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Las metas de la cumbre de Copenhague están en peligro

12 de noviembre de 2009

La cumbre sobre el cambio climático despierta esperanza y escepticismo en igualdad de proporciones. La Unión Europea estará presente sin haber definido cómo financiará los compromisos que adquiera en materia ambiental.

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No hay acuerdo sobre la financiación de medidas contra el cambio climático.Imagen: Picture-Alliance /dpa/DW

El tiempo apremia. Falta muy poco para que se inaugure la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático en Copenhague, Dinamarca, percibida por los ambientalistas y los políticos comprometidos con la causa ecologista como el evento decisivo para ponerle coto a la influencia negativa de las actividades humanas sobre el medio ambiente y frenar las alteraciones climáticas globales que derivan de ellas. El objetivo de este encuentro es que los Estados del mundo firmen un acuerdo que sustituya al llamado Protocolo de Kyoto.

Pero esta cumbre, que se celebrará entre el 7 y el 18 de diciembre, despierta sentimientos encontrados; una buena dosis de esperanza, por un lado, y una gran desconfianza, por otro. “En este momento no parece haber garantías de que Copenhague tenga éxito. Creo que es muy poco probable que de la conferencia salga lo que en la Unión Europea aspirábamos conseguir: un acuerdo íntegro”, comentaba hace unos días en Barcelona el coordinador de las negociaciones de la Comisión Europea, Artur Runge-Metzger, después de haber asistido a un debate preparatorio a puerta cerrada.

Europa ha cumplido su palabra

El Comisario para el Medio Ambiente de la Unión Europea, Stavros Dimas, asegura que de tan sombrías perspectivas no se puede culpar a Europa. Hasta ahora, los europeos han cumplido con las metas que se trazaron para proteger al medio ambiente y reducir la intensidad de los cambios climáticos. De hecho, tras comparar la cantidad de anhídrido carbónico que se producía en el Viejo Continente en 1990 con la que se produce ahora, no es exagerado decir que sus habitantes conseguirán reducir las emisiones de ese gas en un 8 por ciento –o más– de aquí al año 2012.

En 2020 los países europeos esperan haber reducido en un 20 por ciento la emisión de gases que contribuyen a generar el efecto invernadero. Si otros Estados industrializados se declararan dispuestos a alcanzar objetivos similares, Europa elevaría sus propias aspiraciones y se comprometería a disminuir sus emisiones de gases dañinos en un 30 por ciento; pero los otros países no están colaborando, sostiene Dimas.

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La lucha contra el cambio climático es tarea global.Imagen: AP

“Todos para uno…”

“Europa está dispuesta a poner su peso sobre la balanza. Pero la conferencia de Copenhague y la lucha para frenar los cambios climáticos en general sólo pueden resultar exitosas si nuestros socios en el mundo industrializado y en los grandes países con economías emergentes asumen sus responsabilidades”, dice Dimas, aludiendo a la reticencia de naciones como Estado Unidos, China e India a definir objetivos de reducción de emisiones.

Aún si los países del Viejo Continente decidieran enfrentar el reto solos, por muy radical que sea la reducción de sus emisiones de gas, sus esfuerzos valdrían muy poco. Y es que el grado de contribución de Europa al calentamiento global es relativamente bajo. Lo cual no significa que todos los miembros de la Unión Europea produzcan la misma cantidad de gases dañinos para la atmósfera; éste es, de por sí, uno de los tópicos que más dificulta la definición de una estrategia de financiamiento para los compromisos que adquiera la UE en la cumbre de Copenhague.

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Europa se propone ir a la vanguardia en la lucha contra el cambio climático, pero no logra acuerdos de financiamiento.Imagen: picture-alliance/ dpa

Evadiendo el consenso

En principio, la UE está dispuesta a ayudar a los países europeos con menor grado de desarrollo industrial a que transformen sus economías para hacerlas menos hostiles de cara al medio ambiente; pero, ¿quién pagará más por ello? Si se establece como criterio el nivel de riqueza y bienestar, entonces serán los miembros más antiguos y prósperos de la UE los que cargarán con la mayor parte del peso económico. Si el criterio es el grado de contaminación generada, entonces serán países como Polonia, con sus viejas industrias y sus centrales de producción de energía a base de carbón, los que proveerán la mayor parte.

Frente a este debate, el ministro de Finanzas sueco, Anders Borg, tuvo que admitir recientemente el fracaso de las conversaciones. “Una cosa debería quedarnos clara: es decepcionante que no hayamos podido llegar a un acuerdo en lo que al financiamiento de una estrategia para frenar los cambios climáticos se refiere. Considerando que Europa ha asumido el liderazgo en materia climática y de protección ambiental, es muy importante que en los próximos días y semanas hagamos progresos”, afirmó Borg.

Intenciones comprometedoras

Sin embargo, los días pasan sin que se atisbe progreso alguno. Algunos jefes de Estado, como la canciller alemana, Angela Merkel, se han acostumbrado a la idea de que de la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático de Copenhague saldrá, cuando mucho, una declaración de intenciones de naturaleza política. Aún así, la propia Merkel ha insistido en que esa declaración de intenciones tenga, por lo menos, valor jurídico y peso suficiente como para comprometer a quienes la firmen a actuar en consecuencia.

Autor: Christoph Hasselbach / Evan Romero-Castillo

Editora: Emilia Rojas