahora aprobada compromete a los países a prohibir el estímulo al consumo de tabaco y a destacar las advertencias sobre el daño que ocasiona. Éstas pasarán a ocupar entre un 30 y un 50% de la superficie de los envases. Igualmente proscribe los textos que puedan inducir a error, por ejemplo indicando que tal marca es menos perjudicial que otra. El objetivo de fondo era erradicar la publicidad de cigarros y cigarrillos, lo cual no deja de ser controvertido. Alemania y Estados Unidos, entre otros, se resistieron largo tiempo a una prohibición, de modo que se transó en restringir la propaganda en la medida que lo permitan los preceptos constitucionales de cada país.

También resultó polémico el tema de la responsabilidad que corresponde a las compañías tabacaleras por la salud de los consumidores. Estados Unidos y Francia ya tienen experiencia con demandas colectivas de fumadores que exigen indemnizaciones por los daños sufridos. Pero en este punto no hubo un acuerdo claro, de modo que cada país signatario tiene mano libre para actuar. Consenso hubo en cambio en que el tabaco no esté al alcance de los menores en los negocios y en prohibir los juguetes y golosinas que imiten estos productos.

El tratado también exige sacrificios a los fumadores, que deberán abstenerse de encender un cigarrillo en sus lugares de trabajo, edificios públicos y medios de locomoción colectiva. Para ellos, la perspectiva es tener quizá una vida más larga, pero más dura.