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Sociedad

Hogares para niños en Alemania Oriental: recuerdo tortuoso

Jane Paulick
30 de octubre de 2017

Han pasada casi 30 años desde que fueron cerrados los "hogares para niños problemáticos" en Alemania del Este. Y todo este tiempo les tomó a las víctimas hablar de lo que sufrieron. Incluso hoy muchos se niegan a oírlas.

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Ehemaliger Jugendwerkhof Torgau
Imagen: picture-alliance/dpa/H. Schmidt

Renate Viehrig-Seger está frente a una foto de cuando ella tenía 17 años. Es una exhibición sobre los hogares infantiles en Alemania del Este, una que le causa un profundo dolor. Necesita un cigarro. Ahora tiene más de 50 y no había hablado de su pasado hasta que, hace unas semanas en Leipzig, declaró en una investigación independiente sobre el abuso sexual a niños durante la dictadura de la Alemania Oriental, una práctica que -lo muestran los estudios- estaba muy extendida en hogares y reformatorios juveniles.

Viehrig-Seger dice que le tomó 40 años encontrar la fuerza para decir lo que siente.

"Sé que nunca habrá justicia para mí", dice, mientras da una pitada a su cigarro fuera del antiguo orfanato militar de Potsdam, donde tiene lugar la exposición. "Entregar evidencia es mi manera de asegurarme de que estos abusos no sean permitidos nunca más", piensa.

Viehrig-Seger estuvo 180 días en Torgau, el hogar juvenil más conocido de Alemania Oriental, uno de los 150 recintos erigidos para recibir a los "niños difíciles". Entre 1964 y 1989, alrededor de 4 mil jóvenes de entre 14 y 18 años fueron encerrados en estos lugares para ser sometidos a un programa de castigos cuyo fin era convertirlos en "personas socialistas".

Renate Viehrig-Seger durante su estadía en Torgau.
Renate Viehrig-Seger durante su estadía en Torgau.Imagen: Privat

Muchos de ellos eran niños rebeldes que evitaban la escuela o habían escapado de sus casas. Algunos fueron ingresados porque escuchaban un tipo de música que era denostado por los líderes del régimen. Pero en muchos casos los chicos no habían hecho nada malo: el Estado quería castigar a sus padres, quizás por firmar una carta de protesta contra la opresión, quizás porque un vecino le dijo a la Stasi que estaban planeando escapar hacia el Oeste.

Como sea, casi siempre los niños venían de hogares en problemas. Viehrig-Seger había sido abusada sexualmente por su padre a temprana edad. En un comienzo ella pensó que si les decía a las autoridades, éstas la protegerían. Pero, oficialmente, el abuso de niños era una práctica inexistente en la Alemania Democrática. "Me dijeron que mentía", recuerda. Entonces comenzó a robar, con la esperanza de ser capturada y llevada lejos de sus padres. Y funcionó. En 1975 fue ingresada a Torgau. Allí fue puesta en confinamiento solitario durante varios días y fue violada por el director del recinto.

Cicatrices eternas

El abuso institucionalizado y las condiciones deplorables que prevalecían en Torgau y en otros recintos, desde la negación de alimentos, pasando por las golpizas y llegando a las violaciones, ha sido documentado en estudios, biografías e investigaciones periodísticas. Pero tomó varias décadas que los jóvenes de entonces, a los que siempre se acusaba de estar inventando las acusaciones, empezaran a hablar de sus terribles experiencias. Solo recientemente se formaron grupos, y recién en 2012 el Gobierno alemán estableció un fondo para las víctimas.

Torgau es actualmente un memorial.
Torgau es actualmente un memorial.Imagen: picture-alliance/dpa/P. Endig

Para muchos esta medida fue un alivio. Para otros no. "Para mí esta iniciativa fue un intento para aplacarnos", dice Roland Herrmann, quien estuvo seis meses en un hogar juvenil en Bad Freienwalde, Brandeburgo, cuando tenía 14 años. "Algunas gente se deja engañar por un poco de dinero", señala. Una serie de leyes permite a quienes fueron dañados por el sistema pueda recibir una "pensión de víctimas" de unos 300 euros mensuales. Sin embargo, tan importante como ese dinero es, dicen varios, recibir un reconocimiento oficial por todo lo que debieron soportar de manos del Estado.

El problema es cómo probar eso. Cuando, tras la caída del Muro los hogares fueron cerrados, los archivos fueron destruidos o se perdieron. Esto no solo implica que muy pocos tienen papeles para probar sus casos: también explica por qué ninguno de los miembros del staff de esas "prisiones juveniles", como las llaman muchos de los que pasaron por ellas, ha sido condenado o sometido a juicio.

"Otra razón por qué ninguno ha rendido cuentas es porque las víctimas nunca hablaron del tema, porque tienen miedo de ser estigmatizadas o porque se sienten culpables y avergonzadas", dice Gabriele Beyler, directora del comité conmemorativo de Torgau. "Convertir Torgau en un sitio conmemorativo en 1997 fue el primer paso. Este fue el primer lugar que mostró interés por la suerte de las víctimas, y uno de sus objetivos fue generar conciencia sobre lo que estos chicos tuvieron que vivir. Muchos de ellos solo piden que la sociedad reconozca y comprenda lo que les pasó", explica.

Indiferencia pública

Roland Herrmann prefiere otra forma de enfrentar el tema. Él fundó una asociación que busca la rehabilitación completa de quienes pasaron por el hogar de Bad Freienwalde. El 9 de noviembre de 2017, la asociación inaugurará una obra en memoria realizada por el artista Axel Anklam. Pero la reacción general muestra que el reconocimiento que él y las otras víctimas esperan está lejos de alcanzarse.

"Ha habido hostilidad y lo que sucedió sigue siendo negado", dice Jutta Lieske, miembro del parlamento estatal de Brandeburgo y quien apoya las iniciativas. "En aquel entonces, a nadie le importaba lo que pasara detrás de estas puertas", dice Herrmann. "Mucha gente ve a los reclusos como delincuentes y se alegraron de tener a estas 'sobras' fuera de circulación", apunta. Y por desgracia, esta visión no ha cambiado.

La exposición "Kindheit im Heim" (Infancia en el hogar) se encuentra en la "Grosses Waisenhaus", de Potsdam hasta el 31 de marzo de 2018.

Jane Paulick (DZC/JOV)