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Irán quiere volver a la mesa de negociaciones

Emilia Rojas Sasse22 de agosto de 2006

Adelantándose diez días al plazo que le dio el Consejo de Seguridad para suspender el enriquecimiento de uranio, Irán respondió proponiendo nuevas negociaciones a partir de este mismo miércoles.

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El negociador iraní, Ali Larijani, entrega la esperada respuesta a los representantes de Alemania y de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.Imagen: picture-alliance/dpa

En las capitales occidentales, la cautela se impuso a la hora de aquilatar la respuesta que Teherán entregó este martes a los embajadores de las cinco potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y de Alemania. Tanto el embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, como el coordinador de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, no se aventuraron más allá de señalar que el mensaje iraní sería exhaustivamente analizado. Y está claro que en las cúpulas diplomáticas todos se anden con pie de plomo, tratándose de una materia tan delicada, cuya sola mención hace subir a nuevos niveles récord los precios del petróleo, por no mencionar lo que está en juego en el plano de la seguridad mundial.

El problema de fondo

Del contenido de la respuesta iraní sólo se han ido conociendo algunos aspectos con cuentagotas. Lo más concreto fue lo que dijo el jefe del equipo negociador iraní, Ali Lariyani, tras entregar el documento: que su país estaba dispuesto a llevar a cabo "negociaciones serias", que podrían comenzar este mismo miércoles. Por su parte, el subdirector de la organización iraní de energía atómica, Mohammed Saidi, aseguró que se trata de una "respuesta amplia, que puede despejar el camino para la reanudación de las negociaciones sobre un tratado definitivo".

A primera vista, tales declaraciones no suenan mal. Sin embargo, el problema radica en que, por lo pronto, no se ha hecho referencia alguna al quid de la cuestión: el cese del enriquecimiento de uranio en Irán, que es la demanda clave de la comunidad internacional. Y, mientras no haya señales claras de que Teherán está dispuesto a acatarla, de poco servirá seguir discutiendo sobre uno u otro punto de la amplia oferta de incentivos económicos y apoyo en el uso pacífico de la energía nuclear con que Occidente ha tratado de inducir a Irán a desistir de sus proyectos atómicos.

¿Otra oportunidad para el diálogo?

Ciertamente, de todo se puede hablar y sería aconsejable seguir haciéndolo, hasta despejar todos los obstáculos. Pero eso supone, de antemano, una suficiente dosis de confianza entre los interlocutores, que fundamente la esperanza de llegar a buen puerto. Y esta confianza no abunda precisamente en las capitales occidentales, que en los pasados meses se quedaron con la sensación de que los iraníes habían estado jugando a ganar tiempo en la mesa de negociaciones.

Por otra parte, tampoco resulta tan fácil para Estados Unidos, y menos para los europeos, desdeñar una nueva propuesta de diálogo iraní. Las exigencias maximalistas podrían desembocar en un callejón sin salida en el Consejo de Seguridad, donde de por sí no había unanimidad de criterios en cuanto a las sanciones que se podría aplicar contra Teherán si no desiste de su programa nuclear. Y ahora que Irán muestra disposición a dialogar "en serio", tanto más costaría convencer a Rusia y China de que el tiempo se acaba realmente el 31 de agosto y ha llegado la hora de las represalias.