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La COVID-19 llega al mayor campo de refugiados del mundo

Rodion Ebbighausen
16 de mayo de 2020

Organizaciones humanitarias han dado la alarma. En el campo de refugiados rohinyás de Kutupalong, en Bangladés, se confirmó el primer caso de COVID-19. Las condiciones para combatir la epidemia son deplorables.

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Imagen: picture-alliance/AP Photo/S. Rahman

Las organizaciones humanitarias internacionales vienen advirtiendo desde el comienzo de la pandemia del coronavirus que un brote en alguno de los campos de refugiados puede tener consecuencias catastróficas. Para evitar semejante escenario, Bangladés aisló ampliamente el campo de refugiados rohinyás de Kutupalong desde abril de 2020. La entradas y salidas del campamento se restringieron a lo imprescindible. Barreras policiales y patrullas debían velar por el cumplimiento de la medida.

Organizaciones como el International Rescue Comittee (IRC) y CARE, de Alemania, se prepararon lo mejor posible para un brote. Se instalaron unidades de aislamiento y el personal médico fue capacitado. Según el IRC, está proyectado un pabellón con 1.700 camas y cientos de ellas ya están disponibles. También hay una unidad de cuidados intensivos, con 10 respiradores mecánicos.

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Proyecto de asistencia de la organización CARE Alemania en el campo de refugiados de Kutupalong
Proyecto de asistencia de la organización CARE Alemania en el campo de refugiados de KutupalongImagen: CARE Bangladesh

Primer caso confirmado

Hace pocos días, un refugiado se sintió muy enfermo. Acudió al médico, quien debido a los síntomas sospechó un caso de COVID-19. Un examen enviado a un laboratorio lo confirmó. Mohammad Mahfuzar Rahman, de la comisión gubernamental para refugiados y responsable del campamento, dijo a DW: "El contagiado es tratado en una unidad de aislamiento del hospital de Médicos sin Fronteras (MSF). Seis familiares se encuentran en cuarentena. También a ellos se les tomaron muestras que son analizadas en el laboratorio".

El gobierno de Bangladés y varias organizaciones humanitarias trabajan con ahínco para reconstruir la cadena de contagio. Pero el proceso aún está en marcha.

Con este caso confirmado, más de 855.000 refugiados del campamento se encuentran en peligro, como también más de 440.000 habitantes de las inmediaciones. Fuera del campamento ya había habido casos, pero según el gobierno están bajo control.

Consulta médica en el campamento de Kutupalong
Consulta médica en el campamento de KutupalongImagen: CARE Bangladesh

Se requiere ayuda adicional

Manish Agrawal, director del IRC en Bangladés, advierte que sin respaldo adicional será casi imposible evitar una catástrofe. "Las instalaciones médicas ya están saturadas. Falta el equipo necesario, personal médico y espacio suficiente para tratar a los enfermos", señala.

La infraestructura sanitaria ya era insuficiente antes de la aparición de la COVID-19. Muchas familias comparten un inodoro. Se forman largas filas ante los surtidores de agua potable. En los hacinados alojamientos no se puede mantener la distancia necesaria entre las personas. En tales condiciones, la rápida propagación del virus resulta inevitable.

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Agrawal hace notar que "la densidad de población es 1,6 veces mayor que en el crucero Diamond Princess, donde el virus se propagó cuatro veces más rápido que en la cúspide de la epidemia en Wuhan." 

Falta de información

Pese a diversas campañas de información, hay un conocimiento deficitario sobre la pandemia entre los refugiados, según Agrawal. Eso está relacionado también con las restricciones de internet que ha impuesto Bangladés para frenar la circulación de rumores e informaciones falsas. "Las restricciones también dificultan que las organizaciones humanitarias puedan reaccionar rápidamente ante un caso", indica. El IRC no pudo decir si la noticia del primer caso confirmado ya se ha difundido en el campamento.

CARE, activa en el campamento desde fines de 2017, se suma al llamado del IRC. Hace poco, la organización alemana repartió paquetes de material de higiene y elementos protectores en los campos de refugiados. Ya antes de la crisis del coronavirus, 37 instructores entraron en acción para mejorar los estándares higiénicos. Esto se ha vuelto aún más importante, pero difícilmente se podrá lograr sin ayuda adicional.

(ers/rrr)

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