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La Reforma Migratoria cubana un año después

Amir Valle13 de enero de 2014

El gobierno de Raúl Castro implementó hace un año una reforma que eliminó el permiso de salida que los cubanos necesitaron durante décadas para viajar al extranjero. ¿Quién se ha beneficiado de la reforma migratoria?

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Bildergalerie Transport-Havanna
Imagen: Golbarg Tavakolian

Justo un año después de la Reforma Migratoria de Raúl Castro que terminó con más de cuatro décadas de restricciones de viajes para sus nacionales, y luego de 3 años sin diálogo migratorio entre Cuba y Estados Unidos, estos dos grandes protagonistas del conflicto político que ha lanzado al exilio a cerca de cuatro millones de cubanos vuelven a debatir en La Habana el que se considera el mayor problema social en la isla: la lentitud de los cambios económicos y sociales ha provocado que la población pierda la fe en ellos, y la mayoría, sobre todo la juventud, sólo quiere irse del país.

El informe oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano explica que la reunión "analizó el estado de cumplimiento de los acuerdos migratorios, incluyendo las medidas para enfrentar la emigración ilegal y el contrabando de emigrantes" y que “la delegación cubana insistió nuevamente en que estos fenómenos no podrán erradicarse ni se podrá lograr un flujo migratorio legal, seguro y ordenado entre Cuba y los Estados Unidos”, mientras Washington no derogue la política de pies secos-pies mojados (que concede derecho de asilo a todo cubano que pise tierra americana y se la niega a quien es atrapado en el mar) y la Ley de Ajuste Cubano, que concede la residencia a cualquier cubano si logra permanecer un año en Estados Unidos".

¿Volverán los que partieron?

La necesidad de estas conversaciones es obvia: más de 2 millones de cubanos residen en Estados Unidos, cifra que aumenta cada año por las facilidades migratorias que ofrece Washington a los cubanos, y para ambos gobiernos resulta estratégico hacerlo luego de que la ley estableciera, el 14 de enero de 2013, la libertad de todo cubano a salir y entrar de su país sólo habilitando su pasaporte y no, como sucedía antes, sometiéndose a un procedimiento burocrático en el cual pesaba la adhesión a las reglas políticas del gobierno.

Según el informe del Departamento de Inmigración y Extranjería de Cuba, 184 787 mil personas viajaron durante el 2013, la mayor parte hacia Estados Unidos, España, y algunos países de América Latina (Panamá, México, Ecuador) y Europa (Francia, Italia y Alemania). De ese total, el 55,2 por ciento no había regresado todavía en las estadísticas oficiales del 30 de noviembre, aunque según otra de las nuevas regulaciones no se les considera aún emigrantes, pues el general Raúl Castro extendió de 11 meses a dos años el tiempo de permanencia de los cubanos en el exterior, sin perder su residencia. Asimismo, 3.300 personas que habían emigrado han solicitado volver a residir en el país.

El impedimento mayor, además de los altos costos de los trámites migratorios, los pasajes y otros gastos de viaje, en un país donde el salario medio ronda los 15 euros, es el reforzamiento de los requisitos para recibir visados en los países que exigen visa a los cubanos, pues resulta insignificante el índice de viajes a las 34 naciones (básicamente países pobres de África y Asia) que conceden a Cuba exención de visado.

Generación perdida

La medida ha sido aplaudida por la opinión pública internacional por su doble impacto en el respeto a los Derechos Humanos y las libertades políticas: la reforma migratoria favoreció también a los disidentes, quienes pudieron salir en amplias giras por el mundo a proclamar su visión sobre los problemas actuales de la sociedad cubana, entre ellos, la reconocida bloguera Yoani Sánchez, la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, y otros opositores de distintas tendencias políticas, a quienes el gobierno de La Habana les había negado anteriormente el permiso de salida.

Pero en una de sus columnas para la agencia IPS, el propio Leonardo Padura escribió: “Para los cubanos más jóvenes la reforma migratoria puede significar una esperanza de hacer, en Cuba o donde los acojan, la vida que más o menos puedan armar. En cambio, para la generación de sus padres y sus abuelos, profesionales o no, la posibilidad de disfrutar de esa libertad concedida es mucho más escasa y difícil. (…) ¿A dónde ir? ¿De qué vivir? ¿Cómo insertarse en un mundo en crisis con cuarenta y cinco, cincuenta, sesenta años de edad? ¿Ir y quedarse? ¿Ir y volver?”.

Son preguntas que, un año después de la Reforma Migratoria, están aún sin respuesta.