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Reelección de Santos: un triunfo de la razón

José Ospina-Valencia16 de junio de 2014

La victoria de Juan Manuel Santos es una decisión por la democracia, y en contra de la guerra. Aquí estaba en juego algo tan esencial como la paz en Colombia: el Estado de Derecho, opina José Ospina-Valencia.

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Imagen: Reuters

Las opciones eran votar por una sociedad incluyente, como el proyecto que podrá seguir llevando a cabo Santos hasta 2018, o una de la polarización, como lo demostró en campaña el candidato Óscar Iván Zuluaga, así fuera empujado por su mentor, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010).

A pesar de que Zuluaga ofrecía un programa sólido, muchos colombianos temían el regreso del “uribismo”, cuando la estigmatización y la persecución de quien pensara diferente fueron el común denominador.

Aún reconociendo que Uribe paró el ímpetu de una guerrilla, cuya violencia tenía el país al borde de ser declarado Estado fallido, al final, la división de poderes, el pilar de toda democracia, salió averiada durante su gestión. El Estado de Derecho fue casi que reemplazado por uno “personalizado”. Nunca antes estuvo Colombia tan cerca de parecerse a la Venezuela de Chávez y Maduro como bajo Uribe, solo que en el extremo opuesto.

Jose Ospina-Valencia, de la redacción latinoamericana de DW.
Jose Ospina-Valencia, de la redacción latinoamericana de DW.Imagen: DW

El que otrora Uribe haya cambiado las leyes para hacerse reelegir parece una anécdota, pero es otra certera señal de que lo que necesita Colombia es fortalecer su democracia negociando la paz con las guerrillas (FARC/ELN) y no volver a la aventura de la ultraderecha, que, irónicamente, se nutre de la existencia de la ultraizquierda armada.

No en vano, el voto fue por una sociedad incluyente. Con esto, los colombianos han demostrado algo que es tenido muy poco en cuenta: su tesón democrático. No ha existido en la historia de América Latina una democracia más asediada que la colombiana. Desde hace más de medio siglo violentos han intentado imponer en Colombia un régimen castrista. Sin éxito. Luego, paramilitares de ultraderecha quisieron “refundar” el país. Sin éxito.

Hoy, a pesar de los embates, la democracia vuelve a salir bien librada. Nunca antes había sido elegido un presidente con tan amplio respaldo: de conservadores, de liberales, de las diversas etnias y gremios, y de la izquierda democrática, que, bajo Santos, ha podido volver a ejercer su derecho a hacer oposición sin ser perseguida o estigmatizada como supuesto brazo de la insurgencia.

Por esto, el proceso de paz es vital para la sobrevivencia de la democracia en Colombia: sin una guerrilla armada, los partidos podrán aportar a solucionar los problemas; sin una guerrilla armada, la ultraderecha perderá su razón de ser en un país laico y multiétnico; sin una guerrilla armada, los riesgos para el Estado de Derecho serán menores.

Aunque aún falta por convencer a algunos civiles, militares y guerrilleros de que 220.000 muertos y 5 millones de desplazados son ya un precio impagable, ahora las esperanzas están puestas en Santos y su contraparte, que han prometido una paz basada en la verdad y no en un “intercambio de impunidades”.

Por todo lo anterior, el resultado de estas elecciones es un triunfo de la razón.