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Idomeni: entre la esperanza y la desesperación

Martin Koch (JC/ER)24 de mayo de 2016

Ningún lugar de Europa ha vivido tan de cerca el drama de los refugiados como este pueblo griego de 300 habitantes en la frontera con Macedonia. Lo que pasa allí es un drama en todos los sentidos.

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Imagen: DW/D. Tosidis

Niños fatigados con los ojos en blanco del hambre, barro hasta los tobillos y escasamente vestidos con pantalones y chaquetas sucias. Este tipo de fotos pusieron al campo de refugiados de Idomeni en el foco de atención de la opinión pública mundial. De eso se encargaron los cientos de fotógrafos y periodistas que viajaron al campo de refugiados provisional situado en la frontera entre Grecia y Macedonia, y cuyos reportajes han sido impresos y emitidos en televisiones, radios y periódicos de todo el mundo.

Hasta el verano de 2015, aquellos que conocían la localidad de Idomeni la relacionaban con la estación de ferrocarril fronteriza entre ambos países, que se encuentra en una importante ruta de tránsito europea que conecta la ciudad griega de Salómica con la austríaca de Salzburgo. Pero entonces llegaron los refugiados.

Punto de partida de la Ruta de los Balcanes

El año pasado, mucho migrantes intentaron llegar a Europa central por vía terrestre a través de los Balcanes en lugar de cruzar el Mar Mediterráneo en barco. Ciudades fronterizas como Idomeni se encontraron, de repente, con un enorme y sobre todo aparentemente interminable flujo de solicitantes de asilo.

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Los niños son los que más sufren las pésimas condiciones de vida de los campos de refugiados.Imagen: picture-alliance/AP Photo/V. Ghirda

Al principio, Macedonia permitía viajar a los migrantes desde Grecia hasta la frontera con Serbia, tolerando su paso por 3 días, sin control en los trenes. Una vez allí, muchos querían seguir camino hacia Hungría u otros países de la UE. Pero, a medida que la prisa de los solicitantes de asilo iba en aumento, el gobierno de Skopje decidió declarar el estado de emergencia el 20 de agosto de 2015 y se empezó a repeler a los refugiados mediante el uso de la fuerza policial. Además, se construyó una valla de dos metros de altura para asegurar la frontera griega.

Pronto, el campamento de Idomeni, originalmente diseñado para 1.500 refugiados, se empezó a llenar y acabó atestado por más de 6.000 personas que no podían seguir viajando. En pocos meses su número aumentó a 14.000.

Condiciones catastróficas

Las condiciones de vida en el campamento fueron malas desde el principio. Pero tras un corto período de tiempo empezaron a ser desastrosas. Miles de personas recibieron como única ayuda pequeñas tiendas de campaña que difícilmente ayudaban a protegerlas de la lluvia y el frío. Los niños llevaban la misma ropa durante semanas, no podían lavarse y, en el mejor de los casos, recibían una dieta claramente desequilibrada. Ni había inodoros ni disponían de atención médica. Gracias solo a la solidaridad de la población, a los voluntarios y a la ayuda de las organizaciones internacionales se pudieron compensar los peores déficits.

Y, debido a las escasas perspectivas de futuro existentes en un campo de refugiados absolutamente abarrotado, los episodios de violencia empezaron a ser habituales en Idomeni. Refugiados frustrados intentando superar la acordonada frontera con Macedonia; soldados fronterizos disparando bolas de goma y gases lacrimógenos contra la multitud; y, mientras, los habitantes de la zona, abrumados, empezaron a quejarse de la falta de apoyo del gobierno griego y de la Unión Europea.

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Los episodios de violencia han sido habituales en Idomeni.Imagen: Reuters/S.Nenov

Especulando con la miseria

La gente que viene de zonas en guerra como Siria, Afganistán o Libia, tiene la esperanza de vivir en paz y prosperidad en uno de los países industrializados de la UE. Pero en Idomeni, al igual que en otros campo situados a lo largo de la Ruta de los Balcanes, han tenido que enfrentarse al lado oscuro de la economía de mercado.

A la entrada de los campamentos, las empresas de mensajería cobraban altos precios por entregar documentos personales que los refugiados trataban de enviar a familiares y amigos que vivían en la UE. Y es que, así, la gente esperaba poder tener mejores posibilidades de cara a una supuesta reunificación familiar. Por no hablar de los precios inflados de alimentos básicos como los huevos, la harina o frutas, u otros como cigarrillos o chocolate. En estos casos, los comerciantes también sacaron provecho de la vulnerabilidad de los refugiados.

Y, por si fuera poco, entre las organizaciones y voluntarios que han ayudado de forma desintesada y humanitaria a mejorar las condiciones de vida de los refugiados se han colado activistas con intenciones dudosas. Según las autoridades, muchos individuos que colaboran con traficantes de personas llevan meses dedicándose a infundir esperanza entre los refugiados, asegurándoles que permanecer en Grecia sería su final y animándoles a continuar camino. Y es que según las ONG, estas organizaciones sólo ganan dinero si los refugiados siguen viajando de forma ilegal.

Hoy mismo (24.05.2016), a finales de mayo, la evacuación del campo de Idomeni ya ha comenzado. Los refugiados esperan que ahora que van a ser trasladados a campos oficiales sus condiciones de vida por fin mejoren. Entretanto, ya habrá tiempo de pensar en el futuro.