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Rusia postelecciones

5 de marzo de 2012

La victoria electoral de Vladimir Putin estaba clara de antemano. Sin embargo, Rusia se halla ante una encrucijada, y las semanas decisivas recién acaban de comenzar, opina Ingo Mannteufel.

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Desde las polémicas elecciones parlamentarias, en diciembre de 2011, Rusia experimenta una época de protestas y movilización política que no se vio desde hace un largo tiempo. Pero el domingo 4 de marzo, día de las elecciones presidenciales, no fue realmente un día clave para el futuro político de Rusia. El hecho de que el primer ministro, Vladimir Putin, haya resultado vencedor en primera vuelta -según datos provisionales de la comisión electoral- no sorprende a nadie. También las denuncias de grupos opositores acerca de que los comicios no fueron ni libres ni limpios, sino que hubo manipulaciones fraudulentas, está de acuerdo con el escenario esperado. Pero la expectativa en Rusia aún no ha llegado a su fin, sino que recién acaba de comenzar, ya que una de las cuestiones por dilucidar es cómo reaccionarán los futuros líderes del Kremlin, elegidos legalmente, a la puesta en duda de esa legalidad. La otra cuestión es cuál será la actitud de la ciudadanía rusa, que manifestó su profundo descontento durante las protestas de las últimas semanas.

Escenarios posibles

Un escenario optimista podría ser que Putin declare, en su primera toma de decisiones y medidas postelectoral, que accederá a cumplir con algunas de las exigencias de los críticos del sistema. Eso representaría un paso de dimensión histórica y le devolvería a Rusia una perspectiva de futuro. Pero es el escenario menos probable.

Ingo Mannteufel, Redactor en Jefe de la Redacción Rusa de DW.
Ingo Mannteufel, Redactor en Jefe de la Redacción Rusa de DW.Imagen: DW

Por el contrario, lo que se espera son medidas represivas selectivas contra ciertos representantes de la oposición y/o un simulacro de reformas según el cual se anunciarían cambios superficiales en el sistema, mientras se omite tocar temas como la corrupción y los déficits de la democracia y del Estado de derecho. Se continuaría con el status quo y se no se daría la posibilidad de una verdadera modernización del país.

Las opciones para la clase media que salió a la calle

Bajo esas condiciones, las reacciones del movimiento anti-Putin podrían ser muy diversas y tener como denominador común las siguientes actitudes: compromiso de lucha, radicalización, resignación, conformidad o emigración.

1. Compromiso de lucha: Es de esperar que gran parte del movimiento anti-Putin no se deje desanimar por el resultado electoral, sino que se comprometa políticamente trabajando, sobre todo, a nivel comunal o partidario, así como en organizaciones civiles.

2. Radicalización: Es de temer que algunos representantes del movimiento anti-Putin se radicalicen y, en el peor de los casos, se organicen en grupos terroristas. Tanto en el movimiento de derecha como en el de izquierda hay, sin lugar a duda, enfoques de ese tipo.

3. Resignación: No es del todo improbable que algunos de los manifestantes, decepcionados por las perspectivas del compromiso político, se alejen del mismo y abandonen su lucha.

4. Conformidad: Algunos rusos decepcionados por el resultado electoral seguramente se conformarán con las circunstancias y contemplarán distanciadamente y con cinismo el desarrollo en la sociedad rusa.

5. Emigración: Sobre todo los jóvenes rusos que poseen una buena formación, y que participaron en gran número en las manifestaciones de protesta, buscarán un mejor futuro en el extranjero. Se trata de una fuga de cerebros de consecuencias doblemente negativas para Rusia. Debido a ella, el país no sólo perdería justamente los recursos y la energía necesarios para un desarrollo democrático, sino que, peor aún, estaría dejando ir a las personas que necesita para llevar a cabo una modernización económica y tecnológica, y esto es lo que el Kremlin debería temer por sobre todas las cosas.

Los diferentes escenarios y patrones de comportamiento posibles revelan que Rusia se encuentra, una vez más, ante una encrucijada. El domingo electoral no fue un día verdaderamente decisivo para el desarrollo de ese país. Serán sobre todo los próximos días y las próximas semanas los que definan profundamente el futuro de Rusia, que, ciertamente, ha entrado en una nueva era, a pesar de que su presidente siga llamándose Vladimir Putin.

Autor Ingo Mannteufel (CP)
Editor: Enrique López