La religión del fútbol
20 de agosto de 2005
La iglesia abre sus puertas a los ases del balón y Alemania no ahorra en esfuerzos para superarse en el Mundial 2006. El fin justifica los medios y, aun cuando escape a toda lógica futbolística, los alemanes podrán recurrir incluso a la divina providencia para ganar el campeonato, gran oportunidad para convertirse en "profetas en su tierra".
Fieles al gol
La revelación se produjo esta semana, cuando los líderes evangélicos anunciaron acciones especiales para el macro evento deportivo. La comunidad evangélica ofreció sus centros litúrgicos para la retransmisión pública de los partidos. 16.000 iglesias y centros comunitarios podrían convertirse así en mini sedes el "glorioso evento".
Con el permiso concedido por la FIFA, la iglesia evangélica goza de carta blanca para ofrecer los encuentros. Mientras otros pagarán por los derechos de retransmisión, en lugares públicos y con fines lucrativos, otros gozan de bulas pecuniarias. Según la FIFA, la Iglesia queda eximida del pago del llamado Public Viewing, ya que no habrá fin económico alguno.
Además de las pantallas, servicios religiosos especiales y lugares de oración adaptados a los hinchas colmarán cualquier fervorosa necesidad de consejo espiritual. La comunidad evangélica incluso planea contactar con sus hermanos de los 32 países participantes en el Mundial para que se unan en oración. Todo siguiendo la cita del presidente del Consejo Evangélico, Wolfgang Huber, que calificó el fútbol como una parte importante de nuestras vidas.
Con la ayuda de Dios
Y si los aficionados ruegan a Dios para que gane su equipo, también los jugadores se podrán sumar a esta corriente. La iglesia alemana ofreció a la selección un pastor para que les acompañe en su odisea, un enlace directo a los poderes celestiales. Como declaró Hans-Georg Ulrich, pastor oficial del Mundial 2006, "estamos dispuestos a ofrecer asistencia espiritual a los jugadores durante la competición".
La inspiración religiosa en el fútbol no es nueva. El actual seleccionador Jürgen Klinsman fue testigo de su influencia sobre el rendimiento. Ya en 1990, junto con el entonces entrenador Franz Beckenbauer, la selección llamó a los altos poderes y pidió que un pastor les acompañase a Italia. Y por lo visto valió la pena. Alemania terminó llevándose el trofeo a casa. Toda ayuda es poca para ganar el mundial, sobre todo si se juega en casa.