La siderúrgica de Völklinger: patrimonio protegido desde hace 15 años
5 de abril de 2009No sólo los bellos edificios y los verdes campos son susceptibles de convertirse en herencia a conservar para el disfrute de las futuras generaciones: también fábricas grises y poco estéticas pueden ser un importante patrimonio de la humanidad.
Su valor no es la hermosura, sino la vida. Complejos mineros, como los que pueblan la germana Región del Ruhr, o la siderúrgica de Völklinger en el Estado federado del Sarre, la “Völklinger Hütte”, se alzan en recuerdo la producción que sostuvo económicamente a amplias zonas de Alemania, de quienes fueron protagonistas del “milagro alemán”, de las duras condiciones laborales bajo las que se reconstruyó un país en ruinas, de la solidaridad entre unos compañeros que, a mediados de los 80, lucharon codo a codo y con poco éxito para impedir que le echaran el candado a su única fuente de ingresos.
Durante décadas, estas compañías habían significado la subsistencia para muchos alemanes. En los colegios, los niños soñaban con trabajar en las minas y las fábricas cercanas, igual que sus padres y sus abuelos. Los jóvenes que lograban ser empleados recibían la enhorabuena de los vecinos y eran el orgullo de las familias.
Cuando se iniciaron los cierres, el estigma de la insostenibilidad financiera y de la nube de humo negro con la que contaminaban el aire planeaba sobre estos centros. Pocos entendían el apego que algunas comunidades sentían por ellos. Hoy, las cosas han cambiado. Tildados de “iconos de la cultura industrial” y “catedrales del trabajo”, muchos se han convertido en patrimonio protegido por la UNESCO, como le sucediera hace 15 años a la “Völklinger Hütte”.
El arte del trabajo
Este domingo era “gran día familiar” en la “Völklinger Hütte”. Por lo tanto, a las puertas del complejo nadie preguntaba por los entre tres y 12 euros que suele costar la entrada. Hoy se celebran los 15 años de la obtención del título de patrimonio de la humanidad y todos estaban invitados a pasearse gratis por la vieja siderúrgica.
Alemania ha sabido sacarle provecho a sus instalaciones empresariales a la deriva. Antiguos pantanos que un día sirvieron a la producción se tornan ahora lugares de recreo, lagos o pequeños clubes de vela; fábricas en paro son remodeladas para acoger una oferta cultural y deportiva múltiple que va desde las exposiciones, el cine y el teatro hasta la posibilidad de practicar disciplinas como la escalada.
Así sucede también en la “Völklinger Hütte”. Sobre los 600.000 metros cuadrados que abarca su superficie, los visitantes pueden adentrarse en el mundo industrial y sorprenderse al contemplar que, en realidad, esconde mucho más que trabajo.
Los artistas Hans-Peter Kuhn, primero, y Michael Seyl, después, convirtieron esta planta en un impresionante espectáculo de luz que se enciende cada noche. En 2004 se inauguró el “Ferrodrom”, un centro científico en el que, de modo interactivo e involucrando directamente al público, se hace un repaso por la historia cultural del hierro y la labor en los hornos de fundición. Y desde 2007, el proyecto “Genius I”, “una emocionante experiencia a través de los deseos y los sueños de la humanidad”, anima a llevar a cabo una “misión”: la de “descubrir, investigar e inventar”.
Cumpleaños feliz
Con motivo del cumpleaños, la “Völklinger Hütte” presenta además un programa adicional. Artistas como Stephan Mathieu, que presentará una obra acústica con el apropiado nombre de El sonido de las máquinas, se acercarán hasta el Sarre para dotar de sonido, luz e imágenes al complejo industrial.
Entre los eventos en cartel se encuentran, aparte, una exposición fotográfica que podrá verse hasta el próximo uno de noviembre y que lleva por título “Acontecimientos mundiales: obras maestras del periodismo gráfico de Associated Press” y la muestra histórica “Regalos de Estado: 60 años de Alemania”, en la que, como bien indica su nombre, se exhiben los presentes hechos por la alta diplomacia a lo largo de las seis décadas de vida de la República Federal de Alemania.
Autora: Luna Bolívar
Editora: Claudia Herrera Pahl