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Más control de fronteras, menos clientes

3 de junio de 2009

Los Tratados de Roma, de fundación de la Comunidad Económica Europea (CEE), pusieron fin a siglos de animosidades entre Francia y Alemania y fueron la piedra angular en el proceso de integración europea.

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Imagen: Getty Images

Lo que ocurrió aquel 25 de marzo de 1957 en la gran sala de los Museos Capitolinos de Roma hubiera sido impensable unos años antes. El canciller federal alemán, Konrad Adenauer (1876-1967) y sus homólogos de Francia, Italia y los países del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), suscribieron los Tratados de Roma que sellaron la fundación de la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom).

Junto con el Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), fueron los tratados constitutivos de las Comunidades Europeas. La nueva amistad entre Alemania y sus antiguos enemigos de guerra, 12 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, tenía un gran peso.

En particular el eje franco-germano se convirtió en el motor del proceso de integración europeo, primero de la CEE, a partir de 1965 de diversas “Comunidades Europeas” (p. ej. Euratom, Unión del Carbón y el Acero o la “Cooperación Política Europea”. Con sus posiciones políticas, Francia y Alemania se convirtieron en factor de estabilización del hasta entonces turbulento centro de Europa.

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Robert Schuman, Ministro de Asuntos Exteriores, y posteriormente Presidente del Parlamento Europeo.Imagen: picture-alliance / akg-images

Cooperación económica

La idea de crear un mercado común europeo se remonta a 1951, cuando fue fundada la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en respuesta a la gran demanda de estas materias primas durante la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. El mercado común del carbón y del acero permitiría la libre competencia entre los países miembros en estos sectores, y un intercambio comercial libre de aranceles.

Para Alemania se convirtió en la piedra angular de la reconstrucción, pero también fue un polo de estabilización. Así lo formuló el ministro francés del Exterior, Robert Schuman (1886-1963), al señalar que “la paz en Europa sólo podía garantizarse de manera sostenida a través de un control comunitario del carbón y del acero, tan importantes en tiempos de guerra”.

Los países miembros tuvieron a partir de entonces un acceso igualitario a los insumos más importantes para la producción industrial como condición fundamental para la reconstrucción de Europa Occidental. Alemania fue la más beneficiada, pues con la entrada en vigor de la CECA terminó la ocupación británica de la zona del Ruhr, que contaba con las mayores reservas europeas de carbón. Asimismo concluyeron las sanciones que las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial habían impuesto a Alemania.

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Firma del Tratado por Konrad Adenauer (izquierda) y el secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores, Walter Hallstein.Imagen: dpa

Cooperación política

La Comunidad Europea del Carbón y del Acero jugó un importante papel en la reconstrucción del continente europeo. Ahora había que dar un impulso a la cooperación política, cuyo marco jurídico serían los Tratados de Roma. Las negociaciones fueron difíciles, y en varias ocasiones fueron interrumpidas sin haberse llegado a ningún resultado.

A principios de junio de 1955, en la Conferencia de Mesina, en Sicilia, por fin se produjo un avance. Los representantes de Alemania, Francia, Italia y los países del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), acordaron crear un mercado común europeo así como la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). En el transcurso de dos años se trabajó en la formulación de los tratados que debían levantar las restricciones al comercio, promover la armonización de estándares sociales y garantizar la libre circulación de servicios, mercancías, personas y capital.

A partir de entonces las políticas económicas y comerciales debían implementarse conjuntamente frente a terceros Estados. Instituciones conjuntas supranacionales vigilaban que la puesta en marcha de la Comunidad Económica Europea tuviera lugar sin contratiempos. También preveían el uso comunitario de la energía atómica, que a finales de los años 50 era vista como la fuente energética del futuro.

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Amistad en lugar de competencia.

Amigos antaño enemigos

Además de las ventajas económicas que ofrecía la integración europea a todos los participantes, que siguen teniendo vigencia hoy en día, lo decisivo fue que cinco países, antaño adversarios, ofrecieran a Alemania la mano y con ello la reconciliación. A diferencia del contenido del Tratado de Versalles, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, no era la confrontación, sino la cooperación lo que se promovió después del fin de la guerra.

Se concedió a los alemanes, que fueron quienes iniciaron la guerra, la oportunidad de volver a levantarse en el marco de un desarrollo europeo comunitario. Los alemanes tomaron esa oportunidad con un sorprendente brío, llegando a producir el mundialmente admirado “milagro económico alemán”, que no hubiera sido posible sin la integración de la economía alemana en Europa.

Los Tratados de Roma del 25 de marzo de 1957 marcaron el nacimiento de una Europa unida, que algo más de 50 años después se encuentra en proceso de integración para llegar a unión política.

Autor: Matthias von Hellfeld/ EU

Editor: Pablo Kummetz