"La democracia en Brasil va madurando"
21 de noviembre de 2013“Mensalao” significa algo así como “gran mesada”. Así bautizaron los medios de Brasil al más grande escándalo por corrupción en el Parlamento de ese país desde 1986, cuando fue restablecida la democracia . Todo comenzó con una entrevista publicada en el diario Folha de Sao Paulo. A las revelaciones del rotativo siguió el más grande juicio por corrupción en la historia brasileña.
25 políticos y empresarios han sido sentenciados a varios años de prisión. Once de ellos ya se entregaron a la Justicia, luego de que el Supremo Tribunal Federal emitiera órdenes de aprehensión.
Los jueces consideraron como probado que legisladores recibieron hasta 30.000 reales (9.000 euros) al mes para que aprobaran iniciativas de ley promovidas por el gobierno del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.
En octubre de 2012, el mismo tribunal encontró culpables a tres altos políticos que organizaron la red de corrupción y sobornos: el antiguo presidente del Partido del Trabajo, Jose Genoino, el extesorero Delubio Soares, y José Dirceu, jefe del gabinete de da Silva de 2002 a 2005.
La justicia actúa
La sola sentencia marca un precedente. Nunca antes habían sido imputados por corrupción altos funcionarios de Brasil. Es por ello que la opinión pública mantuvo hasta el último segundo dudas acerca de si los acusados en realidad serían sentenciados.
“Los procesos Mensalao marcarán un parteaguas cultural en nuestro país. Las sentencias deberían tener un efecto disuasivo en políticos, así como mitigar la corrupción”, dice Josmar Verillo, vicepresidente de Amarribo, organización brasileña asociada a Transparencia Internacional.
Roberto Gondo, profesor de Comunicación Política en la Universidad Mackenzie de Sao Paulo, está de acuerdo en que es una señal que tendrá repercusiones. Ahora está claro que prácticas como el peculado, la malversación de fondos públicos y la compra de votos son punibles, incluso para personajes poderosos.
“En este sentido, puede decirse que los poderosos serán más cuidadosos en adelante”, asegura el especialista. La Justicia misma adquiere credibilidad con las sentencias, agrega.
Un largo proceso
Pero la transformación social real tardará más que los juicios Mensalao. Éstos no alcanzan para dar la sensación de que hay “cero tolerancia” contra la corrupción. “Ése es un proceso más largo, pues la población misma debe aprender a ejercer presión sobre las instituciones”, dice Gondo.
Gil Castello Branco, de la organización Asociación Cuentas Abiertas, también opina que aún hay mucho camino por recorrer. Actualmente, 0,3 por ciento de las personas en prisiones brasileñas fue sentenciada por delitos de corrupción.
“En Brasil es más probable que pise la cárcel alguien que ha robado a otra persona, que quien ha robado al Estado, o sea, a todos los brasileños”, asevera Branco.
El activista considera lógico que por el momento exista una gran esperanza en la sociedad. Aunque persisten algunas dudas sobre los procesos en sí, y sobre el combate a la corrupción en general, Branco ve señales positivas: “Se puede decir que en este caso el Estado actuó de manera más estricta que en otros. Pero aquí se demostró que el trabajo conjunto funcionó. Y esto, a su vez, es muestra de que la democracia brasileña va madurando”.