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Libia, un año después

Anne Almeling/Mirra Banchón20 de octubre de 2012

Por cuatro décadas, Muammar al Gaddafi determinó el destino de Libia. Un año después de su violenta muerte, el país lucha por la construcción de un nuevo Estado.

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Imagen: AP

Al final de sus días , Muammar al Gaddafi, ya no tenía ni aliados ni amigos. Ésa fue la cuenta de haber demostrado que era tan poco de fiar: apoyaba a veces a un movimiento terrorista, otras veces a otro; unas veces afirmaba aspirar a la unidad africana, otras veces se decantaba por la árabe. Por último, acometió brutalmente contra su propio pueblo. Así, cuando en primavera de 2011, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas decidió la ofensiva militar de la OTAN contra el dictador libio no hubo voto en contra. Esto significó el fin de la era Gaddafi; sin embargo, las consecuencias negativas de su violenta dominación se siguen sintiendo.

Libyen Attentat US-Konsulat
En Bengasi, bastión de los rebeldes, febrero 2011Imagen: Reuters

Partidos prohibidos, oposición dominada

No es de extrañarse: por cuarenta años Gaddafi, beduino de origen, determinó la política de Libia; primero como jefe de Estado, después –desde 1979- como autodenominado líder de la revolución libia. Con los partidos políticos prohibidos, y la oposición, dominada, concentró el poder en su mano; el mismo Ejército no estaba en capacidad de actuar.

Ahora los libios se enfrentan al "gran desafío de tener que desarrollar toda la administración pública, las fuerzas de seguridad y el Ejército”, dice a DW Günter Meyer, catedrático de Geografía Económica y director del Centro de Investigación del Mundo Árabe.

Polémica por el nuevo orden

Que las etnias de Libia persigan intereses diversos causa mucha polémica Motivos históricos hay para ello: antes de que en 1969, Gaddafi llegara al poder a través de un golpe de Estado, las tres regiones del actual país Cirenaica, Fezán y Trípolis- tenían identidades separadas. Bajo el primer líder libio, el rey Idris, el país tuvo hasta 1963 una constitución federal. Antes de ello, las tres regiones habían sido colonias italianas sin unidad ninguna. Hasta el día hoy, muchos libios se perciben más pertenecientes a su ciudad y su clan que a un Estado nacional.

Libyen Bengasi Anschlag auf US-Konsulat
Atentado al Consulado de Estados Unidos, septiembre de 2012Imagen: Reuters

A ello ha aportado también su mala experiencia con el poder central. Gaddafi no sólo controlaba la industria petrolera y, con ella, la economía entera del país, sino que sus ingresos beneficiaban sólo a Trípolis, la capital, y a su región de origen, Sirte. Cirenaica, en el este del país y su capital, Bengasi, fueron dejadas de lado. No por casualidad empezó ahí la revolución en 2011 y fue la sede del gobierno revolucionario.

Milicias poderosas

Entretanto, en esta región tan rica en petróleo se detecta un fuerte movimiento autonómico. El gobierno central sigue sin disponer de un comando militar eficiente y depende de las numerosas milicias regionales, confrontadas entre sí. “El Consejo Nacional, encargado de conformar un nuevo gobierno, no ha podido lograr que haya tranquilidad en el país”, dice Wenzel Michalski, director de Human Rights Watch en Alemania. “Las milicias armadas y las bandas criminales aprovechan el vacío de poder para imponer sus exigencias”, agrega. Al cuadro se suman los islamistas radicales que -a pesar de su mellada popularidad por los ataques salafistas- intentan sacar partido.

Procesar el pasado

Libyen Föderalismus
Manifestación en contra del federalismo, a favor de la decentralización, Bengasi, marzo 2012Imagen: DW

Muy lejos está todavía Libia de controlar a las milicias y de procesar los crímenes cometidos antes y durante la revolución. “Precisamente eso es un impedimento para el desarrollo del país”, opina Michalski, cuya organización informa de crímenes de lesa humanidad de ambos bandos. Un año después de la muerte de Gaddafi, las autoridades libias ni siquiera han empezado a esclarecer lo acontecido. “Los responsables deben rendir cuentas para que pueda volverse realidad lo que pedían los rebeldes”, concluye Wenzel”: “democracia y Estado de derecho”.

Autora: Anne Almeling/Mirra Banchón
Editor: Enrique López