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La FIFA, Messi y el negocio del fútbol

Israel Dehesa
8 de mayo de 2017

La federación de fútbol levantó el castigo que pesaba sobre el astro argentino, demostrando que hay una justicia deportiva para unos y otra para el resto. ¿Es correcto dejar pasar sin críticas esta clase de privilegios?

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Imagen: Imago/ZumaPress

El fútbol está cavando su propia tumba y ya nos estamos hartando de tanta desfachatez. Qué falta de seriedad. Este es el espejo de nuestra sociedad, donde a unos les permiten evadir impuestos e insultar a la autoridad, mientras que a otros los mandan a prisión por robar para alimentar a sus hijos hambrientos.

 

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Ni el fútbol nos queda como refugio para olvidar la injusticia diaria de nuestras sociedades, porque este deporte ya no es nuestro. Desde que se convirtió en un espectáculo masivo es de los dueños del dinero, de las televisoras y los patrocinadores. El fútbol ya no es de los aficionados, sino de los consumidores, de los que puedan comprarlo, de los que puedan pagarlo. Y tratamos de iluso, de "hincha de las teorías de la conspiración”, a cualquiera que se atreva a insinuar que los hilos detrás de las bambalinas de los estadios se mueven para que "los equipos que venden" lleguen tan lejos como se pueda, para que mantengan los ratings tan altos como se quiere. Porque, ¿a quién le interesa ver a Paraguay jugando los octavos ante Nigeria, cuando los anunciantes pagarán millones por insertar su marca en el medio tiempo de un España-Brasil? ¿A quién le importa el milagro de una final Colombia-Islandia si las carteras se abrirán más que un libro si la programación en la teleguía anuncia un Alemania-Argentina?

¿Ayudan los árbitros a los equipos más grandes?
¿Ayudan los árbitros a los equipos más grandes?Imagen: picture-alliance/AP Photo/D. Ochoa de Olza

La prensa se calla la boca porque también vive de los anunciantes y Messi se vuelve intocable. Y Neymar y Ronaldo… y que no falten los grandes equipos tampoco en la Champions League, porque son los que venden. Una ayudadita también para México, que no aspira a llevarse la Copa del Mundo, pero mete mucho más dinero que Honduras o Panamá. Un empujoncito para Italia y que se arme la fiesta, con invitados regulares y otros con pase para la zona VIP. Que los rumanos y los bolivianos se busquen a su favorito entre Inglaterra y Francia. ¿Que Montenegro y Costa Rica subieron de nivel? Pero a quién le importa, pues son muy pocos y ¿qué tanto se les puede vender?

¿Por qué ningún medio condenó la decisión de la FIFA de levantar el castigo que pesaba sobre la estrella argentina Lionel Messi? ¿Por miedo a que no les den entrevistas por insinuar que se manipulan decisiones? ¿De qué sirven todas esas horas de tertulias en las horas pico de audiencia, cuando al final nadie dice nada?

Que me perdonen todos los argentinos, que me perdonen todos los que aman a Messi, porque en el campo no se puede más que amar a uno de los mejores futbolistas de la historia. La cosa no es contra Argentina, tampoco contra el buen fútbol, porque Lio es eso: una de las máximas expresiones del balompié.

Pero no nos confundamos, porque perdonarle incondicionalmente todo a este fuera de serie no significa amar el fútbol, como no significa amar el deporte, ni amar a nuestra sociedad. Significa tolerar los privilegios para unos pocos, significa hacerse el que no oye, ni ve, ni razona; significa tolerar la manipulación en pos del negocio y del show; significa amar el espectáculo, sí, pero por encima de la pureza de la competencia. Significa odiar al deporte más bonito, que se pudre por dentro porque va perdiendo toda credibilidad.

Que me perdone la FIFA, pero están matando al fútbol, que refleja cada vez más los peores valores de nuestra sociedad.