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La pena de muerte no es un acto de justicia

7 de octubre de 2010

La Toscana fue el primer Estado, en 1786, en abolir la pena de muerte y tuvieron que pasar 200 años antes de que Naciones Unidas exhortara a sus miembros a hacer lo mismo. La Eurocámara exige una "moratoria universal"

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Campaña contra la pena de muerte en BielorrusiaImagen: Viasna

El pleno del Parlamento Europeo ha reclamado una "moratoria universal" de todas las ejecuciones como paso hacia la abolición total de la pena de muerte, un castigo que se sigue aplicando en 43 países, entre ellos Estados Unidos, China, Japón y Bielorrusia. En Kazajstán y Letonia se permite que el Estado ejecute a los ciudadanos por determinados delitos y en circunstancias excepcionales. Que se modifique estas disposiciones han pedido, una vez más la eurocámara así como una estrategia común de los 27 para asistir a los ciudadanos identificados como europeos y que son condenados a la pena capital en terceros países.

La pena de muerte sigue siendo el castigo más severo en muchos partes del mundo. Que no es compatible con los derechos humanos fue decidido en 1966 en Asamblea General de Naciones Unidas. Sin embargo, en Irán, en China, Estados Unidos, Arabia Saudí y en Bielorrusia –como último país en el continente europeo- se sigue aplicando.

Es lento pero es avance

Protest in Berlin gegen Todesstrafe im Iran
Berlín, julio de 2010: manifestación en contra de la pena de muerte en Irán.Imagen: DW

Lenta pero continuamente ha avanzado en los últimos años la corriente internacional a favor de la abolición de la pena de muerte. Cada vez son más los países en los que ha sido suprimida, tanto para tiempos de paz como de guerra. Así lo informa Amnistía Internacional en un panorama general para el año 2009; en nueve países, la pena capital está reservada para tiempos de guerra y en 35 países, en donde todavía se prescribe la muerte como pena máxima, no había habido en el período abarcado por el informe ningún caso de éstos en los últimos diez años.

Es más, el año 2009 fue un hito: en todo el continente europeo y en todo el territorio de la ex Unión Soviético ni una sola persona fue muerta a manos del Estado; Bielorrusia marcó otra vez la diferencia en el año 2010, hecho que fue condenado por el Consejo de Europa –al que la ex república soviética no pertenece.

Italia precursora

Europa necesitó mucho tiempo para llegar a abolir la pena de muerte, “un paso adelante en la historia de la civilización”, recuerda Laura Mirachian, embajadora italiana ante la ONU. “En Italia el rechazo a la pena de muerte tiene un larga tradición y está muy enraizada en la cultura. Esta postura data del siglo XVIII. La Toscana fue el primer Estado en abolirla en tiempos de guerra, hablamos del año 1786”, dice la diplomática.

No obstante, desde este primer paso en solitario hasta el primer acuerdo interestatal para su abolición tendrían que pasar todavía 200 años. En 1966, en el Pacto sobre Derechos Humanos de la ONU, que incluye derechos políticos y civiles, se exhortó a todos los Estados miembros de la organización internacional a abolir la muerte como pena máxima o, cuando menos, a reservarla para casos extremos.

Cabe resaltar que en un primer momento después de la firma del pacto de Naciones Unidas, poco cambió en la práctica de muchos países, comenta Mario Morazzitti, portavoz de la comunidad religiosa italiana Sankt Egidio, desde hace años muy activa en la lucha por la abolición de la pena de muerte. Hasta la década de los setenta del siglo XX, sólo 23 países habían dado el paso. Entretanto, exceptuando Minsk, Europa ha logrado en las últimas tres décadas erradicar la pena capital.

No sólo China y Estados Unidos se oponen

Symbolbild Todesstrafe Giftspritze
La inyección letal, uno de los medios de la pena de muerte.Imagen: BilderBox

A pesar del innegable avance, en 1998 la Unión Europea fracasó en una moción para que se aprobara en el seno de Naciones Unidas una resolución para abolir las ejecuciones; China y Estados Unidos se opusieron, también muchas ex colonias europeas en África y Asia. “Esta resolución fue percibida como una interpretación neocolonial de los derechos humanos y como una intromisión en los asuntos de los Estados”, explica Morazzitti.

Con todo, en 2007 la Asamblea General de Naciones Unidas emite por primera vez una resolución sobre una moratoria de la pena capital, como primer paso hacia su abolición total. Entretanto, ya son algunos los Estados que han modificado su postura: en 2009, de los 53 países africanos sólo en Sudán y Botswana hubo ejecuciones; en el continente americano, sólo en Estados Unidos. Cabe resaltar que las 106 muertes decretadas estatalmente el año pasado en este país son el registro más bajo en su historia; el mayor lo hubo en el año 1994 con 328 ejecuciones.

Ejecuciones públicas como medio de intimidación


El cuadro más siniestro lo ofrecen Asia y Medio Oriente, con 600 de las 714 ejecuciones contabilizadas por Amnistía Internacional en 2009. Irán ordenó 388 de ellas; 120, Irak; 69 reos fueron ejecutados en Arabia Saudí. China es un caso aparte: se tiene indicio de numerosas de ejecuciones anuales. Las cifras varían mucho según la fuente y el Gobierno de Pekín se niega a dar ningún tipo de información

Haciendo gala de lo contrario, en Arabia Saudí y en Irán la mayoría de las ejecuciones se realizan en público para atemorizar tanto a la oposición política como a todos aquellos que, en opinión de estos Gobiernos, representan una amenaza para la moral pública o un peligro para la estabilidad del país; ambos países han sido los únicos en el mundo que en el año pasado ejecutaron a personas que al momento del crimen imputado no tenían la mayoría de edad.

Así el estado de las cosas, el Parlamento Europeo en sesión plenaria previa al Día Internacional contra la Pena de Muerte (el 10 de octubre) ha emitido una resolución ampliamente aceptada, pidiendo una moratoria internacional de la pena capital. Y señala al Gobierno chino como el principal ejecutor del mundo y a Bielorrusia como el único país del continente europeo. Al respecto el presidente del la eurocámara, Jerzy Buzek, declaró: "La muerte nunca puede ser considerada un acto de Justicia"

Autor: Andras Zumach/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas