Las lecciones de Weimar
9 de noviembre de 2018El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller alemán, lo que supuso el fin de la República de Weimar, el convulsivo experimento de Alemania con la democracia entre 1919 y 1933. La era fue llamada “República de Weimar” por los historiadores en honor a la ciudad de Weimar, donde una asamblea nacional redactó y aprobó una nueva Constitución para Alemania, luego de la derrota del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial. El periodo de la República de Weimar estuvo marcado por la hiperinflación, el desempleo masivo y la inestabilidad política. Por otro lado, también por una enorme creatividad en las artes y las ciencias y una legendaria vida nocturna en Berlín.
Eric Weitz, director del Departamento de Historia de la Universidad de Minnesota, EE. UU., publicó un alabado libro sobre esa era, con el título: "Weimar Germany: Promise and Tragedy." DW-WORLD.DE habló con él sobre el espíritu de esos tiempos, los factores que llevaron a los nazis al poder y las lecciones que se pueden extraer de la República de Weimar.
DW: Una de la tesis en su libro es que la República de Weimar no debe ser vista simplemente como un preludio a la dictadura nazi, sino como una era propia.
Eric Weitz: Sin duda debe ser vista como una era propia. La República de Weimar fue un periodo maravillosamente creativo. No debemos ver permanentemente los 12 años del Tercer Reich asociados con los 14 años de la República de Weimar, porque la República fue un periodo muy importante de innovación política, cultural y social. Debemos recordarla y valorarla como algo diferente. En los años 20, en Alemania tuvo lugar un permanente e intenso debate, tanto en los niveles intelectual y artístico como en la política y la sociedad.
¿Cómo se explica el florecimiento cultural y artístico en Alemania, y particularmente en Berlín en los años 20? Después de todo, se trataba de una nación golpeada por la guerra, con millones de muertos y plagada por la hiperinflación y la inestabilidad?
La fuerte innovación registrada durante la República de Weimar tiene que ver justamente con esos factores. Mucha gente se centra sólo en la desesperación derivada de la Primera Guerra Mundial. Sin duda era grande. Dos millones de alemanes murieron en la guerra, 4 millones resultaros heridos y los hombres que regresaron heridos lo estaban tanto físicamente como psicológicamente. Y luego vino la crisis de posguerra: reajuste e hiperinflación.
Pero hasta cierto punto, la inestabilidad de la economía, la sociedad y la política impulsó un profundo compromiso intelecual con los problemas de vivir en la era moderna y el proyecto político para Alemania. También la revolución de 1918/19 fue crucial. La revolución derribó al emperador y estableció un sistema democrático, el más democrático hasta entonces en Alemania. El espíritu de la revolución creó la sensación de que se abría un nuevo futuro, de posibilidades ilimitadas, que podía desarrollarde de forma más humanitaria. Y ello explica a su vez gran parte de los movimientos innovadores durante la República.
No obstante, mucha gente en Alemania odiaba a la República. ¿Quiénes eran? ¿Y por que querían que cayera, si era tan prometedora y atractiva?
La elite conservadora impugnó a la República de Weimar en su totalidad. El trabajo de los artistas, pensadores y arquitectos que analizo en mi libro fue muy cuestionado por los conservadores. Se trataba de la derecha establecida: los aristócratas, altos funcionarios, oficiales de las fuerzas armadas, banqueros, gente de la iglesia, que no sólo eran antisocialistas y anticomunistas, sino también antidemocráticos. La revolución de 1918/19 dejó intacto su poder. Estableció una democracia política, pero no terminó con la posición social y el poder de la elite ultraconservadora.
Esa elite conservadora desafió a la República en todo momento. Muchos de los conflictos se centraron no necesariamente en la esfera política, sino también en los ámbitos cultural y social. Existió por ejemplo la “guerra de los techos de Zehlendorf”, en la que arquitectos y políticos conservadores, incluidos los nazis, argumentaron que los techos planos de la arquitectura moderna no eran alemanes. Para los conservadores, los techos debían ser a dos aguas y puntiagudos. Incluso se tildó a los techos planos de judíos. La emancipación de la mujer en los años 20 y la discusión en relación con su satisfacción erótica fue otro de los puntos de intenso conflicto.
¿Puede decirse que la República de Weimar fue una víctima temprana de la globalización? ¿Piensa usted que podría haber sobrevivido sin la Gran Depresión de 1929?
La Gran Depresión le dio la estocada final. Analizando la economía y las elecciones de 1928, observamos que se había producido un retorno político hacia el centro y señales de una importante recuperación económica. 1928 fue el último de los “años dorados” de la República. Sin la Gran Depresión, la República hubiera tenido la posibilidad de sobrevivir. Supo superar la hiperinflación de 1923, que fue una experiencia sumamente traumática y desorientadora. La depresión, que pasó de EE. UU. a Alemania muy rápidamente y con gran fuerza, le aplicó el golpe de gracia.
Simultáneamente no podemos olvidar que pocas democracias fueron fundadas en medio de circunstancias tan difíciles como la República de Weimar. La República hubiera necesitado más espacio para respirar, una actitud más generosa de parte de los Aliados occidentales, estabilidad económica y progreso. Y de todo ello existió muy poco después de la Primera Guerra Mundial.
¿Qué llevó finalmente al colapso de la República de Weimar? En las eleciones de 1928, los nazis sólo tuvieron el 2,6 por ciento de los votos. Cinco años más tarde estaban en el poder…
Efectivamente, en 1928 los nazis eran un grupo político marginal y con muy poca resonancia. Pero la República se hallaba socavada y políticamente paralizada. En tiempos de crisis, la gente quiere soluciones y la República no ofrecía ninguna a la situación económica. A partir de 1930, Alemania fue gobernada en el marco de un sistema presidencial dictatorial, porque el sistema político estaba tan fragmentado que era imposible gobernar con mayorías parlamentarias. Desde la primavera de 1930, el canciller Heinrich Brüning y sus sucesores gobernaron con poderes extraordinarios concedidos por el presidente, Paul von Hindenburg.
Pero hay que subrayar que los nazis nunca recibieron una mayoría de votos en elecciones libres. En el verano de 1932 conquistaron el 37,4 por ciento de los votos, el mayor porcentaje en su historia. Es una cifra significante, pero no una mayoría. Lo que a menudo se oye de que el pueblo alemán llevó a Hitler y a los nazis al poder en elecciones es falso. Los nazis nunca fueron elegidos. En las siguientes elecciones, en el otoño de 1932, perdieron una significativa parte del apoyo que habían recibido en el verano. En el partido nazi reinaba la confusión. Al final accedió al poder porque la elite conservadora en torno al presidente Hindenburg se lo traspasó. Esa alianza fue la que al final mató a la República.
¿Qué lecciones se pueden aprender de la República de Weimar? Implícita en su libro está la cuestión de si es posible que las democracias actuales sucumban a fuerzas neofascistas como la República de Weimar sucumbió a los nazis?
La Alemania de hoy es un sistema democrático estable. Si bien existen algunos grupos de extrema derecha, son marginales. Berlín no es Weimar. Lo que a mí me preocupa es más bien mi país, los Estados Unidos, en el sentido de que las amenazas para la democracia no siempre vienen de afuera. El mayor peligro puede venir de adentro. Así fue sin duda en Weimar, especialmente en los últimos años de la República. Lo que me preocupa es que hay cierta gente o instituciones que hablan de democracia, pero en realidad la están socavando. Sin duda, los nazis nunca hablaron de democracia, pero usaron una retórica populista que tuvo un gran eco en la gente. Cuando ese tipo de retórica populista enmascara prácticas antidemocráticas, nos tenemos que preocupar seriamente. La analogía que me preocupa es cuando los conservadores del “establishment” hacen “aceptable en la sociedad” a los conservadores radicales. Que los conservadores tradicionales traspasen los límites de la discusión democrática y el marco constitucional y hagan “aceptables” el programa, las personas y las ideas de los conservadores radicales… eso es lo me que preocupa.