Las últimas jugadas de Gadafi
12 de agosto de 2004Tras el levantamiento de las sanciones comerciales por parte de Naciones Unidas, Gadafi busca, desesperadamente, ser reintegrado a la comunidad de países democráticos. Pero la “reconciliación” con Muammar al-Gadafi ha sido larga y tortuosa. La lucha de las víctimas y sus familiares, primero, por un proceso que estableciera la culpabilidad de los actos terroristas y luego por una indemnización, lleva ya casi dos décadas.
Sólo el aislamiento y la consiguiente bancarrota de Libia obligó a su Jefe de Estado a entregar a varios de los sindicados al Tribunal Internacional de Justicia y a indemnizar a los familiares de las víctimas del atentado del avión de Pan Am, una aerolínea estadounidense ya desaparecida.
Ahora, la Fundación Gadafi que dirige su hijo, ha anunciado el pago de 35 millones de dólares a los familiares de 3 víctimas mortales y los 160 heridos alemanes del atentado con bomba en la discoteca La Belle, frecuentada antes por soldados estadounidenses y que, presuntamente, fuera perpetrado los servicios secretos libios. Un acuerdo que sin la mediación del Ministerio alemán de Relaciones Exteriores no hubiera sido posible.
Culpables sin remordimientos
Pero se equivoca quien crea que tras las indemnizaciones existe una voluntad real de subsanar los actos de barbarie. Libia anuncia el pago de indemnizaciones, que por lo demás, su monto llega apenas a la mitad de lo exigido, pero a la vez, recalca que con ello “no está asumiendo ninguna responsabilidad por los hechos”.
Pero pocos hacen una jugada sin pensar en las retribuciones. Y Gadafi no es precisamente la excepción. El gobierno libio exigió hoy, a su vez, a Washington dinero por los bombardeos contra Tripolis y Bengasi. Pocos días después del atentado en Berlín, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ordenó bombardear esas ciudades costeras, matando a 41 personas e hiriendo a 226. Todas éstas también víctimas inocentes de otro capítulo del macabro juego de agresión y venganza entre Estados Unidos y el mundo árabe.
Jugada doble aquí y allá
Gadafi exige, igualmente, “la persecución legal de aquellos que ordenaron el ataque contra Libia”. Algo poco probable, pues Reagan falleció recientemente y una denuncia contra los responsables fue rechazada en 1988 por un tribunal estadounidense. Observadores internacionales creen empero, que las exigencias a Washington pretenden “bloquear más pagos a las víctimas estadounidenses”.
Los benévolos de Occidente piensan que Gadafi quiere sepultar su pasado de guerrero tras “gozar” 27 años del poder absoluto. Para los árabes, por su parte, ahora que Libia está en bancarrota, Gadafi ha perdido todo poder y valor. Dictadores de todas las pelambres siempre se han vuelto especialmente peligrosos cuando disponen de dos cosas: poder y dinero.