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Nadando en plástico

13 de octubre de 2015

Los océanos se han convertido en un vertedero masivo. Los residuos, ya sean del tamaño de un autobús escolar o microscópico, son peligrosos, y no solo para la vida marina. Hay personas que trabajan recogiendo la basura.

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Imagen: CC BY-SA 2.0 / Lucy Lambriex

Independientemente de cómo contemos la historia de la basura en nuestros océanos, el final es siempre el mismo. Una posibilidad sería la siguiente: retrocedamos el reloj al año 1987. La pequeña María tiene ocho años y se encuentra de vacaciones con sus padres en Florida. Un día, deciden hacer un viaje en barco con la esperanza de avistar tiburones, algún pez espada o grandes medusas. En mar abierto, María pierde una pulsera de plástico, que le queda demasiado ancha, al inclinarse sobre la barandilla. El adorno flota durante poco tiempo sobre el agua para ser finalmente arrastrado por las olas.


En lugar de la pulsera podría haberse tratado de cualquier otro objeto de plástico: una red de pesca, una bolsa de plástico o cualquier otro envase. Gran parte de estos plásticos van a parar al mar procedentes de los países y de sus ríos, no por el descuido de los buques. Según los científicos el motivo principal es una mala gestión de los residuos. Pero independientemente de su procedencia, toda la basura sufre el mismo destino en el mar. Con el paso del tiempo, su tamaño se reduce por la acción de las olas y de la luz UV, pero nunca llega a desaparecer por completo.

El plástico que no acaba en la playa, se convierte en partículas cada vez más finas por la acción del agua.
El plástico que no acaba en la playa, se convierte en partículas cada vez más finas por la acción del agua.Imagen: CC BY 2.0 / Kevin Krejci

De este modo, 23 años después, la pulsera de María ya no será reconocible como tal, pero tampoco habrá desaparecido del todo. Cuanto más se reduzca su tamaño, más probable será que un buen día sea consumida como alimento por algún pez, e incluso por el plancton marino. Así, podría llegar finalmente a la cadena alimentaria y posiblemente de regreso a María.


También es posible que Lucy Gilliam haya navegado por las misma aguas, que contienen los restos de la pulsera. La científica ambiental de Brístol, en Reino Unido, es una de las fundadoras de la expedición, un proyecto de investigación exclusivamente femenino, que en 2014 se puso en marcha para "hacer visible, lo invisible", como ellas mismas proclaman: desde los plásticos en nuestros océanos hasta los tóxicos en nuestros cuerpos. Para ello, cruzaron el Océano Atlántico e hicieron un documental de su viaje.

Invisibles son, entre otras, las partículas de plástico más pequeñas, también conocidas como micropartículas de plástico o microplásticos, que pueden ir a parar a la cadena alimentaria, según explica Gilliam. Son particularmente imprevisibles: "las partículas de plástico pequeñas pueden combinarse muy bien con aceites y grasas, además tienen una superficie bastante grande, y son buenas absorbiendo sustancias químicas industriales", explica. Finalmente, son estas partículas las que son consumidas por el plancton. La científica aclara que no hay que pensar en términos de "islas físicas de basura" en el mar, a pesar de que existen montañas de basura en cinco puntos oceánicos. Pero la mayor parte de los residuos conforman una especie de suspensión, o sopa de pequeños plásticos, y microplásticos, que se va extendiendo por el mar, según explica Gilliam.


Recolección de basura para sobrevivir


No obstante, antes de que se reduzca tanto el plástico, a menudo va a parar a alguna costa del planeta. Tal fue el destino de dos botellas de agua de plástico PET (del inglés, polyethylene terephtalate), que también tienen un lugar en nuestra historia, y que fueron finalmente recogidas por recolectores de basura en una playa camboyana.


Las botellas procedían de un buque de carga, que vamos a llamar Marco Polo. Es el 25 de marzo de 2014 y el cargador se encuentra de camino desde el lejano oriente a su puerto de destino. La noche es fresca. En el lado estribor de la nave, dos hombres, de buen humor, se encuentran de pie en cubierta. El barco no se mueve, y les espera un viaje relajado. Tras ellos, se apilan grandes contenedores, del tamaño de un autobús escolar.

Ambos hombres beben los restos de sus botellas de agua y al cerrarlas hacen una apuesta. Se trata de lanzar la botella a mayor distancia. El que pierda, paga una ronda en el próximo puerto. Ambos lanzan las botellas. Finalmente, mientras el ganador disfruta de su cerveza en la meta, las botellas terminan en el Golfo de Tailandia impulsadas por la corriente, y por último en la costa de Camboya.

El canadiense Andrew Almack describe Camboya como un país muy pobre y con un enorme problema de residuos. Su organización, Plastic for change (plásticos para el cambio), está tratando de abordar ambas cuestiones. "Las comunidades de esta zona tienen graves dificultades para satisfacer sus necesidades básicas; por no hablar de un sistema de gestión de residuos inadecuado", explica. "Me di cuenta de que teníamos que involucrar a las empresas proveedoras de plástico en estas comunidades", dice Almack.

Según el activista, las empresas que utilizan plásticos deberían asumir una mayor responsabilidad social, utilizando plástico reciclado a través de su organización. Así, pretende establecer un ciclo en continuo movimiento. Igualmente, explica que los recolectores de basura deben ser justamente remunerados por los desechos que recogen. De este modo se les garantiza un medio de vida y al mismo tiempo se reduce la contaminación en Camboya.

"Cerca de 3,5 mil millones de personas, es decir, la mitad de la población mundial, no tienen acceso a un servicio básico de gestión de residuos", critica. "En estas regiones, los recolectores de residuos son a menudo la última línea de defensa en la lucha contra la contaminación masiva por plástico”.

Pensamiento competitivo

Según la ONG Plastics for Change, en algunas zonas, los recolectores de basura son los únicos que hacen algo contra las, cada vez mayores, montañas de basura.
Según la ONG Plastics for Change, en algunas zonas, los recolectores de basura son los únicos que hacen algo contra las, cada vez mayores, montañas de basura.Imagen: CC BY 2.0 / Koshy Koshy


Sin embargo, es tarea de todos nosotros ocuparnos de la eliminación y recuperación de los residuos de plástico. A unos 15.000 kilómetros de donde trabaja la ONG Plastic for Change, los científicos están tomando un enfoque colectivo para encontrar y eliminar el plástico del mar. En el estado norteamericano de Georgia, un equipo formado por miembros de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en sus siglas en inglés) y de la Iniciativa del Sureste Asiático Atlántico Marino para los Escombros (del inglés, Southeast Atlantic Marine Debris Initiative) están trabajando juntos para llamar la atención sobre la contaminación de los mares a través del uso de la tecnología.

Su Rastreador de Desechos Marinos es una aplicación de móvil, que permite la recolección de datos estándar de escombros marinos. Esta herramienta tecnológica llama a la acción y recompensa a las personas más activas nombrándolas “mejores rastreadores”. Los usuarios pueden registrar y documentar qué tipo de basura han encontrado y dónde. Por lo general, según dice Jenna Jambeck, ingeniera ambiental y una de las desarrolladoras de la aplicación, la mayor parte de la basura se encuentra en la playa. "Queríamos ofrecer a los individuos, o grupos, una herramienta simple y eficaz para informar sobre sus hallazgos", explica Jambeck. "La monitorización global de la basura es un desafío enorme, ya que las organizaciones locales no están conectadas entre sí y a menudo se sigue utilizando papel y lápiz para la documentación”. El Rastreador de Escombros Marinos debería permitir recoger datos sobre la contaminación de una forma sistemática y estandarizada.

En 2010, ocho millones de toneladas de plástico fueron a parar al mar, según cálculos de Jambeck y sus colegas. Los datos fueron publicados a principios de 2015 en la revista Science. La científica explica que si seguimos al mismo ritmo, y no mejora la gestión de residuos, esa cifra habrá aumentado a 17 millones de toneladas en 2025. Para evitar que se llegue a tal escenario, hay personas trabajando en todo el mundo, que protocolizan toda la información sobre los residuos que encuentran. "Tenemos rastreadores en toda América Latina, incluso en las Islas Galápagos", dice Jambeck. A ello se suman personas en Norteamérica, Europa y Asia, que utilizan la aplicación de forma activa.

Cerca de ocho millones de toneladas de plástico al año terminan en el mar. El Rastreador de Escombros Marinos puede ayudar a localizarlos.
Cerca de ocho millones de toneladas de plástico al año terminan en el mar. El Rastreador de Escombros Marinos puede ayudar a localizarlos.Imagen: exxpedition


El final perfecto para esta historia sería ver a María, que ahora tiene 36 años, descargarse la aplicación para unirse a quienes están poniendo su granito de arena en esta lucha. Quién sabe, incluso podría encontrar una pulsera.


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