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¿Juicio contra el presidente de Sudán?

DW-WORLD15 de julio de 2008

La acusación de la Corte Penal Internacional contra el presidente sudanés, por genocidio y crímenes contra la humanidad, provoca reacciones disímiles en la prensa. Mientras unos aplauden, otros temen a las consecuencias.

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Omar Hassan al-Bashir: ¿llegará a sentarse en el banquillo de los acusados en La Haya?Imagen: PA/dpa

Financial Times de Alemania: "Desde que el gobierno sudanés aceptó el año pasado oficialmente la misión de paz, Jartum obstaculiza a las tropas de la ONU donde puede. Los asesinatos, deportaciones y violaciones siguen entretanto su rumbo. Concedido: tampoco una orden de detención contra el presidente cambia eso por lo pronto. Una justicia mundial sin la correspondiente policía mundial sigue siendo incompleta y no puede reemplazar a la política. El valor simbólico de una acusación en La Haya es sin embargo considerable. No reemplaza un fuerte compromiso de la comunidad internacional en Darfur, pero subraya, a ojos de todos, qué es lo que está en juego: que se impongan estándares básicos de la civilización”.

Asunto peliagudo

De Volkskrant, de La Haya: “No cabe duda de que Al Bashir es un muy buen candidato a una larga estadía en prisión. El hombre es en gran medida (co)responsable de la mayor tragedia humana que ha tenido lugar en el mundo en los últimos años y que sigue cobrando víctimas en la provincia de Darfur. (...) Pero el sentido de la justicia no es lo único que cuenta. En la compleja constelación africana, también hay que pensar si existe suficiente respaldo para someter a juicio a un presidente en funciones o si no es demasiado grande el peligro de serios reveses –para la población, las organizaciones y los soldados que intentan imponer la paz-. Estos factores convierten a persecución judicial en un asunto peliagudo, que a fin de cuentas puede traer más cosas malas que buenas”.

Consecuencias peligrosas

La Repubblica, de Roma: “Al margen del terreno judicial, esta iniciativa difícilmente tenga las positivas consecuencias deseadas en los aspectos político, diplomático y moral. Para Jartum, probablemente no sea difícil refutar diversos puntos de la acusación. Por lo demás, este avance de la Corte Penal Internacional no sólo tendrá consecuencias graves para las relaciones entre los gobernantes sudaneses y la tropa de paz de la región de Darfur. También levantará serios obstáculos para la ayuda humanitaria a los más de dos millones de refugiados de Darfur, si el régimen intenta ‘vengarse’ poniendo fin a esa ayuda”.

Cuestión de principios

Die Presse, de Viena: “El Consejo de Seguridad de la ONU encargó en 2005 al Tribunal Penal Internacional ocuparse de Darfur. Y eso es lo que ha hecho el fiscal general, Moreno Ocampo. No le correspondía a él preocuparse de si era políticamente oportuno hacerlo. Tales reparos ya los tendrán otros, cuando se trate de detener efectivamente al presidente de Sudán. Además, no es seguro que Al Bashir endurezca realmente su proceder en Darfur, porque de ese modo confirmaría las acusaciones y se aislaría aún más. Déspotas como Al Bashir o Mugabe, de Zimbabue, deberían saber que podrían ser algún día juzgados por sus actos, tal como ha sido el caso de los ex presidentes de Yugoslavia y Liberia, Slobodan Milósevic y Charles Taylor. (...) No acusar a un criminal por miedo a que cometa entonces más crímenes sería una traición a la idea de la justicia”.