¿Golpeado en su propio idioma?
19 de octubre de 2006Murat Kurnaz fue detenido en Paquistán luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, acusado de colaborar con Al Qaeda. De Paquistán fue trasladado a la zona sur de Afganistán; más concretamente, a la prisión de Kandahar. Ahí, de acuerdo con su versión de los hechos, en enero de 2002 fue golpeado y jaloneado por elementos del Comando de Fuerzas Especiales (KSK), un cuerpo de élite del ejército alemán.
Luego de su estancia en Afganistán, Kurnaz fue llevado a la prisión de Guantánamo, en uno de los “vuelos secretos” que la Agencia Central de Inteligencia Estadounidense (CIA) llevó a cabo sobre Europa. Ahí permaneció a lo largo de cuatro años, hasta que fue liberado en agosto pasado y repatriado a Alemania.
Cuestión de pasaporte
El caso tiene poderosas implicaciones. Para empezar, Kurnaz no cuenta con la nacionalidad alemana, a pesar de que nació y creció en Bremen, donde ha pasado la mayor parte de sus 24 años de vida. Esta situación, que comparte con miles de inmigrantes turcos en Alemania, ha sido central en el curso de este episodio.
“Si Kurnaz hubiera contado con la nacionalidad alemana, hubiera sido liberado desde 2002”, afirma Bernhard Docke, quien representa legalmente al antiguo preso de Guantánamo. Su argumentación es natural, tratándose de su defendido. Pero además existen informes de prensa según los cuales Estados Unidos ofreció desde 2002 liberar a Kurnaz, a lo cual las propias autoridades alemanas se habrían negado. La razón principal fue, precisamente, la nacionalidad turca del entonces prisionero.
El ejército, en entredicho
Naturalmente, las acusaciones de Kurnaz cuestionan de modo severo la integridad de las fuerzas armadas alemanas. Su caso constituiría un ejemplo de tratos crueles, inhumanos o degradantes, según el argot de los derechos humanos. Es preocupación especial de la claswe política la aparente falta de supervisión con la que actuaron, y quizá actúan aún, las fuerzas especiales señaladas por Kurnaz.
Por ello, el Bundestag decidió formar una comisión especial que se ocupará de investigar este caso específico. Pero el asunto dista de ser sencillo. Los diputados de la coalición que gobierna en Alemania propusieron que la ya existente Comisión de Defensa se constituya en organismo ex profeso para el caso Kurnaz. Esto implicaría, sin embargo, que sus sesiones se lleven a cabo de manera cerrada.
En cambio, la dirigente de Los Verdes, Claudia Roth, afirmó que “todo debe ponerse sobre la mesa”. El coordinador de los diputados verdes en el Bundestag, Volker Beck, manifestó su temor de que la comisión propuesta por la “gran coalición” “se transforme en un regateo oscuro”.
No es el único caso
El expediente de Kurnaz está lejos de cerrarse. El gobierno se ocupa también de Mohammed Hazdar, ciudadano alemán de origen sirio, y quien es acusado en Damasco de distribuir material propagandístico para Al Qaeda. De acuerdo con las leyes de Siria, podría ser sentenciado a pena capital.
Además, el Bundestag investiga la versión de Khaled El-Masri, ciudadano alemán de origen libanés que fue secuestrado por agentes de la CIA en Macedonia, de donde fue llevado a Afganistán. Además de la detención arbitraria, El-Masri afirma que fue torturado por el ejército estadounidense.
La vida le da sorpresas
Como quiera que sea, el caso de Murat Kurnaz ha traído algunas buenas noticias para éste. Por primera vez en muchos meses, el Ministerio de Defensa reconoció que soldados alemanes tuvieron contacto con él en Afganistán. Uno de los oficiales le habría dicho al prisionero que se había puesto “del lado equivocado”. Pero los representantes del ejército volvieron a negar que se hubieran producido jaloneos o golpes.
Al margen de este curso institucional, la vida de Kurnaz también ha comenzado a cambiar. Las autoridades de Bremen le habían fincado cargos por presunta asociación con grupos extremistas islámicos. Pero cuando fue liberado, y su caso llamó la atención de los medios, se produjo un sesgo completo.
El alcalde de Bremen, Jens Böhrnsen, fue a la casa de Kurnaz a recibirlo personalmente cuando fue liberado de Guantánamo. Hace unos días, al calor del debate público, el funcionario anunció que retiraría la acusación promovida por la propia alcaldía, y motivó a Kurnaz a que solicite la ciudadanía alemana. “Él sufrió una injusticia”, dijo Böhrnsen. Por si fuera poco, informó que sus colaboradores ya buscan la manera de ayudar al antigüo prisionero a que encuentre un empleo.
La cuestión elemental, sin embargo, continúa sin resolverse. Con todos sus detalles, el caso seguirá repercutiendo en la vida política alemana hasta que se aclare por completo si Murat Kurnaz fue torturado, o no, por soldados de élite del propio país donde reside.