Honduras 10 años después del golpe de Estado a Manuel Zelaya
28 de junio de 2019Todavía hoy, Arístides Mejía siente resquemor cuando piensa en los acontecimientos en Honduras hace diez años. Las imágenes del derrocado presidente Manuel Zelaya siendo sacado del país en pijama dieron la vuelta al mundo. Mejía era vicepresidente en ese momento. Vio venir el desenlace fatal, pero no pudo evitarlo. "Zelaya no escuchó mis advertencias", dijo en entrevista con DW. Mejía recibió el apoyo del embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, quien trató de mediar varias veces, en vano.
Los dos bandos enemigos se enfrentaron en un curso de colisión. Por un lado, el popular Zelaya, apoyado por organizaciones de trabajadores e intelectuales de izquierda. Por otro lado, la élite conservadora del país, con sus bastiones en el Congreso, la Justicia y el empresariado, y con el apoyo de la jerarquía eclesiástica.
El factor decisivo: las fuerzas armadas
Durante meses, el conflicto se intensificó cada vez más. La élite desconfiaba de Zelaya, que se adentraba en las aguas del populista de izquierda venezolano Hugo Chávez y buscaba una enmienda constitucional para su país, con el fin de hacer posible la reelección, que antes estaba prohibida. Pero no se trataba sólo de ideología, sino también de negocios. El aumento del salario mínimo y la reducción de los beneficios fiscales disgustaron a los empresarios, a pesar de las altas tasas de crecimiento. Las animosidades personales y la politización del Poder Judicial desempeñaron un papel tan importante como ciertas acciones improvisadas malamente. Zelaya no se interesó por las elecciones internas de su Partido Liberal, cuyo control llegó a parar a manos de un opositor. Como resultado, Zelaya perdió el control del Congreso y de los jueces y fiscales supremos nombrados allí. Zelaya se sentía marginado y se radicalizó cada vez más.
La gota que colmó el vaso fue su deseo de utilizar las Fuerzas Armadas para organizar el plebiscito convocando una asamblea constituyente. Mejía, que fue ministro de Defensa hasta unos meses antes del golpe, cree que a las Fuerzas Armadas les hubiera gustado mantenerse al margen del conflicto. Pero eso cambió cuando un tribunal prohibió el referéndum, las FF. AA. obedecieron el veredicto. Entonces Zelaya despidió al jefe del Estado Mayor e irrumpió en los cuarteles con sus fieles, donde estaban almacenados los documentos electorales.
Los acontecimientos de junio de 2009 han encontrado diferentes interpretaciones. "Fue un plan del conservador Partido Nacional", afirma el abogado constitucionalista Melvin López. "Vio la oportunidad de dividir al antes dominante Partido Liberal y asegurarse el poder a largo plazo. López se refiere a la separación de los zelayistas, que fundaron el Partido Libre después del golpe.
Los historiadores de izquierda ven a Honduras como el plan maestro de una restauración conservadora instigada por Estados Unidos, ya que el presidente progresista paraguayo Fernando Lugo fue destituido de manera similar. Los conservadores están convencidos de que el golpe fue el mal menor que salvó al país del caos de Venezuela.
Supuesta Influencia estadounidense
Por supuesto, ambas interpretaciones son controvertidas: Ni siquiera WikiLeaks encontró pruebas de un plan estadounidense para el golpe de Estado. Y bajo un gobierno conservador, la corrupción, los crímenes violentos, el autoritarismo y el narcotráfico florecen, y cientos de miles de hondureños huyen a Estados Unidos. El país sigue estando lejos de la consolidación democrática. El presidente conservador Juan Orlando Hernández también ganó su reelección en 2017 de manera inconstitucional, pero más hábil que Zelaya, gracias al sistema de justicia que controlaba.
"Todavía estamos sufriendo las consecuencias de esta revolución", dice el sociólogo y escritor Juan Ramón Martínez. El golpe aisló a Honduras, debilitó sus instituciones, alentó el autoritarismo de Hernández, reveló las limitaciones diplomáticas de las alianzas de integración regional como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y marcó el inicio de una era en la que las Fuerzas Armadas regresaron a la escena política. Honduras sigue polarizada hoy en día, lo que conduce a una inestabilidad permanente. "Sólo una renovación de la capa política y un pacto de unidad nacional pueden sacarnos de este callejón", subraya Arístides Mejía.
(gg/cp)
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