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Cine

Los débiles, retrato de Sinaloa en la Berlinale

Eva Usi
20 de febrero de 2018

El primer largometraje de Raúl Rico y Eduardo Giralt Brun, mostró en la Berlinale un caleidoscopio de personajes que hablan de una cultura híbrida en el norte de México, marcada por una violencia endémica.

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Eduardo Giralt Brun und Raul Rico Regisseure Film Los débiles
Imagen: DW/E. Usi

La cinta, estrenada en la sección Forum, que busca cine de vanguardia, despertó un gran interés en el público tras el estreno, por la excentricidad de los personajes que retrata. Se trata de un recorrido a través de Sinaloa, en el norte de México, célebre por ser cuna de poderosos narcotraficantes y ser tierra de cultivo de drogas. Parte desde un paisaje montañoso y árido, hasta llegar a Mazatlán, en la costa, una de las joyas turísticas en el Pacífico.

"Estar aquí es abrumador. Jamás pensé que una película tan pequeña, financiada con nuestros propios recursos, pudiera llegar a presentarse en un lugar tan bello. Y ante tanta gente", dijo Raúl Rico tras el estreno. Ambos cineastas compartieron el trabajo de dirección, buscando sincronizarse a través de lecturas y películas, antes de escribir el guión.

Selfie (izquierda) insulta a Víctor (derecha), diciéndole que es un güero de rancho.Imagen: Diego Rodriguez

El protagonista, un joven que no es actor

El espectador acompaña al joven y forajido ranchero Víctor (Jose Luis Lizárraga), que es acosado por un enclenque rubio apodado Selfie (Joshua Estrada). Víctor escucha impasible las acusaciones de Selfie, que es miembro de una banda juvenil, como si no entendiera el enojo de su interlocutor. Selfie se despide espetándole ser un "güero de rancho", como se llama en México a los rubios tímidos y de provincia.

El hallazgo de sus perros muertos es el detonador de un viaje en el que Víctor busca la venganza. Es un recorrido por un mundo de hombres rudos y curtidos por el sol, en dónde prácticamente no figuran las mujeres. Con excepción de unas teatrales damas en un bar, y de la jefa de la banda juvenil a la que pertenece Selfie, una viuda de un narco, que parece la mamá de todos ellos.

Víctor acaba encontrando a la banda juvenil que busca.Imagen: Diego Rodriguez

Entre los testimonios que escucha el lacónico protagonista, figura el de un tatuador, que les hace tatuajes a los jóvenes que busca. El hombre narra la historia de una mujer que fue a verlo con el brazo putrefacto de su marido muerto, con el encargo de que termine el trabajo en el que aparece ella. Son historias que se antojan inverosímiles, que provienen del caudal de relatos que Raúl Rico dijo haber escuchado en su niñez. El cineasta es la quinta generación de una familia asentada en Sinaloa.

Trabajo de campo

Detrás del largometraje hay un trabajo de campo previo; un recorrido por las cantinas de la región en busca de testimonios de lugareños, narcotraficantes, policías, pescadores y cantineros. "Buscamos hacer amigos genuinamente, acercándonos a la gente con respeto", dijo Eduardo Giralt Brun, codirector de origen venezolano, que dijo conocer toda esa violencia de Caracas.

En una de esas cantinas encontraron a un hombre, propietario del local, que les dijo que narcotraficantes ahí eran todos, y que actuaban así para ganarse respeto. En la película, en una de esas cantinas un estadounidense apodado El Gringo, explica a Víctor que en ese lugar los niños de 13 años ya están echados a perder. Son criminales y asesinos. 

Una cultura híbrida, marcada por la violencia.Imagen: Diego Rodriguez

Raúl Rico lamentó la banalización de la violencia y de la cultura del narco en México, y que no haya una respuesta del Estado mexicano a través de políticas públicas que apunten hacia la educación, que es lo que podría atajar el problema. En conversación con DW el cineasta se mostró más escéptico. "Es un problema endémico el que tiene Sinaloa y otras partes de México, ante el que no hay solución. La violencia está tan arraigada en la cultura de la gente, que no tiene cura", destacó Rico.