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Los alemanes y sus símbolos nacionales: abuso, ideologización y reconciliación

José Ospina Valencia / Antje Allroggen 6 de diciembre de 2008

"Flagge zeigen!" es una exposición que no sólo presenta los símbolos patrios de los alemanes, sino que los confronta con la historia.

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"Flagge zeigen!" Mostrar bandera! Antes un tabú, hoy cada vez más normal.Imagen: Thomas Jahn

Por diversas razones en Alemania hay sentimientos encontrados frente a lo que significa ser alemán.

“Yo no amo a mi Estado, amo a mi esposa”, decía el antiguo presidente alemán Gustav Heinemann cuando se le preguntaba sobre lo que sentía por Alemania, su patria. Pero los tiempos y las personas han cambiado. El actual presidente de la República Federal de Alemania, Horst Köhler, dice sin tapujos que quiere a su país.

El mismo Köhler inauguró esta semana la exposición “¡Mostrar bandera!”, en el museo Haus der Geschichte de Bonn, que estará abierta hasta el 13 de abril de 2009. Con las ayuda de unas 600 piezas muestra este museo la difícil y cambiante relación de políticos y ciudadanos alemanes del común con sus insignias nacionales, pero también cómo han cambiado los símbolos en el transcurso de la historia.

Abuso de los símbolos patrios en aras de dos dictaduras

La bandera tricolor de negro, rojo y dorado, música militar, soldados marchando y un monumento a los caídos: durante muchos años la interrelación de estos símbolos fue en Alemania un tabú que automáticamente traía a cuento el nacionalsocialismo.

La dictadura nazi abusó de los símbolos tradicionales de la historia de los alemanes, les cambió el sentido y los empleó para sus propios intereses. Ya Adolf Hitler acostumbraba a decir que “el símbolo bendito de los alemanes siempre había sido la bandera”. Además de agregar que el tricolor nacional no era ningún “trapo, sino una convicción, un compromiso, una obligación”.

Dos Estados, dos banderas, los mismos colores

Ambas banderas, la de la Alemania federal y la de la “Dictadura del Proletariado” tenían los mismos colores en este orden: negro, rojo y dorado. Con ello, ambos Estados se basaban en la historia común desde la “Revolución de Marzo”, 1848. En esa ocasión, los ciudadanos salieron a las calles a exigir la unificación de Alemania que estaba compuesta por un montó de principados que impedían una conciencia de nación.

Durante estas manifestaciones de unidad la bandera tuvo un papel muy importante; fue, en efecto, el símbolo unificador con el que la mayoría de los habitantes empezaba a identificarse. La exposición en Bonn muestra cronológicamente este proceso de correspondencia emocional con la bandera alemana y otros símbolos que han ayudado a “hacer país”.

Una dictadura de ultraizquierda sucedía a otra de ultraderecha

“En la República Federal de Alemania las cosas son de tal modo que los símbolos como el himno nacional o la bandera son discutidos intensamente. Todo lo que forme parte de ese debate nacional está aquí en esta sala de exposición. También aquí se ve como las Alemanias, tanto la del Este como la del oeste, invocaban el espíritu nacional de 1848. De diferentes formas, empero, porque mientras la Alemania socialista recordaba las batallas callejeras, la Alemania occidental, la verdaderamente democrática, apelaba al carácter parlamentario de la Paulskirche, la Iglesia de San Pablo, en Fráncfort del Meno, en donde tuvo lugar la primera congregación parlamentaria de toda la historia alemana” , dice Iris Bender, consejera científica del Museo de la Historia, de Bonn.

La República Democrática Alemana, más conocida por sus siglas RDA, asumió también los símbolos patrios pero con fines ideológicos. “Tiene que tener el aspecto de democrático, pero es el Comité Central el que maneja todo”, era el dictado de Walter Ulbrich, presidente del Consejo de Estado de la Alemania no democrático tras la dictadura nazi. Una dictadura de ultraizquierda sucedía a otra de ultraderecha.

La reconciliación con los símbolos y… consigo mismo

Sea como sea, en la Alemania de occidente se evitó, en lo posible, por muchas décadas, hasta izar la propia bandera como símbolo nacional. Bonn, la otrora sede provisional del Gobierno, se convirtió en el nuevo comienzo lejos de Berlín, Munich y Núremberg, que tanto descrédito le habían dado a Alemania durante el régimen nazi.

Sólo la reunificación y los tiempos posteriores han logrado reconciliar a los alemanes con sus propios símbolos nacionales.