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Las protestas de "Black Lives Matter" no son suficientes

Yann Durand
28 de junio de 2020

La muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco ha provocado un movimiento de protesta a nivel mundial. No obstante, para producir un verdadero cambio se necesita más que eso, opina Yann Durand.

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Protestas de blancos y negros contra el racismo en Colonia, Alemania.Imagen: Getty Images/A. Rentz

En primer lugar, el hecho de que en Estados Unidos haya personas de piel blanca que se arrodillen y levanten un puño en el aire, que en Inglaterra ayuden a derribar una estatua que homenajea al colonialismo, o que en París y Berlín se manifiesten en contra de los perfiles étnicos y el racismo estructural es algo bueno. Hace que las personas de piel negra se sientan acompañadas en su lucha para exigir sus derechos básicos e igualdad. Eso entrega consuelo y esperanza.

Pero para que ese optimismo se pueda ver reflejado en la realidad se necesitan dos cosas. Por un lado, el compromiso de los blancos debe continuar más allá de la conmoción por la muerte de George Floyd y el bombo mediático. En segundo lugar, es esencial mirar más allá de la punta del iceberg. No basta con reconocer y denunciar la evidente violencia e injusticia motivada por el concepto de raza. El racismo institucionalizado que está anclado en el sistema social es mucho más pérfido, ya que no siempre se reconoce, pero está en la cabeza de la gente.

Sutil racismo cotidiano

Deutschland Yann Durand
Yann Durand, redactor de DWImagen: Privat

A menudo, y probablemente ni siquiera consciente, ese racismo institucionalizado se esconde sutilmente detrás de las miradas y las acciones casi imperceptibles:

Es la anciana que sujeta su bolso más fuerte cuando pasa por delante de mí. Es la persona desconocida en la calle que se dirige inmediatamente a mí en inglés, porque para ella es evidente que yo no sé hablar alemán. Es la joven que prefiere quedarse de pie en el tren antes que sentarse en el único asiento que está libre y que está a mi lado. Es el estudiante que intenta desesperadamente ganarse a los peatones para completar su encuesta, pero me ignora cuando yo voy directamente hacia él. Es la cajera, quien siempre le pregunta a los demás si quieren un recibo, excepto a mí. Y así sucesivamente. Son experiencias que los negros y otras minorías sufren día tras día, sin saber si es pura coincidencia o si tiene algo que ver con el color de su piel.

El privilegio blanco

Los blancos también experimentan dificultades e injusticias en sus vidas, pero nunca sufrirán estas situaciones. Eso es un privilegio. Las personas que nunca han estado en desventaja cuando buscan casa o trabajo, o incluso durante los controles policiales, no pueden desarrollar una sensibilidad a la discriminación cotidiana. Por eso la introspección de los blancos es indispensable. Eso no es fácil. Porque nadie que no sea abiertamente racista quiere admitir que inconscientemente apoya estos patrones de pensamiento. El racismo está mal visto y condenado al ostracismo en toda la sociedad.

"¡No me importa el color de mi piel! ¡Ni siquiera lo veo!" ¡Qué hermosa y políticamente correcta declaración! Lástima que no sea verdad. Es humano e instintivo percibir a una persona a nivel externo antes de ponerse en contacto con ella. No puedes evitarlo. El único problema es que lo primero que se ve en la otra persona, más allá de la ropa, es el color de su piel.

Romper con los estereotipos arraigados

Es muy necesario ser consciente de ello para romper con los estereotipos e imágenes que se tienen de los otros, que están firmemente arraigados a través de la esclavitud, el colonialismo y el neocolonialismo, y no para contrarrestarlos con prejuicios. Porque los descendientes de los perpetradores y de las víctimas no tienen otra opción: deben llevarse bien entre ellos. Su interrelación históricamente condicionada está demasiado desarrollada como para poder evitarse completa y permanentemente.

La superación del racismo es responsabilidad de todos, pero especialmente de los blancos. La mejor solución sería que todos, desde el trabajador más sencillo hasta el más alto cargo político, miraran dentro de sí mismos, reconocieran los patrones racistas cuando fuera necesario y los abandonaran. Esto llevaría a la desaparición gradual del racismo estructural de todas las áreas relevantes: la vida pública, el sistema educativo, los mercados laborales y de la vivienda. ¡Adelante, es tiempo de empezar a cambiar algo! (ju/dzc)

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