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"Llamar a las cosas por su nombre"

21 de abril de 2015

Un millón y medio de muertos y crímenes probados documentan el exterminio de los armenios. Ahora, los grupos parlamentarios de la coalición alemana acordaron el uso del término “genocidio”. Christoph Strack opina.

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Monumento al genocidio contra los armenios, en Ereván, Armenia.
Monumento al genocidio contra los armenios, en Ereván, Armenia.Imagen: picture-alliance/dpa/T. Koerbel

Ya era hora. Finalmente, con motivo de cumplirse el 100 aniversario del exterminio contra el pueblo armenio, el Parlamento alemán se referirá a esos crímenes como a un “genocidio”, no en el título de la solicitud conjunta, ni tampoco en las primeras frases, pero al menos lo mencionará. Y eso ya es algo. A todo esto, ya es tiempo de referirse a la aniquilación de personas indefensas con palabras claras. Eso no quiere decir que se esté juzgando la política de la Turquía actual -la cual se ve a sí misma otra vez como sucesora del Imperio Otomano- pero sí le exige una responsabilidad moral.

Un debate poco sincero

Es muy significativo que el debate impulsado por dos figuras destacadas juegue un papel importante en la decisión del Parlamento. En primer lugar, es de resaltar el paso que dio el Papa Francisco, por un lado, al referirse al “Genocidio Armenio" durante una misa con católicos armenios celebrada en la Catedral de San Pedro, hace diez días. Por otro lado, también se aguarda que el presidente alemán, Joachim Gauck, pronuncie un discurso antes de una misa ecuménica de todas las iglesias alemanas en la víspera del aniversario de esos crímenes, el jueves próximo. El presidente alemán ya habló con mucha claridad sobre temas delicados en diversas oportunidades, y si ahora vuelve a hacerlo hablando del "Genocidio Armenio", ¿qué imagen daría un Parlamento que, doce horas más tarde, todavía siguiera sin decidirse a llamar las cosas por su nombre?

Christoph Strack, corresponsal de DW en el estudio de Berlín.
Christoph Strack, corresponsal de DW en el estudio de Berlín.Imagen: DW

Pocos debates políticos en Alemania sobre la historia del siglo XX son tan poco sinceros como el actual sobre la palabra “genocidio” en referencia a los crímenes contra los armenios. Los expertos en derecho internacional, a propósito, no ven en la calificación de un hecho como “genocidio” una relevancia en lo penal ni en lo civil. El concepto de “genocidio” pasó a ser un término jurídico recién en 1947, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas lo empleó en referencia a los crímenes del régimen nazi. En cambio, en el contexto actual, determina una valoración moral y política que se desprende del conocimiento acerca de la masacre y las expulsiones masivas de los armenios en 1915.

No es crítica a la Turquía actual

Es por eso que el uso del término “genocidio” no es de ningún modo un ataque contra la Turquía actual. La clase política debería evitar dar esa impresión, y, por lo general, lo evita. Lo único importante es que, sea como fuere, la forma en que la clase política y la sociedad turcas manejan el debate sobre los hechos de 1915 están enviando una señal. Y esa señal no debería ser, ciertamente, contraponer a la cifra de las víctimas, de “hasta 1,5 millones de muertos”, un “tal vez fueron solo 200.000”.

No. Aquí bien puede aplicarse la frase judía: “El secreto de la salvación es la memoria”. Recordar el sufrimiento de los otros y tomarlo en serio, asumiendo al mismo tiempo una responsabilidad para el futuro. Hubo ya indicios en los últimos meses de que la Turquía moderna, ese importante y orgulloso país en los márgenes de Europa, se está enfrentando a los hechos. No así su autoritario y estrepitoso presidente.