Jerusalén no se puede dividir, pero tampoco unificar
15 de mayo de 2018Evidentemente, Jerusalén es una ciudad que, desde hace siglos, despierta anhelos y es origen de luchas por su control e intentos de apropiación. Es fascinante que una urbe más bien inhóspita al borde del desierto se haya convertido en una ciudad tan intensa y codiciada: los asirios, los egipcios, los babilonios, los israelitas, los romanos, los otomanos, los judíos, los cristianos y los musulmanes quisieron, una y otra vez, durante la larga historia de Jerusalén, apoderarse de ella.
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Y Jerusalén coquetea con esta agitada historia, como una diva envejecida con dignidad. Sin maquillaje, ella muestra con orgullo las cicatrices de su larga vida urbana: el patrimonio arqueológico de la Edad del Hierro junto al del Imperio Bizantino. Se pueden observar los agujeros de bala de la Guerra de 1948 junto a los signos de batalla de las cruzadas y los magníficos edificios omeya, que se erigen por encima de las estructuras de soporte herodianas.
Piedras vivas
Más fascinante aún que las piedras edificadas, destruidas y reconstruidas en otro lugar, son definitivamente las piedras vivas de dicha ciudad: las personas que viven aquí. Judíos askenazíes, cristianos ortodoxos sirios, musulmanes sunitas, judíos sefardíes, cristianos greco-católicos, musulmanes sufíes, judíos yemeníes, cristianos apostólicos armenios y musulmanes ahmadíes. Desde hace ya siglos, todos pertenecen a las piedras vivas de esta ciudad.
Es interesante cuando las piedras vivas, a través de sus historias, dan vida a las piedras muertas. Todos tienen su narrativa de memoria especial, pero también sus propios mecanismos de represión: ¡Jerusalén no es solo un lugar lleno de recuerdos sino también de negaciones del pasado! El más famoso de estos sea probablemente el Monte del Templo, donde está ubicada la Cúpula de la Roca y la Mezquita Al-Aqsa. Algunos niegan que haya habido un templo judío, mientras otros ocultan gustosos que allí en la Edad de Bronce había un santuario cananeo en el que se veneraba a varios dioses.
¿Desatar el nudo histórico?
Es demasiado grande la tentación de desenredar la confusa y compleja maraña originada durante siglos en Jerusalén, otorgándole toda la ciudad y la plena responsabilidad a una nación o dividiéndola de acuerdo a los intereses en juego. Ambas cosas no hacen justicia a esta obra de arte única que es Jerusalén. Una ciudad como Jerusalén, que ha sido moldeada por más de 4.000 años de historia y es el foco de la nostalgia de tres religiones monoteístas, es simplemente demasiado grande para ser reducida a dimensiones nacionales o desvirtuada: ni por unificación ni por división.
La visión de las Naciones Unidas de 1947 –a la que sigue ateniéndose la Santa Sede hasta nuestros días- puede parecer demasiado atrevida, pero es la única que realmente le hace justicia a Jerusalén: internacionalizar Jerusalén, al menos la Ciudad Vieja con los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas como "Corpus separatum". Para esta ciudad es válido lo siguiente: ¡Quién no tenga perspectivas osadas, no es un realista que confía en Dios!
El padre benedictino Dr. Nicodemus Claudius Schnabel, nacido en 1978 en Stuttgart, es un clérigo experto en la Iglesia Oriental y secretario de prensa de la Abadía de la Dormición en el Monte Sión, en Jerusalén, donde ha vivido desde 2003. Fue jefe administrativo de la abadía durante 18 meses desde 2016 hasta 2018.
Dr. Nicodemus Claudius Schnabel (RMR/ER)
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