Los bielorrusos se exilian ante el acoso de las autoridades
6 de septiembre de 2020Las protestas en Bielorrusia contra el presidente Alexandr Lukashenko continúan, pero cada vez son más los que abandonan el país. Lituania y Polonia ha ofrecido asilo a una serie de bielorrusos que temían que sus vidas corriesen peligro. DW habló con tres bielorrusos que escaparon por miedo a acabar convirtiéndose en prisioneros políticos.
"Volveremos tan pronto como sea seguro”
Vlad Sokolovski, también conocido como DJ Vlad, estuvo detenido durante 10 días en la cárcel Okrestina de Minsk por cantar la canción "Khochu Peremen” (¡Quiero cambios!) del cantante ruso Viktor Tsoi, quien se ha convertido en un símbolo de las protestas en Bielorrusia. Sokolovski se fue del país el 22 dee agosto y está ahora en Lituania: "Espero que esto solo sea temporal”, dijo a DW. "La embajada lituana nos ofreció ayuda el 17 y el 18 de agosto. Por aquel entonces parecía que todo estaba bien y rechazamos la ayuda.
Pero el 21 de agosto, un policía le llamó por teléfono y dijo que quería interrogarlo por algunas de las entrevistas que había dado tras ser liberado de Okrestina. Lo rechazó y horas después unos agentes se presentaron en su casa y fue llevado a comisaría. A Solokovski le preguntaron por una serie de entrevistas, incluida una con DW, en las que había dicho que el viceministro de Interior, Alexander Barsukov, había visitado su celda, le había amenazado con dejarle allí encerrado durante un largo período e incluso le había golpeado en la espalda.
La policía lo amenazó con cargos judiciales de libelo. "Entonces, el propio Barsukov entró en la habitación acompañado de varias personas. Uno de ellos lo filmó todo con su teléfono. Era sobre todo Barsukob quien hablaba, de una forma muy emocional. Yo prácticamente no podía hablar. Me preguntó si me habían pagado. Me dieron a elegir: o pedía perdón o me demandaban por difamación. Me disculpé y firmé el documento. Y no negaré esa versión porque tengo familiares en Bielorrusia y no sé cuáles podrían ser las consecuencias para ellos.
Al salir de la habitación vio a un hombre que reconoció de sus días en Okrestina. Habían compartido celda. Era un topo. "Me di cuenta de que esto no nunca acabaría, tenía que abandonar el país”, dijo Sokolovski. La embajada lituana tardó pocas horas en darle una visa y una ONG le ayudó a encontrar alojamiento para el período de cuarentena por la pandemia de coronavirus. "Son muchas las personas que me han ofrecido trabajo”.
Lo peor de estar detenido, dijo Sokolovski, fueron los cinco días en los que no tenía idea alguna de lo que estaba pasando en el país. "Luego escuchamos a un guardia decir: ‘Vamos a volveros inválidos, no volveréis a andar'. Escuché gritos durante toda la noche, sin pausa para respirar. Todo el mundo temía que alguien entrase por su puerta. Eso fue lo peor”.
Al menos 7.000 personas han sido arrestadas durante las protestas. Muchas de ellas han sido torturadas.
Sokolovski se niega a perder la esperanza: "Volveremos a Bielorrusia tan pronto como sea seguro. Quiero volver a trabajar sin tener miedo”.
"Dolerá, pero no para siempre”
Yuriy Rovovoy trabaja para la compañía de fertilizantes Grodno Azot y lideró la huelga convocada en solidaridad con los manifestantes. "La decisión de irme (el 24 de agosto) fue repentina”, dijo a DW. "Intenté descansar tras un turno de noche pero me despertaron unos golpes en la puerta. Mi supervisor estaba ahí fuera diciendo que había dejado arena en el pasillo y las escaleras”. Rovovoy dijo que tuvo una visión en la que lo metían en un coche y se lo llevaban unos hombres vestidos de civiles si bajaba las escaleras.
Así que decidió irse. Un amigo lo llevó hasta Polonia, donde solicitó asilo. "Mis amigos me ayudaron a alquilar un apartamento donde pude pasar los 14 días de cuarentena. Sé lo que quiero hacer ahora: ganarme mi propio dinero con mis propias manos. Pero no quiero sentar la cabeza aquí. En mis pensamientos sigo estando en Bielorrusia. Tan pronto como las cosas cambien, tomaré el primer bus de camino a Grodno, dijo. No se arrepiente de haber hecho huelga.
Rovovoy dijo que muchos otros no tenían la energía para dar ese paso al principio, pero querían hacer lo mismo que él. "Son gente que quiere mejorar su país, por eso hacen huelga. Todo el mundo sabe que es necesario. "Dolerá, pero no para siempre”.
"Creo que puedo ser más útil desde Varsovia que si me escondo en el campo o con mis amigos en su casa”, agregó.
"No hay vuelta atrás”
El diseñador Andrei Voronin se ha hecho un nombre con sus muebles de madera. En agosto se unión al opositor Consejo de Coordinación en la ciudad bielorrusa de Brest, pero abandonó el país por las amenazas. Ahora no quiere revelar dónde está.
"Después de unirnos al Consejo de Coordinación, la policía nos llamó, a mí y a otros miembros del grupo. También vinieron a mi taller, donde tengo mis máquinas y mis herramientas. Tomaron fotos de todo y lo sellaron, interrogaron a mis compañeros e incluso registraron la casa de mis padres, donde estoy censado”.
Voronin fue acusado de ocultar el hecho de que ha ganado bastante diero y fue amenazado con cinco años de cárcel. "Entendí que tenía que abandonar Bielorrusia si no quería convertirme en un prisionero político”. Así que él y su mujer tomaron algunas de sus pertenencias y se marcharon. En dos horas se habían ido. No hubo problemas en la frontera, dijo.
Sin embargo, dijo que no se arrepentía de haber intentado cambiar el sistema. "Tan pronto como Lukashenko y su gente desaparezca, de lo cual no tengo duda alguna que ocurrirá, volveré porque amo Bielorrusia, Brest, a los bielorrusos, a mis amigos y a mi familia. Tiene que haber un Estado de derecho y derechos humanos. Ese no es el caso ahora. Ahora las fustas, las escopetas y las balas de goma gobiernan en Bielorrusia”.
Lo que sí cree es que no hay vuelta atrás. "Todos los que nos hemos ido vamos a ayudar a los que se han quedado”.
(eal/ee)