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GM gana tiempo

24 de agosto de 2009

El futuro de Opel pende de un hilo: quién sacará de la crisis a los 25.000 empleados que la automotriz tiene en Alemania sigue siendo un misterio. Karl Zawadzky comenta la estrategia de la compañía matriz General Motors.

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No tomar ninguna decisión también es una decisión. El futuro de la debilitada automotriz Opel vuelve a ser incierto; amenaza la postergación tan temida por la política alemana, así como un nuevo agravamiento de la situación económica de la compañía. Ya pueden el Gobierno central germano y los primeros ministros de los tres Estados federales en los que Opel tiene sedes de producción poner cuanto quieran el grito en el cielo, que la empresa matriz General Motors sigue aplicando su táctica. Después de que la principal automotriz estadounidense haya dejado tras de sí su propio proceso de insolvencia, los directivos de Detroit se están tomando mucho tiempo para decidir sobre el futuro de su negocio europeo y con ello sobre el destino de la filial alemana Opel.

Y ahí se gesta de nuevo una considerable presión temporal puesto que, antes de que acabe el presente año, los 1.500 millones de euros, salidos de las arcas públicas alemanas, con los que se evitó la insolvencia de Opel habrán sido consumidos. A esto se le añade que, dentro de pocas semanas, finalizarán unas ayudas estatales por la compra de coches nuevos que han mejorado de manera destacable las ventas de Opel. Los tiempos que vendrán tras ellas serán, especialmente para Opel, difíciles. Pese a las buenas cifras, subvencionadas por las ayudas, la automotriz sufre día a día pérdidas millonarias. Pronto, el Ejecutivo y los gobiernos regionales alemanes volverán a verse ante la disyuntiva: ruina o más inyecciones millonarias.

Después del saneamiento de la empresa matriz norteamericana por medio de la insolvencia y de muchos millones de dólares llegados de Washington, y de que la que un día fuera la mayor compañía del mundo pertenezca ahora al Estado, los directivos de Detroit ya no tienen prisa por ocuparse de Opel. Incluso hay motivos para dar credibilidad a la suposición de que ya no quieren vender su filial en el Viejo Continente, sino sanearla ellos mismos usando grandes cantidades de dinero del contribuyente europeo. En cualquier caso, parece evidente que los estadounidenses no desean traspasar sus actividades europeas al consorcio que prefiere el Gobierno alemán, el austriaco-canadiense Magna, apuntalado por el banco ruso Sberbank y la automotriz GAZ, también de nacionalidad rusa. General Motors tendría que contentarse para siempre con reducir su presencia en el mercado europeo a una participación minoritaria en Opel. General Motors se considera a sí misma una compañía internacional y aspira a mantenerse en Europa.

Por eso la directiva en Detroit se muestra favorable a la entrada del inversor financiero RHJ, que se haría con la mayor parte de Opel, sanearía la automotriz y se la vendería de nuevo a General Motors. Y, si fuera posible, ha de evitarse incluso el rodeo de implicar a un inversor financiero. A esto se le añade que, si Opel abandonase por largo tiempo el grupo, General Motors se vería en serias dificultades, puesto que Opel ostenta dentro del conglomerado la capacidad de desarrollo en el segmento de los coches pequeños y en los nuevos motores, es decir, en el futuro de General Motors. Aparte, General Motors ve con desagrado la participación rusa en el consorcio Magna, ya que, desde la perspectiva rusa, la adquisición de Opel es una piedra angular para llevar el arruinado sector automotriz propio al nivel europeo. General Motors quiere producir y vender coches en Rusia y no tiene ningún interés en contribuir a fortalecer la competencia en uno de sus futuros mercados.

General Motors está jugando a ganar tiempo y coloca de este modo al Gobierno alemán y a los gobiernos regionales bajo presión. Al mismo tiempo, en tierras germanas se intenta no llegar a las elecciones parlamentarias con una impopular decisión. Eso significa que General Motors planea a dar a conocer qué va a pasar con Opel sólo en los meses posteriores a los comicios. Cierto es que también el lado alemán cuenta con posibilidades para ejercer presión, ya que la mayoría de las participaciones en Opel no están en manos de General Motors, sino que son administradas por cinco fideicomisos: dos estadounidenses y dos alemanes y un presidente que, en caso de conflicto, se abstendría en la votación. Eso significa que, si el mecanismo se bloquea, no habrá decisión. Ello llevaría a la insolvencia de Opel y quizás no a la peor de las opciones, ya que, en tal caso, el administrador de la insolvencia podría vender Opel al mejor postor, que seguramente no sería la actual empresa matriz General Motors.

Autor: Karl Zawadzky

Editor: Pablo Kummetz