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La economía mundial y el factor chino

4 de octubre de 2004

La prensa europea aborda en sus comentarios diversos aspectos de la asamblea anual del FMI y del encuentro ministerial del G-7 con representantes de China, que tuvieron lugar este fin de semana.

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Rodrigo Rato dirigió su primera asamblea anual al frente del FMI.Imagen: AP

El Frankfurter Allgemeine Zeitung, de Frankfort del Meno, opina: “Rodrigo Rato aprovechó su primera asamblea anual como director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) para trazar el curso que habrá de seguir la institución en el futuro. El español proseguirá en muchos aspectos la labor de su antecesor, Horst Köhler. Ésta se vio marcada sustancialmente por el intento de transformar al FMI en eje de un sistema de alerta temprana para las crisis financieras. El refuerzo de la función supervisora, que esbozó Rato, sirve a ese propósito. El jefe del FMI no descartó categóricamente las concesiones de créditos millonarios, pero intentará evitarlas en lo posible, al igual que Köhler. En este punto necesitará fortaleza, para no ceder a la presión política del círculo de influyentes países miembros. Rato debería resistir igualmente al deseo, varias veces expresado, de posibilitar a países en los umbrales del desarrollo el acceso a recursos del FMI para prevenir crisis. Semejantes facilidades sólo incrementan el riesgo de un comportamiento descuidado por parte de los inversionistas internacionales”.

¿Coordinación global?

El periódico Die Presse, de Viena, indica: “Ni el FMI ni el G-8 son instrumentos adecuados para dirigir la economía mundial. ¿Necesitamos pues un ‘gobierno global’? Sin lugar a dudas, eso sería una ventaja para la estabilidad económica internacional. Debido a la interrelación existente, las crisis que se producen en un país contagian con más fuerza que antes a toda la economía mundial, de manera que sería provechoso poder contrarrestarlas con eficacia. Pero es de dudar que semejante idea pudiera tener posibilidades de llevarse a la práctica. Para que algo así pudiera funcionar, habría que lograr equilibrar los intereses más diversos (por ejemplo entre ricos y pobres) y las naciones tendrían que estar dispuestas a entregar poder a un organismo central. Pero la mayoría de los gobernantes se resistirá de la manera más vehemente a ello.”

China tiene tiempo

El rotativo económico La Tribune, de París, escribe: “Los países más ricos del mundo no han recibido mucho de parte de China como retribución a que se le haya brindado un lugar -provisional- en su mesa este fin de semana. Ante la preocupación del G-7 por el precio excesivamente bajo del yuan, los representantes de Pequín sólo hicieron saber que su país se ocupará del asunto, llegado el momento. A falta de concesiones más concretas, hubo que darse por satisfecho con esas vagas posibilidades y hacer como si constituyeran un avance. (...) En lo que respecta a un lugar en el club de las naciones más prósperas, la milenaria China no tiene prisa. El tiempo juega a favor de Pequín.”

“Encuentro histórico”

La edición alemana del Financial Times apunta: “El grupo de los principales países industrializados (G-7) alabó la participación de una delegación china en la reunión de ministros de Finanzas y jefes de los bancos centrales, calificándola de ‘encuentro histórico’. No obstante, China no se incorporará por lo pronto al grupo. Pero el diálogo con ese pujante país proseguirá. Son palabras de cortesía. Pero apenas logran ocultar el fracaso del G-7. Muy atrás han quedado los tiempos en que el grupo podía activar la economía mundial con programas coyunturales en Europa y Estados Unidos, como en los años 70. (...) El G-7 no puede abordar por sí solo los problemas actuales de la economía mundial. (...) Existe espacio para la cooperación dirigida a resolver muchos de esos problemas. Por ejemplo, programas de fomento de energías alternativas en China podrían atenuar la escasez de petróleo a mediano plazo. Una estrategia conjunta para devaluar lentamente el dólar podría aliviar el déficit estadounidense en balanza comercial. Pero no basta que los chinos tengan estatus de observadores. Una verdadera cooperación, en la que Pequín confíe, sólo podrá funcionar entre socios con iguales derechos.”